miércoles, 1 de julio de 2009

El tintineo de los cuerpos celestes


Cuando entro en el bar todo el mundo está en silencio. Se oyen las pisadas del camarero, el tintineo reprimido de una cucharilla contra una taza de café, hasta el dueño del local detrás de la barra trata de hacer el menor ruido al sacar el vapor con el que calienta, en una jarrita inoxidable, un cuarto de litro de leche. Los hombres miran de reojo hacia el fondo del bar con disimulo, las dos mujeres que hay, una sentada en la barra y otra en una mesa junto a un hombre, parecen nerviosas.

Dirijo la vista hacia donde las miradas de los clientes se ven atraídas como si en ese lugar se hubiese abierto un agujero negro de gravedad infinita que sólo afecte a los ojos. Y allí la descubro a ella, que me mira a mi fijamente con cierto fastidio, como si estuviese esperando a otra persona y yo fuese culpable de alargar su espera. Es una diosa. Cada gesto que hace genera un universo, cuando pasa la página de La Vanguardia, el aire danza en torno de su brazo, un aire más ligero y limpio en un gesto elegante de dedos gráciles y pausados.

Me siento en la mesa de siempre, de tal modo que tengo al grupo de clientes a la derecha y ella a la izquierda. Le hago un gesto al camarero para que venga, se inclina y le susurro que un café con leche y un croasán como si estuviese en una biblioteca, con miedo a que alguien me diga "ssssh". Cuando levanto la vista noto que ella ha clavado la suya en mí. Me mira con detenimiento, me estudia como lo haría un tigre a su presa. Se levanta y camina hacia mí como un felino y sin dejar de mirarme a los ojos se sienta en la silla de mi izquierda. "Tú debes de ser Toni" me dice. Consigo respirar. "Sí" le digo con una voz que apenas recuerda en algo a la que suelo tener. De cerca es increíblemente hermosa, una mezcla de razas inexplicable. Ella parece leerme el pensamiento "mi padre era boliviano, mi madre alemana, mis abuelos de México, de Filipinas, de Mozambique, de Laponia... me llamo Lucía" dice sonriéndome. Su sonrisa deja a la puesta de sol a la algura del betún, sus ojos del color del limo de los ríos, su tez morena, sus perfectos labios rojos... mi cuerpo experimenta una ingravidez alucinógena, algunos de mis capilares sufren el estrés de la enfermedad de Stendhal y estallan emitiendo chasquidos por todo el cuerpo, en una melodía que me resulta conocida "¡coño, el bolero de Ravel!" "¿Qué?" pregunta ella. "Nada, nada" respondo avergonzado. "Me dijeron que te podría encontrar aquí. Hace tiempo que te vengo buscando. He leído tu novela, estaba en la ciudad y he querido conocerte en persona. No te imaginaba así, perdona la confianza, te imginaba de otra manera, no sé, no eres como escribes..." dice en un tono más relajado. Se recuesta en la silla. Hablamos y reímos, es encandora, mucho más sencilla de lo que sería alguien que se supiera el súmum de la belleza. Poco a poco me voy dando cuenta de que su cuerpo es una máquina perfecta, todas sus células trabajan al unísono en bien de un fin más alto que ellas, un fin que se llama Lucía y que ni siquiera tiene la más mínima contractura ni el más pequeño de sus músculos, un organismo que funciona en un equilibrio extraordinario. Si dios existiera bajaría a este bar, me echaría la mano por el hombro y señalándola me diría "Toni, la perfección. Para que luego digan que no sé hacer bien las cosas" y yo le respodería "no hacía falta que me tocaras para decirme esto". Hasta su voz, templada, ni femenina ni masculina, es un prodigio. Si me dijera que me tirara del edificio más alto de la ciudad lo haría convencido, como si en realidad me hubiese dicho que le acercase una servilleta.

"Eres un hombre simpático y ocurrente. Me gustas" ¡Hála! ¡a tomar por culo media docena de arterias! "¿Sí?" respondo (toni eres un imbécil). "Me voy esta tarde. Me gustaría que nos viéramos otro día. Si me das tu número de teléfono te llamaré cuando vuelva por la ciudad y así no tendré que buscarte por los bares, no te imaginas lo que hay por ahí". Le doy mi número de teléfono. "¿No quieres el mío?" me dice con picardía. "Ah, sí, claro" tengo otra lucía en la agenda del móvil. "Lucía qué más" pregunto. "Lucía Fernández" me dice. Nos despedimos, me da un beso en la mejilla demasiado cerca de los labios. Paga y nos vamos. En la puerta ella sale en dirección norte y yo... ni me acuerdo. Me dice adiós con la mano.

Me digo que no la llamaré hasta por lo menos dentro de dos días para que no se piense que estoy impaciente. A las nueve suena el teléfono móvil. En la pantallita sale su nombre. Descuelgo "¿Sí?" digo. "Hola. Soy Lucía. He pensado que como voy a cenar sola, si quieres cenamos juntos, si puedes claro". "¿Hoy? pues no sé. Espera que mire la agenda" (toni, imbécil, son las nueve de la noche, ¿quién coño se va a tragar eso?) Me bajo de la lámpara del comedor a la que me he agarrado del bote que he pegado al ver su nombre en la pantallita, cojo la agenda que me regarlaron por reyes y le saco el plástico que la envuelve. "Pues no tengo nada (no sé para qué he tenido que buscar la agenda si ella no me ve) si quieres quedamos en tres cuartos de hora en el café Zurich" le digo. "En un cuarto de hora" dice ella. "Allí estaré" le digo.

2 comentarios:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Oye, estoy desvelada, y me ha venido bien esta entrada tan entretenida. Engancha "Aguas abajo". Está francamente bien. Te he visto enganchado en la lámpara, quitando el plástico de la agenda con los dientes :-))

Genética Inexacta dijo...

Qué curioso, tengo creados dos personajes Diego Y Lucía, siempre ando echando mano de ellos, hasta el punto de que ya les puse cara, personalidad, tono de voz, gestos y ahora en tu Lucía vi a mi Lucía. Desde luego si es ella has tenido suerte de "conocerla", yo todavia ando esperando que Diego aparezca.

Mira! Buscaré en el baul del cristal violeta y subiré a Genetica inexacta algo de Diego ( por si le conoces, así le dices que le ando buscando).

Dios mio, desvarío de verdad, no se si son las horas que son, el cansancio o la genetica que la tengo ya descompuesta del todo.

Bona nit!!

( y muchos besitos de almohada)