viernes, 2 de enero de 2009

La vieja sirena


Me pregunto dónde estará aquel ejemplar de "La vieja sirena" que le presté y que ella se quedó. Me pregunto si lo tendrá consigo o lo dejó atrás, como tantas otras cosas, como me dejó atrás a mí también, guardado en una caja junto a otros objetos inservibles.
Últimamente recuerdo muy poco de lo que leo, sin embargo, esa historia, se me quedó guardada en algún lugar de mi cuerpo, uno en donde se guardan, sin que yo intervenga voluntariamente, aquello que me estremece por su belleza o por su ferocidad.

"¿Soy yo un clavo que quita otro clavo?". Esta frase me persigue, la guardo en el mismo lugar inconsistente en el que habita "La vieja sirena" pero por motivos muy distintos. Respondí que no, pero después de un breve espacio de tiempo (¿un segundo?) ya no era creíble. Y no era creíble porque no era cierta la respuesta. No porque no fuera verdad (que sí lo era) sino porque me hizo ver lo mucho que me iba a costar deshacerme de su recuerdo.

Desde entonces, cuando conozco a alguien, me siento culpable. Me siento como si necesitara haberme sacado aquel clavo para poder mirar a alguien a los ojos y decirle que estamos solos. He perdido mucho en estos últimos meses, lo sé, pero creo que hubiera perdido mucho más si hubiera sacado aquel clavo con otro clavo aunque no fuera cierto, porque sé que hubiera mentido algunas veces sobre mis sentimientos y mis llamadas, porque sé que hubiera estado confundido y atrapado. He perdido mucho, lo sé, pero me hubiera perdido yo del todo.

Probablemente "La vieja sirena" esté en el fondo de alguna caja o perdida en alguna estantería de un piso deshabitado. Si es así, habré ganado. Si no lo es, también. Nada habrá pasado y la sombra de la novela dejará de ser alargada, dejará de cubrir de oscuridad esos días en los que me ataca la melancolía. Pronto se acabará todo pero antes me veo en la obligación (me obliga a reconocer el amor recibido) de pedir perdón por estos daños colaterales, por guardar en algún lugar indetectable de mi cuerpo una biblioteca de viejas novelas y antiguos afectos que no tienen otro lugar en el que descansar tranquilos, pendientes de archivo y registro, para dejar que entren otros nuevos, recuperar el tiempo perdido, vivir y leer de nuevo. Sólo le pido a la vida eso. El resto son complementos (como un bolso, unos zapatos, una cartera...)

No hay comentarios: