miércoles, 21 de abril de 2010

Mezcla de verdad y misterio


Esta noche las horas pasaban rápidas y despacio, conté las 5:19 en el reloj de cifras rojas, me costaba no ser el sombrerero de Alicia, me costaba no esperarte a que regresaras de nuevo. Luego dormí más de lo que tenía previsto. Esta mañana hubiera resultado del todo improductiva y ha sido la que más lo ha sido de todo el año. Todo día lo doy por perdido si he sentido ganas de salir corriendo, si no doy un abrazo espontáneo, si no canturreo o bailo. Ya sabes, esas cosas por las que me tomáis por loco. He decir en mi contra que este año llevo demasiados días perdidos, días que no han de volver.


Esta noche las horas iban cayendo suavemente como los pétalos de rosa sobre la chica de American Beauty, sólo que esta vez caían sobre ti, haciendo un rumor como de viento entre las hojas cada vez que tú te dabas la vuelta. Llovían pétalos y la casa olía extraña, los de la cisterna regaban la calle con un sonido sordo, sin hablarse entre ellos, como una hermandad convencidos de la necesidad de abrazar un voto de silencio, llevándose los restos de la vida aguas adentro, dejando las aceras como recién puestas. Me puse por encima la manta y me senté en el sofá mientras oía, cada vez más lejos, a las serpientes y su silbido de agua.


Esta mañana ha sido, probablemente, la mitad de todo el año (y encima estas ganas de escribir) y he abierto el calendario de la Fundación Vicente Ferrer en el que dice que Podemos erradicar la pobreza. Y no sé por qué me he sentido sucio, me he sentido lento y viejo, casi sin derecho a la queja, viviendo en un mundo difícil lleno de facilidades de uso, de pago, de educación, de futuro. Y sólo se me ha ocurrido quererte (quererla, recordemos que moriría por ella) porque puede que la razón que tengo para hacer las cosas es querer. Y no digo amar, o el amor, o... no, digo simplemente querer, porque las cosas sencillas tienen nombres sencillos y otros... otros llevan demasiado tiempo en las estanterías de los supermercados. Aprender a querer es lo que erradicaría la pobreza... el resto viene solo.


El resto viene solo. El resto está en ese beso de la mañana, en esa no exigencia de las grandes palabras por muy cortas que sean. Buscar la felicidad en las cosas es desviarlo todo, buscar la felicidad... me recuerda a algo que leí, decía algo así como que lo que más infeliz me hace es tener que salir a buscar la felicidad... la búsqueda... no sé, me suena al que sube en ascensor a casa después de llegar del gimnasio.


7 comentarios:

hécuba dijo...

Por eso yo subo por las escaleras :)

Espera a la primavera, B... dijo...

Je je, lo imaginaba

Rizar el rizo dijo...

Es cierto, parece que en el momento de saber que tenemos que ir a buscarla, nuestra mente se empieza a plantear qué pasaría si no se encontrara y la verdad es que angustia un poco

hécuba dijo...

No me queda más remedio, no tengo ascensor :)

Espera a la primavera, B... dijo...

Planta baja, eh?

hécuba dijo...

Cuarto piso con vistas a las ovejas :)

Gata dijo...

Yo vivo en un bajo y voy en bici, menos mal porque pesa un montón y para subirla me las vería y me las desearía.

Me encanta esta entrada. Es tú.

Un abrazo niño