viernes, 14 de marzo de 2008

Adiós a la inocencia, el principio del fin


Tienes una infancia feliz hasta que empiezas a compararte con los demás. Quiero decir que un día te das cuenta que el mundo te pide algo más que existir. Te das cuenta de que esperan de tí que hagas algo, un día te das cuenta que tienes que competir con otros como tú y que para eso necesitas ser el mejor en algo. Y entonces... entonces entras en el juego y ya no puedes dejarlo. Se te escapa la inocencia como un globo que sube y sube y sube y que nunca más volverá.
Se acaba la infancia cuando te das cuenta de que nunca serás el mejor en todo, que siempre habrá alguien que esté por encima de tí. Se acaba irremediamblemente el día en el que alguien más fuerte te tira al suelo y se ríe de tí. Y entonces puedes tomar dos decisiones: levantarte y tirarle al suelo a él y reírte tú o levantarte y aceptar que no eres el más fuerte. Con ambas pierdes; sólo que la primera ayuda a disimular la rabia de saber que ya nunca más volverás a estar a salvo, de que todo ha comenzado, de que tu otra vida ha comenzado. Es el principio del fin.

"A veces me gustaría volver a ser el niño que fui, que se sonrojaba cuando una chica guapa le decía algo, que jugaba hasta que se ponía el sol, que hacía cabañas, que montaba en bicicleta y se caía y que tenía las rodillas siempre peladas de jugar a las canicas. Me gustaría volver a caer rendido en el sofá de puro agotamiento y despertarme en mi cama milagrosamente, y que fuera, milagrosamente también, domingo por la mañana, sol y primavera, todo un día por delante. Me gustaría volver a ser el niño que fui y no cambiaría nada, buscaría los mismos ojos en la gente, jugaría a las mismas cosas, tendría los mismos miedos, me subiría a los mismos árboles, me haría los mismos chichones... y si supiera quien iba a ser hoy y a quién iba a querer y a quien no, y a qué iba a dedicar mi tiempo y a qué no, volvería a hacer lo mismo, volvería a olvidar al niño que fui para reencontrármelo un día sonrojándose de nuevo por una tontería, volvería a olvidarme de él para que abriese la puerta de repente, sin yo esperarlo, y apareciese, de nuevo, en mi vida a reclamar lo que es suyo y que durante tanto tiempo le estuve negando. Porque creo que todo lo hice para comprenderle el día que llegara, para saber qué necesita, para acurrucarlo y llevarlo a la cama cuando esté agotado, para aprender de él, en definitva".

Supongo que Cris me resarció de aquel despertar temprano; que sus cosas de niño hicieron de bálsamo para curar aquellas heridas de mi niñez pobre y solitaria, supongo que algo dentro de mí hizo que me volcara como si pudiera arreglar en él lo que ya nunca podría volver a vivir. Me gustaría pensar que no fue así, que en realidad, a Cris lo quise porque era Cris y lo quise sin más. Y a veces miro hacia atrás y pienso en él y en su madre y creo que aquella vida es, probablemente, la única que ha merecido la pena vivir... si aún no sabes por qué moriria por ella, aquí iba una pista. Ahora pregúntate cuántos días has estado verdaderamente vivo y sé sincero. Piensa cuántas veces te has ido a dormir dando las gracias por el día transcurrido y cuántas maldiciendo el día pasado y el que está por venir. En fin, ella... era ese lugar, su voz era ese lugar, sus ojos eran ese lugar... Ese espacio único y perdido en el que agarrarme para dejar de hundirme. Ahora ya lo sabes. Ahora puedes dejar de leer si quieres. No me importa si me sigues acompañando o no y si me ayudarás a encontrarla. Sólo te diré qué... tú nunca sabrás querer hasta ese extremo. Crees que sí pero no.

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