lunes, 18 de agosto de 2008

la gota que colma el vaso


Las tres. Sigo sin poder dormir. Este blog podría llevar por título "mil y una noches de insomnio" y sería lo mismo. Pero esta noche es diferente. Esta noche es una de esas noches en la que una gota acaba por colmar el vaso. Lo sé, lo presiento. Una semana de vacaciones y no he ido a ninguna parte. El dinero se ha acabado, ya no queda nada. Espero que Hacienda me devuelva pronto lo de la declaración de la renta para poder aguantar un mes más. La semana que viene volveré a trabajar y todo volverá a ser la misma mierda, volveré a sentarme a esperar a que el teléfono suene, a tener que responsabilizarme de miles de cosas, esta vez solo... cada vez más solo. Tampoco escribo nada de la novela. Me he quedado atascado en una escena, como en todo, a veces siento que me he quedado atascado en mi vida, que aquí acaba el guión, que todo lo que sigue está de más. Lo peor, el bicho está calmado. Es la primera vez que se ha dado cuenta que, a veces, la calma es para mí el peor de los infiernos. Sé que disfruta, quiere que crea que él sí está de vacaciones "no como tú, imbécil de mierda". El bicho sonríe, sé que sonríe allá donde esté. Y sabe que lo sé.
Está a punto de caer la gota. Ahí viene, es sólo agua, es sólo que no puedo ya más, es sólo que me viene a la mente el hecho de estoy viviendo sin querer hacerlo, es sólo que, en realidad, ya estoy muerto. Y como tal, actúo.
Me gustaría odiarla pero no puedo. Seguiría muriendo por ella, no es gran cosa si tienes en cuenta que es como si estuviera muerto. Mi vida ha quedado en suspenso, flotando. El transcurso del tiempo ha quedado reducido a un rayo de luz que se filtra en una habitación oscura y que sólo puede tener la forma del polvo, ingrávido y lento, que ilumina. Me gustaría odiarla pero el bicho no grita, quizá eso es lo peor de todo, no sé odiar a nada ni a nadie. Y eso es como estar mutilado, no sentir odio implica que tampoco puedes sentir nada más por alguien. La distancia es demasiado grande. La fractura entre yo y el mundo es demasiado profunda. ¿Sabes cuánto tiempo hace que no toco a nadie? Soy un animal perimetral, soy uno de esos anillos de Saturno, una cámara atornillada a la pared de una calle, un expendedor de palabras que no sirven de nada.
Cae la gota y el vaso se desborda pero a mí me da igual. No hay rabia, no hay alegría. No siento nada, recorro la pantalla con la vista, frío. Hace días que siento frío. Hace días que el insomnio es mucho más crudo. Mañana me levantaré tarde. Mañana debería hacer cosas que no tengo ganas de hacer. Me quedo mirando como el agua se derrama por las paredes transparentes del vaso, sin vida, sin ánimo, como viendo llover. Luego pienso que tal vez sería mejor ir a la cama y tratar de dormir un rato. Leer hasta que me venza el sueño. Me levanto y mientras voy hacia la puerta de la habitación pienso que me gustaría odiarla, que me gustaría poder despertar de esta anestesia, que alguien leerá esto mañana y pensará que es más de lo mismo. Ahora entiendo el porqué de no poder seguir escribiendo: para escribir hay que sentir, para escribir es imprescindible no estar muerto.

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