viernes, 19 de septiembre de 2008

en la fiesta

Sansón me miró divertido, con esa seguridad en sí mismo que tienen los seres brutales y que arrastran tras de sí como una sombra, sin admitir a otros semejantes alrededor de ellos, como un perro no permite la presencia de otro perro en su territorio.
Sansón cruzó los brazos y abrió las piernas. Aquel gesto me transportó a los años de las puertas de las discotecas. La presencia tiene sus ritos y sus poses. Tiene sus miradas y fierezas. Sansón quería que los que estaban dentro de aquella sala supieran que él era la autoridad y que estaba dispuesto a hacer cumplir unas normas que nadie sabía hasta dónde llegaban.
Simplemente, todos éramos invitados. Garr era el anfitrión y quien tenía el poder absoluto que lo que allí pasaría. Era el jefe de pista, el maestro de ceremonias, el representante de Baco en la tierra. Él tenía sus propias normas y una cohorte de sátiros infiltrados entre los presentes que tenían instrucciones precisas de qué hacer en cada momento.Sansón era sólo uno de ellos,el alumno aventajado, el ojo que todo lo ve y que maneja el brazo que todo lo puede, el colmillo dispuesto a desgarrar la carne.

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