martes, 1 de abril de 2014

Nunca llegaremos a ser lo que soñamos porque soñamos todos los días y todas las noches cosas distintas y nunca llegaremos a ser todo. A menos que ames; entonces podrá ser muchas cosas al mismo tiempo. Casi todas.


Me gustaría poder decir que no leí las instrucciones sobre el uso de la vida, que a alguien se le olvidó mencionar que existía un manual colgado en pdf en alguna página de internet; quizá, de haberla leído, hubiera encontrado el capítulo que lleva tu nombre: uno que habla de océanos y ballenas. Supongo que alguien debió intuirlo y me lo susurró al oído mientras dormía, no se explica de otra forma que, a pesar de vivir rodeado de montañas, tenga esta obsesión por el agua.

No sé si alguna vez lo he mencionado, pero durante un tiempo casi quise ser marino. Estuve tan cerca de serlo que apenas me separaron unas décimas en selectividad. A los dieciocho años uno no sabe cómo suceden las cosas, el azar tiene un alto grado de magia.

Apenas salí de la infancia me encontré que la vida era un autobús que no paraba demasiado tiempo y al que había que subirse en marcha. También aprendí que no iba a ser fácil vivir ignorando que existía un capítulo perdido de un manual que aún no sé si es de verdad o una leyenda, y que me pasaría tantos años aprendiendo a leer para que, cuando llegara el día en que te tuviera delante, supiera recitarte de memoria a Pablo Neruda con las manos.

El caso es que no esperaba que el tiempo durara tanto, no me imaginé que la vida se me iba a hacer eterna y fugaz al mismo tiempo, que pasarían épocas tan lentamente que creí que no acabarán nunca y que las recordaría por sólo uno o dos recuerdos incrustados en ellas, nada más.

Me pregunto si recordaré este día alguna vez o si llegará a formar parte de todos los que pasaron por el destructor de documentos de mi memoria; si al mirar atrás, un día, cuando lleve mucho más tiempo pensando que qué larga se me está haciendo esta vida, recordaré este uno de abril y sentiré alguna emoción distinta a las demás, si sonreiré o lloraré, si me sentiré afortunado de haber seguido viviendo con el tesoro de un día así, o si pediré a dios que lo borre del disco duro del tiempo.

Quizá no tengamos ningún dominio sobre el destino porque no tenemos tampoco decisión sobre lo que somos, sobre cómo nos construimos poco a poco o cómo nos moldea la vida que nos toca vivir. Tal vez el azar sea ese gran océano en el que sirve la experiencia, la posición de las estrellas, las cartas de navegación y las bitácoras pero donde no podemos evitar la furia del viento y las olas, tomar decisiones equivocadas, abandonar puertos donde quizá debimos fondear para siempre.

Quizá, como decía Saramago en El hombre duplicado, "el caos es un orden por descifrar" y quizá en ese orden está la materia prima con la que, más adelante, tendremos que construir nuestro día a día, unos buenos y otros malos, unos que nos cambiarán la vida y otros que se perderán sin dejar rastro.

Y quizá también, no debamos pensar tanto y merecería la pena dejarnos ir y abandonarnos a los remolinos del viento y seguir el camino de las nubes como cometas que se recogerán cuando ya han volado suficiente.

Tal vez nos haya tocado vivir una vida difícil en un momento cumbre de la civilización, o una vida sin sentido en un entorno que enloquecido de aparente racionalidad. En cualquier caso, me quedo con la frase de "El árbol de la vida" de Terrence Malick, esa que le dice la madre a su hijo:

"A menos que ames, tu vida pasará muy rápido"

2 comentarios:

Mía dijo...

Deja de pensar en lo que sería si hubiera sido. Vive. Ama.Decídete a amar.
Cuídate.
Besos.
Ciao.
;-P

Maria dijo...

Quizás y certezas. La vida es un poco azar y otro poco deseos personales.
No nos podemos detener mucho pensando, con lo cual, deberíamos mantener nuestros instintos o reflejos afilados como cuchillos.
Saludos cordiales.