jueves, 18 de septiembre de 2008

Y casi te olvido

Supongo que por fin se tiene lo que se quiere, que se alejen las personas que no nos quieren y que tarde o temprano van a acabar por hacernos daño y eso es como la lámpara de Aladino, cuidado con lo que pides porque no hay vuelta a atrás. Supongo que debe de ser ley de vida, que sobrevivir es elegir, que decir adiós no es decir hasta pronto o hasta otra. Decir adiós es decir adiós. Decir adiós es decir basta.

Todas las noches me prometo cambiar este colchón y su muelle roto. Cada vez que me topo con él es como mezclarme contigo, con la noche en que lo partimos con el alma y los huesos, despertando a los vecinos. A veces lo enmarcaría y otras le prendería fuego con las brasas de aquellos días y de aquellas noches. Y es que últimamente no me sale nada y es que casi no sé ni lo que digo. Eso debe de ser bueno. Voy agotando el vocabulario con el que puede nombrarte eso en lo que me he estado convirtiendo desde que no sé nada de ti. Y es que esta tarde a Aladino, le dije, tomándome un cortado en la terraza de un bar, que quiero olvidarte. Y él dijo que le resultaba curioso que a las personas que acaban por hacernos daño son a las que más queremos, que es una paradoja olvidarlas, que es como tomar una medicina para que no nos cure pero sin saltarnos ni una sola toma y respetando escrupulosamente el horario. Luego se levantó y me tocó la cabeza "Hecho" dijo.

Y casi te olvido. Qué susto.

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