viernes, 3 de julio de 2020

Volveremos una y mil veces y sé que siempre nos encontraremos a lo largo de las vidas que necesitemos hasta completar algo que está escrito en las estrellas.



Nunca sé cómo empezar. Bueno, y luego tampoco suelo acabar lo que empiezo.

Supongo que, desde fuera, todo indica que soy un auténtico desastre, pero la verdad es que diría que  tengo un plan interno en el que todo encaja más o menos, un plan que pende de algo así como una fórmula divina que ni yo mismo entiendo y que se obsesiona conmigo, como nos obsesionamos con las cosas, y a veces las personas, que no podemos tener.

A veces pienso que la historia de la humanidad no es más que eso: gente obsesionada con cosas y personas y todo lo que hacen para calmar esa obsesión. Eso y vencer el aburrimiento. Callar al bicho y hacer cosas para no oírlo gritar dentro de uno. Como si vivir fuera, en verdad, tratar de escapar de la miserable e insulsa realidad que es estar vivo.

No sé si hacer cosas es lo mejor. A veces he intentado meditar y todo eso, pero me puede la impaciencia. Hay algo que se mueve dentro que no me deja estar quieto, que me impulsa a hacer algo, a lo que sea. Supongo que por eso escribo en este blog y nunca escribiré nada serio por muchos cursos de escritura creativa, novela, o sucedáneos, que busque.

En ocasiones soy capaz de encontrar destellos de luz o de conciencia en algún recóndito e inexplorado rincón de mi cerebro. Han sido pocos, aunque supongo que no creo que los pueda contar todos com tal. Aquella vez que escuché dentro de mi cabeza un grito en medio de la madrugada y por la mañana había diseñado un artilugio con planos y todo y no me acordaba de casi nada. O aquella otra en la que me paré delante de un edificio con el que había soñado meses atrás... a quince mil kilómetros de distancia de mi casa, sin buscarlo.

Me gustaría creer que estamos abocados a seguir un plan moviéndonos  a través de infinitos universos posibles, dejando uno para aterrizar en otro, tan igual al que dejamos atrás que no podemos distinguir las diferencias, quizá porque éstas son invisibles, porque en el fondo, la vida no es más que el tejido donde se juntan lo real y lo posible.

Y lo posible lo es porque somos capaces de imaginarlo como algo real.

Si pudiera elegir de nuevo, creo que cambiaría tantas cosas que lo más probable es que llegara al mismo sitio en el que estoy ahora como he llegado esta vez: por casualidad o como consecuencia de ese plan infinito del que a veces creo que tarde o temprano acabaré por entender.

Hace años que persigo una teoría universal de todas las cosas, no desde la física, si no desde lo sensorial. No se lo he contado a casi nadie. Sigo con mis experimentos y sigo con el plan que yo mismo me he establecido.

No sé si llegaré al final o me quedaré a medias.

Quizá acabe por escribir la teoría en forma de novela de ciencia-ficción.

Pero bueno, eso ya es demasiado difícil partiendo de la base de que parezco (y soy) un auténtico desastre y que acabo pocas cosas de la que empiezo.

Pero tú ya lo sabías cuando empezaste a leerme.

Te echaré de menos.

Creo que mi vida es un continuo decir adiós y añorar cosas que fueron diarias durante años. Me va a costar dejar de pensar en ti.

De todas las cosas que siempre empiezo y nunca acabo, tú eras la que más quise acabar.

La más sutil y la más complicada.

A veces nos obsesionamos precisamente por eso mismo: porque son imposibles.

Y no sabríamos qué hacer si lo alcanzáramos.

Creo que hay un síndrome para eso.

Y una terapia.

Y una cura.

Pero es que tampoco, hasta ahora, he acabado ninguna terapia.

Creo que prefiero estar a medio arreglar.

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