domingo, 21 de marzo de 2010

El fin del Paraíso


Hay quien cree que puede conseguirse una cohartada con la misma facilidad con la que se consigue un taxi a media tarde en una calle principal de cualquier gran ciudad. Una cohartada es una obra de arte, una cohartada no crea en diez minutos, no se crea si no eres un perfecto constructor de cohartadas.


Hay días en los que maldigo el curso de guión que hice hace años porque encuentro fallos de guión por todas partes. No digo que sea imposible mentirme, sólo digo que tengo práctica en eso de atar cabos sueltos. Claro que también tuve una buena sparring. Ella inspiró otra Ella que me vino de perlas para crear este blog, para crear una historia en la que ella era alguien acostumbrada a no tener normas, a no sentir lealtades. Ella se fue y quedó Ella, la otra, la de carne y papel.


Esta noche el bicho habla a través del oráculo pero no le haría falta hacerlo. El bicho no se pasea por ningún sitio, sólo se sienta a los pies de la cama y se ríe de mí. Esta vez no me duele su risa, esta vez no me coge desprevenido, conozco esa risa y puedo soportarla. El bicho se irá a dormir desconcertado y enfadado conmigo por esta aparente apatía. Ella... ella vagará por las calles en otra compañía que no soy yo, una compañía que sólo es tratar de encontrar algo que le falta y que siempre buscará en otro y no en sí misma, una compañía que no se la merece como no se merecen las mentiras aquellos que te quieren bien.


Errores de guión más frecuentes:


- Te contestan con un mensaje cuando nunca antes lo han hecho.

- Decir que pasarán la noche con alguien con quien no suelen quedar y que no te llamen.

- Que se arreglen más de lo ordinario, por ejemplo, ir a la peluquería.

- Hablar de alguien sin venir a cuento.


Hay otro error de guión. Pero ese es un error de guión de vida.


- Creer que con una mentira vas a evitar el daño que puede ocasionar la verdad. El efecto siempre es el contrario.


A veces una verdad inocente puede ensuciarse con una mentira estúpida.
Me es difícil creer que mi vida vuelva casi siempre a un mismo punto, como si se hubiese fijado a un sentimiento de desencanto eterno, como si una vez encontrada una ilusión, ésta sólo fuera un espejismo, una piedra preciosa que se rompe al caer, como cuando los padres te dicen que no existen los reyes... Mi vida vuelve ahí y yo... esta vez, me río. No porque no me quede otra, sino porque este sentimiento es lo más verdadero que me queda. Nada ni nadie va a influir más en mi ánimo para mal. Nada me va a afectar... lo que importa es la actitud. Si tienes una buena actitud puedes pasar la tristeza sin hacerla más grande de lo que es en realidad.


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