domingo, 27 de marzo de 2011

Volcanes dormidos


Por la noche, mi cuerpo ardía y temblaba como un edificio en llamas y me preguntaba si toda aquella rabia que sentía la habían sentido otros antes que yo. Pensé que si en algún momento de mi vida no había sido dueño de mí mismo, probablemente era en ese instante, y mi cuerpo se hacía pequeño y mis pulmones no podían encontrar oxígeno en la habitación. Las sábanas se pegaron a mi cuerpo como si quisieran envasarme al vacío y mi corazón latía con tanta fuerza que los vecinos de mi calle empezaron a encender las luces y cuchichear tras las ventanas.

El tiempo se detuvo porque no podía traspasar aquella barrera impermeable a los designios de cualquier dios vigente. Y el tiempo se sintió perplejo y extraño porque siempre había hecho lo mismo desde que naciera y, ante la imposibilidad de avanzar se quedó mudo; el mundo se quedó sin palabras porque no tenía sentido pronunciarlas sin un futuro donde ser escuchadas y, en la cueva donde van a parar las palabras una vez dichas, por primera vez en cien mil años se secó la cascada cantarina por donde se precipitan las sílabas.

Pasó una hora, quizá fueron un millón de años (no sé), y me disminuyó la fiebre; su recuerdo dejó paso a un silencio y a una calma que permitió que volviera a respirar. El tiempo creyó que podía continuar y lo hizo, se quedaron flotando por la habitación paveas ardientes de segundos que acabaron por desaparecer como las luces de unos fuegos artificiales.

Me quedé sentado en la cama hasta que el viento volvió, lentamente, a mover las hojas de los árboles de mi calle. Los vecinos volvieron a sus camas en silendio, y en la penunbra de mi celda creí ver que allí a lo lejos, el primer vagón del tiempo se alejaba sobre sus raíles infinitos; juraría que miró hacia atrás para mirarme y asegurarse que lo que había pasado había sido real. Luego volvió a mirar hacia adelante y desapareció en la oscuridad camino de la eternidad.

Yó empecé a preguntarme si aquello sucedería, en adelante, con todas las noches en las que notaría su ausencia y durante cuánto tiempo podría soportarlo. No dormí a pesar de mi estado de agotamiento. No tenía miedo a cerrar los ojos ni a que volviera aquella desesperación tan próxima a la muerte. Si algo me inquietaba era que pudiera dormirme y que al despertar hubiera olvidado lo sucedido y por consiguiente la hubiera olvidado a ella.

Ví amanacer y me pareció maravilloso, pensé que era una lástima perderme esa sensación todos los días. A las siete sonó el despertador con su sonido metálico y supe que no había dormido ni un sólo instante, y retrasé la hora en que sonara a la mañana siguiente para poder ver de nuevo salir el sol tras la ventana.

Me pregunté si seguiría leyendo el blog a escondidas y supe que no, que me había olvidado definitivamente.

Me duché y me vestí mucho más consciente de lo que hacía, dando a cada movimiento, una importancia que nunca antes tuvo.

Desayuné solo y encendí el ordenador para poder emprender el trabajo.

Escribí en un descanso (puede que esto) y dejé que pasaran las horas, algo que, a partir de ahora, se convertirá en una irremediable pendiente hacia el día en el que deje de pensar en ella.

A media mañana bajé al bar de la esquina, sólo para ver gente, y me tomé un café.

Hacía un día hermoso y tranquilo, y pensé que así son los volcanes mientras siguen dormidos.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Un texto lleno de imágenes interesantes... Muy buena literatura.

Me gusta la frase, "en la cueva donde van a parar las palabras una vez dichas, por primera vez en cien mil años se secó la cascada cantarina por donde se precipitan las sílabas. "

Pasa feliz tarde de domingo,

Amber

Las Espirales de Brígida dijo...

Precioso.
Bravo.
Me encantó...
Me emocionó.
Fué una lectura en erupción.

Me gustó eso de la sábana envolviéndote al vacío. El "cambio de horario"...
Hay un renglón que no entiendo, pero que se me hace vital en el escrito: "me pregunté si seguiría leyendo el blog a escondidas...etc"
Un beso
S.

Espera a la primavera, B... dijo...

Amber, existe ese lugar, yo lo he visto, forma parte de mi vida desde entonces. Hay un lugar donde van las palabras que se han dicho...

Feliz domingo.

Espera a la primavera, B... dijo...

Hace tiempo le pedí a alguien que dejara de leerme. Lo hizo.

Me olvidó con mucha facilidad, yo sólo le pedí que, por lo menos, dejara de hacerse presente.

Lady Artmer dijo...

¿Pero tú querías que siguiera leyéndote? ¿Cómo estás tan seguro que dejó de hacerlo?

Espera a la primavera, B... dijo...

Me lo dijo. Me dijo: "¿Has visto? Ya no entro en tu blog" lo dijo casi riéndose...

Las Espirales de Brígida dijo...

No le creas.
Seguirá entrando, aunque te diga que no.
Palabra de mujer.
Beso
S
PD, pero ya no preguntes...

Mía dijo...

Bionito texto.
Enlazas las palabras de manera sutil...
Lástima que vayas pidiendo que dejen de leerte...
Un abrazo.
Ciao.
;-P

Lady Artmer dijo...

Aún así, es posible que sea mentira, y si te lo dijo, es que tampoco te había olvidado.

Espera a la primavera, B... dijo...

Cuando te dan la patada, lo mínimo es que no se queden a mirar cómo te retuerces de dolor (igual me he pasao pero en esencia es eso) No hay rencor pero sí una tristeza perpleja y un no querer saber nada el uno del otro. Unas cosas no las entiendo y otras no quiero entenderlas.

Espera a la primavera, B... dijo...

Nadie olvida totalmente, lo jodido es que te recuerden sólo para lo que les interesa.