lunes, 8 de diciembre de 2008

Nadie sabe qué es lo mejor


"¿Sabes? Sólo veías lo que querías ver. Sólo veías que yo me iba de casa y dejaba a Cris sin una madre. Sabía que dejándolo contigo lo dejaba en buenas manos, que tú le darías todo lo que él necesitaba. Pero yo me iba por no estar allí, por que no podía enfrentarme al fracaso constante de hacerlo todo mal. Tú siempre lo hacías mejor, siempre me decías que ya lo hacías todo tú. Tú le hacías la comida, tú lo bañabas, tú le leías un cuento. ¿Y yo? Yo no servía para nada. Me sentía como una inútil en mi propia casa y con mi propio hijo. Luego llegaban los reproches, tenías demasiadas cuentas pendientes con el mundo y las querías solucionar conmigo, o mejor dicho, contra mí. Sí, volví a la vida que conocía, al mundo en el que nadie me juzgaba, donde no era una inútil y me invitaban y me decían lo guapa que era, lo mucho que me brillan los ojos cuando hay luna llena. Sí, entérate, me ahogaba a tu lado y al mismo tiempo sabía que eras lo único bueno que tenía Cris, así que os dejé a los dos. No sé, supongo que hice mal, que lo que debería haber hecho es coger a Cris y alejarme de tí. Pero no pude, veía a Cris tan feliz a tu lado..." dijo mirándome con tristeza. "No puedo permitirme llorar. El truco consiste en saber cómo cortar el llanto antes de que empiece. Es fácil. Consiste en cerrar la boca y apretar bien los dientes. Consiste en poderse olvidar de casi todo. Tú también deberías aprender a olvidar pero eso va a ser difícil: los recuerdos es lo único que tienes, sin ellos no eres nada, ni siquiera tendría un motivo para luchar contra el mundo, no sabrías que hacer sin todas esas cuentas que saldar. Házte un favor, olvida o perdona".

Sabía que tenía razón. Sabía que ella me conocía bien y que todo aquello que me había dicho era cierto. Me di cuenta de lo mezquino que había sido y el bicho empezó a reírse de mí "Tan bueno que te creías y eres igual que todo el mundo: un egoísta. Fuiste tú quien le destruyó la vida a Cris y a su madre. Maldito imbécil, sólo sirves para estropearlo todo". El bicho empezó a recuperar su tono empezó a gritar por la habitación. Empecé a sentirme mal, tenía demasiado calor y la cabeza empezaba a darme vueltas.
"Será mejor que te vayas. Vete antes de que Martin cambie de opinión. Me ha dado sólo unos minutos e imagino que debe de estar impaciente. Vete, te lo suplico. Aunque no lo creas te quise más que a ningún hombre solo que tú nunca te dejaste querer. Se me hace difícil saber que no voy a volver a verte nunca más. No te guardo ningún rencor, en serio, a tu modo querías lo mejor para mí. Solo que para eso yo tenía que dejar de ser quien era y convertirme en alguien que cupiera dentro de tu cabeza. Y lo hubiera hecho pero ni siquiera tú sabías qué era lo que querías".
Traté de acercarme pero en cuanto ella vio mis intenciones se levantó de la silla y retrocedió hacia la puerta por donde suponía había salido el hombre de la silla de ruedas.
"No te acerques. Si me abrazas empezaré a llorar y ya no podré parar de hacerlo nunca más. Vete". dijo sin mirarme a los ojos.
"Está bien, me iré. Tengo el mismo número de teléfono. Si alguna vez me necesitas, llámame" le dije.
No dijo nada. No me miró mientra yo volvía al pasillo, quizá porque negando mi presencia podría aceptar mi ausencia. Desandé el pasillo y salí fuera de la casa. O hacía demasiado calor dentro o fuera había bajado la temperatura. El viento agitaba las hojas de los árboles con violencia. Bajé las escaleras y me adentré en el bosque hacia donde había dejado el coche. Cuando abría la puerta cayó la primera gota.
Ya dentro del coche pensé qué hubiera pasado si la hubiera cogido en volandas y me la hubiera llevado. Si no era eso, en realidad lo que ella quería. Arranqué el coche y volví al camino de tierra y conduje hasta el cruce con la carretera. Empezaba a llover con fuerza. Me pregunté si sería, de verdad la última vez que la vería y ante esa posibilidad se me inundó la garganta de lágrimas. El secreto consistía en apretar los dientes, recordé.
Relajé la mandíbula y las lágrimas siguieron su camino. Ya sé que un hombre no llora pero ¿quién sabe qué es ser un hombre cuando lo que crees que debes ser ahoga a los que están a tu alrededor, cuando ser una roca en lugar de ayudarte a aguantarlo todo sólo sirve para hundirte más y más hacia el fondo del mar? El bicho rabioso aceleró, la carretera mojada, los neumáticos con barro, vivir el peligro de las curvas a más velocidad de los que debería... la rabia suicida, la misma que hablan los puños, la misma que aleja de mi a quienes más quiero. "Maldita sea, mejor estar muerto" gritaba el bicho. Llovía mucho. Metí la mano en el abrigo buscando un cigarrillo y mis manos tropezaron con un papel. Era el que había utilizado para tomar nota de la dirección a la que debía ir Sansón. Fue tocar aquel trozo de papel y tener claro qué es lo que iba a hacer con aquello. Reduje la velocidad y tomé rumbo a casa de Carmen. Con un poco de suerte María estaría despierta.

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