jueves, 3 de noviembre de 2011

La gravedad que afecta a eso que ni tú ni yo somos



No sé quién eres, ni de dónde has salido para esconderte de nuevo, sólo sé que dejas miguitas de pan para que te siga. Pero de un tiempo a esta parte sólo soy capaz de verlas a mi alrededor sin orden, como si hubieran llovido sobre mí, como si estuvieras dentro y me dijeras que ya me perteneces, que ya te pertenezco. Sé que las cosas van mal y que no quedan demasiados lugares a los que huir, que tu voz ya no es del todo tu voz, que han pasado demasiadas cosas, que me lees a escondidas a la luz de una linterna por las noches, que esa noche se quiebra en miles de grietas por donde se cuela una veces el cielo estrellado y otras la infame dictadura de la lluvia, pero sé que me lees con los ojos redondos y la boca redonda, con las manos blancas y el corazón negro, con la última pregunta aún en el aire, con las despedidas que nunca cometimos apuntadas en tarjetas blancas o en un powerpoint de flores y hierba, niños riendo, hombres haciendo hazañas, amables ancianos de dentaduras tan perfectas como postizas, anotado tu adiós con la esperanza de un hasta luego; abriendo una lata de conservas en donde guardas toda esta innecesaria ruina pactada y estos cascotes de lo que algún día fuimos... pero ahora recuerdo que no sé quién eres, que ni siquiera sé de dónde has salido para esconderte de nuevo. Contemplo la idea de que estuvieras hecha de pan y te hayas desmigajado hasta desprenderte de la última esperanza, la esperanza de que fuera recogiendo todos los pedacitos paras así poder reconstruirte.

La otra opción no me cabe en la cabeza. Y es que no existas y te haya convertido yo en un ser de ficción, en un fantasma, en un ángel. Pero esa opción no me cabe en la cabeza porque entonces hubiera sido yo el que invisible hubiera pasado la noche a los pies de tu cama, envuelto en un abrigo negro, escuchando moverse tu cuerpo entre las sábanas, velando tu vigilia, haciendo un fortín de tus sueños... nunca ocurre al revés, siempre soy yo el que se desvanece por las mañanas al primer albor, cuando la persiana aún no distingue la llegada del día de la fría luz de la luna. Pero yo no dejo pedazos de mí para que me recompongas porque en realidad yo no he estado allí, sólo he dormido despierto encogido en un rincón, o llenándolo todo, no has soñado conmigo ni he podido saber qué sueñas. Sólo me he dejado llevar por el vaho que tiñen los ventanas de rocío... y con el primer rumor del radiador al encenderse de forma automática la caldera el último átomo que alguna vez ha formado parte de mí se ha desvanecido en un sueño cuántico e imposible.

Quizá por eso sin saber el porqué he empezado a escribir este post, porque la necesidad de saber de ti es más fuerte que la evidencia de que no estás, que el deseo de que me leas es más urgente que mis ganas de salir corriendo, que no hay un lugar en el mundo que huela más a ti que esta aséptica pantalla sin manos que la toquen. Quizá me llames mañana, de tanto silencio, las palabras me parecerán ladrillos, de tanto querer saber de ti me dolerán las nuevas articulaciones que ahora unen mis huesos, porque has de saber que después de ti, antes de ti, yo sólo era alguien en construcción, y sin ti ahora sé que seré lo que estoy destinado a ser.

Ya ves, tengo la certeza de que estás entre toda esta confusión, en este remolino de palabras que se pierden el rastro unas a otras. Y en la confusión intuyo, todo al mismo tiempo, que ya has llegado, ya has vuelto, nunca te alcanzaré, ya formas parte de mí.

Porque estamos hechos de palabras, que no existen hasta que existe el deseo de pronunciarlas y ser escuchadas, que sólo somos algo muy pequeño hecho de cosas más pequeñas aún, que en estos momentos, mientras me lees, como por arte de magia, hay electrones alrededor tuyo que ya me pertenecen, que cuando te preguntes quién soy o intentes recordarme, átomos míos ya te pertenecen y gravitan, como planetas alrededor de soles diminutos, en la órbita irrevocable de dos cuerpos que sin pertenecerse encuentran un pedacito de eternidad.

10 comentarios:

Daltvila dijo...

Enhorabuena por este hermoso texto!

Te salió redOndO, da la impresión de que las palabras fluyeron con facilidad, cargadas de emoción serena.

hécuba dijo...

A veces me matas. Un beso, toni.

Espera a la primavera, B... dijo...

A veces, Daltvily, algo se rompe, algo así como una cáscara y sale todo (clara y yema) hacia afuera. No sé si estar desnudo pero sí sé que es como estar crudo ¿cómo se contiene el agua dentro de una jarra estrellada contra el suelo? Supongo que todo es un poco así.

Gracias por seguir escribiéndome

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias por estar durante estos años, por ver el mundo como lo ves y compartirlo, gracias por todo lo invisible, por todo lo que nunca te diste cuenta que me dabas.

Un beso

Toni

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Bonito texto, Toni. También te cuando puedo, con los ojos redondos :-)))

Te envío un abrazo y, aunque no hablamos desde hace tiempo, que sepas que me alegro de tus avances. Suerte en todo.

Concha

Mía dijo...

Wow!!!...
No tardará en llegarte la notificación de asesinatos varios...
Cuídate.
Un abrazo, que sé que tú y los besos no os llevais demasiado bien...
Ciao.
;-P

Espera a la primavera, B... dijo...

... y la boca redonda. Reconozco que desde que deshabilitastes los comentarios me detengo menos en tu blog. También no voy a negarte que me gustaba cuando hablabas de ti, de tu vida, de tu familia, de tus cosas. Silencio activo se ha convertido en el oráculo de Delfos, tan lleno de verdades... A veces me pasa que cuando leo muchas cosas positivas seguidas me doy cuenta de lo infeliz que soy por no cumplir ni uno sólo de los requisitos para llegar a la felicidad. Cosas mías.

Espero que todo te esté yendo bien.

Leerte me hace mucho bien.

Un abrazo muy grande

Toni

Espera a la primavera, B... dijo...

Vaya, Heidi, hoy que me había decidido por los besos largos, hoy que me había hecho el propósito de convertir los labios en mundos y viceversa.

Porque yo soy mucho de besos, más que de abrazos.

Sólo que soy muy tímido. La intimidad en público me sonroja.

Besos, Heidi

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Vaya por Dios :-)Estoy en otra fase, pero ya sabes que todos somos lo mismo. ¡Ahora creo que acabo de arreglarlo!

Un abrazote

Espera a la primavera, B... dijo...

Enhorabuena, Concha.

Un abrazo