jueves, 18 de agosto de 2011

Siete


La diablesa suspiró, metió el contrato de nuevo en su cartera y sonrió casi burlona; la cerró lenta y silenciosamente, quizá me lo pareció a mí pero el sonido del click del cierre sonó exageradamente fuerte y demasiado metálico incluso para un artículo del que se espera que en el precio vaya incluida una elegante discreción.
Apoyó la espalda en el respaldo de la silla, me miró fijamente a los ojos y yo le miré el escote. "Por favor..." dijo haciendo un gesto de hastío.

Mirándola uno llegaba a la conclusión de que era imposible que el diablo supiera más por viejo, quizá fuera una locura pero pensé que el diablo tenía la edad terrestre que aparentaba y que el contrato que me extendía hacía unos instantes era un mero formalismo, un artificio con el que poner en escena algo teatralmente necesario, algo así como un trámite obligatorio que venía en un pack con todo el resto: la melena negra, los ojos de selva, la inteligencia, la locura, ese escote... bueno, ya lo he dicho, la locura...

Se quedó un buen rato en silencio, me dijo que yo era más viejo que el diablo mismo y que, cuando uno llega a esos extremos es mejor plantearse qué se es, a dónde se quiere llegar y en qué estado se llegará si se llega. "No vas bien, Toni" me dijo en un tono al que creí que le seguía la frase de El Padrino "¿en qué te he ofendido para que me trates así?" pero no lo dijo, creo que en realidad se levantó y paseó cadenciosamente por la habitación soltándome un sermón acerca de la suerte que tenía y de lo mucho que mi orgullo destruía mis sueños, dijo algo acerca del destino, de que no somos eternos, de que yo aún no lo sabía pero ya me estaba arrepintiendo, se le llenó la boca de cielos de limón y nubes de arena y yo la escuchaba, como si al hacerlo expiara una culpa ancestral, algo que se me marcó al nacer en el ADN de mis venas, una canción triste y lenta, con muchos violines en los estribillos, una canción de cuna de invierno.

Salimos juntos del edificio. En cuanto cerramos la puerta del portal, éste se desvaneció lenta y pauasamente como si hubiese sido una duna azotada por un viento invencible. Sonaron nuestros pasos sobre la acera requemada por el sol, seca y alcalina, dura y porosa como la concha de un molusco gigante. Nos despedimos en la parada de metro, ella hacia su interior y yo me quedé en la parte de arriba de las escaleras, pensando en todo lo que me había pasado estos últimos años, mientras la veía desaparecer bajo el tintineante martilleo de la luz de un fluorescente a punto de fundirse.

Luego regresé a casa, conduje despacio, con los sonidos amortiguándose alrededor mío como si el campo electromagnético que envuelve mi cuerpo se hubiera vuelto más espeso, llegué a eso de la una de la madrugada, aturdido y sediento, lento como un paquidermo camino de no se sabe muy bien a dónde. La luna se encogía imperceptiblemente a través de las cortinas mientras me metía en la cama para preguntarle a la almohada en dónde estaría ella en ese mismo momento y si estaría a punto de ser feliz de nuevo, extendiendo otro contrato a otro ingenuo transeúnte, si acabaría por, en el último momento, quitárselo de las manos para decirle que no, que se había equivocado, que ese contrato no era para él sino para otra persona, y si se habría levantado de la silla y se habría dado rápidamente la vuelta ganando la calle de inmediato, atropelladamente, olvidándose de pagar la copa de vino, tratando de evitar la tentación de coger el teléfono y llamarme.

Pero el teléfono no sonó. Dormí poco, apenas descansé el rato que sí dormí, me levanté sintiéndome como si hubiera envejecido diez años en un sólo día. Me duché sin ganas envolviéndome en el aroma del suavizante que había comprado especialmente para cuando ella volviera a casa. El café me despejó o me abotorgó de lucidez, quién sabe, y me dejé llevar por la rutina como si en ella pudiera encontrar un saliente donde asirme y evitar la caída.

Fue una mañana difícil de despistes y llamadas asesinas. Me perdí entre las sombras de su orilla.

5 comentarios:

Daltvila dijo...

Es lo mejor que he leído de tí hasta ahora.

Anónimo dijo...

TOTAL y ABSOLUTAMENTE de acuerdo con lo que dice la *"jefa", es decir, DALTVILA, pero añado que la entrada de "Diablesa" la primera, la que dio continuación a esta es igualmente buena, es buenísima y divertida. Sólo hay que remitirse a ella.

Si me permites la sugerencia, y teniendo en cuenta que me he leído tu blog enterito, te digo que quizás podrías poner un enlace en este post, que para que remita al primer post, el de "Diablesa". Para quienes no lo hayan leído todavía. Es sólo una pequeña sugerencia...

Siempre has escrito bien, Toni, tu post de hoy me lo confirma.

P. D.: Lo de * "jefa" es porque la Srta. Daltvila y yo somos las fundadoras de la AEA (Asociación de Escritores Anónimos).

:O)

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias, Daltvila, no sé qué decir. Sólo gracias por esa apreciación tuya que tantos ánimos me dan para continuar.

Espera a la primavera, B... dijo...

Caramba, Amber, te has leído mi blog enterito, eso sí que son ganas. Es bastante repetitivo y una queja continua, supongo que tendrás una opinión de mí muy desastrosa.

A veces escribo partes de novelas que tengo en la cabeza o dibujo personajes a grandes rasgos con pincel pequeño. Sólo eso. Luego me quedo bloqueado en la historia y en mi vida. Supongo que todo cambiará.

Un abrazo a la asociación de escritores anónimos.

Besos

toni

Anónimo dijo...

Lo sabes, te lo he dicho ya varias veces, en distintos comentarios...
:)

No sólo me he leído tu blog enterito DOS veces, sino que tb. sabes que no tengo "ninguna opinión desastrosa de ti", ni mucho menos, así que no voy a repetirme, que ya me hago aburrida.

Lo de que le pongas un link al post de DIABLESA, pensé que sería buena idea, para aquellos que no lo hayan leído. Ambas entrada, a mi modo de ver, son inseparables y ésta se entendería incluso mejor.

¡Qué tengas un estupendo fin de semana!