miércoles, 6 de agosto de 2008

La tregua

Las cuatro. Hace días que no escribo nada. No puedo escribir. Podría decir que es el calor y me quedaría tan a gusto pero sería mentirme; sería mentiros. Hace días que me duele la maldita espalda. Hace días que no duermo más de cuatro horas. Hace demasiados días de demasiadas cosas. Y me cansa. El bicho me grita y se ríe. El bicho siempre está ahí, para lo bueno, para lo malo y para lo peor. Para lo bueno está para estropearlo, me dice que no lo merezco, me llama impostor, sabe que en cierta forma lo soy. Para lo malo para empeorarlo aún más. Y en lo peor, en lo peor grita y baila, y se regocija, se vuelve loco y me incita a su misma locura. Aún estoy cuerdo (o eso creería si no me diera por releerme) y mantengo cierto autocontrol. No sé hasta cuándo durará. Hoy, de momento estoy vivo. Hoy, después de todo, ha sido un gran día. Estoy vivo para seguir habitando este infierno. Mi cabeza estallaría en mil pedazos y todo acabaría. Estaría bien. Pero no voy a dejar que el bicho se interponga entre mí y ver salir el sol. Hace días que no veo salir el sol, pero ya dije que hace demasiados días de muchas cosas, para lo bueno y para lo malo... y para lo peor.
Afortunadamente tengo conmigo al bicho, es el único que está siempre a mi lado. Sé que suena a excusa. Sé que suena a recurso de principiante pero el bicho me hace sentir que no estoy tan solo como digo. El bicho es como esa persona a la que odias y en la que piensas veinticuatro horas al día con una rabia que te hace sangran las encías. Llega el momento que si se fuera te amputarían algo, que no puedes pasar sin ello. Ahora sé que si el bicho se fuera no soportaría la tranquilidad ni el silencio. Y saber eso me asusta porque me dice que quizá no haya retorno, que quizá no exista una tregua. Que la razón que me hace seguir con vida es una farsa.
¿Cambiamos? Se admiten sugerencias. Vía blog o vía email.

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