viernes, 5 de septiembre de 2008

La luna es de hierro, los cuerpos son de piedra

Me pregunto qué habrá sido de la pequeña princesa, de su luna de hierro y de su cuerpo de piedra, de la nocturnidad de sus ojos y de la magia de sus hojas, de aquella forma suya, tan dulce y tan fiera al mismo tiempo, de hacer el amor con los espejos. Me pregunto por ella, me preguntan por ella. Les digo que se fue y cada vez siento menos decirlo. Un día saldré a la calle con una camiseta que diga "Se fue" y se irá desgastando con el tiempo y los lavados hasta que haga con ella trapos para limpiar el polvo y los acabe tirando. Así se olvidan las cosas: a base de encontrar otros usos, otras costumbres para los mismos objetos.
Esta mañana, al levantarme, creí que estaba nublado. Luego salí a la calle y hacía sol. No lo entendía hasta que al cabo de un buen rato me encontré preguntándome qué habrá sido de la pequeña princesa, de su luna de hierro, de su diminuto cuerpo de piedra.

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