viernes, 16 de febrero de 2018

El año en el que aún éramos casi inocentes



Al principio creí que las cosas eran como eran y que no había forma de cambiarlas. Cambiar es algo difícil. Algunos estudios afirman que la red neuronal entra en simpatía con la red neuronal de la gente con la que sueles convivir. Supongo que esa es una de las razones por las que me gusta vivir solo. No me gusta influir ni mucho menos que me influyan. 

A veces creo que, en realidad, yo ya sabía a lo que venía y aun así quise venir. El niño que fui no. Fui un niño enfermo y solitario. Me socialicé tarde y, la verdad, no mucho. Los otros niños me ponían nervioso con sus gritos y sus juegos. En ocasiones sí que me acerqué a ellos, pero siempre era momentáneo. Siempre pasaba algo que me devolvía a mi estado natural de indiferencia.

Creo que si algo me define, es mi capacidad para estar sin ver gente mucho tiempo, quizà porque en el fondo todos están dentro de mí. Es como si me gustara la gente, pero de lejos, sin interactuar demasiado, con un espacio de seguridad habilitado para no refugiarme en él. Algo así como una habitación del pánico en la que sentirme seguro un tiempo y poder salir cuando el peligro haya pasado.

Pero el peligro que te lleva a ese lugar nunca acaba, sólo se transforma en otra cosa o en otra persona.

Siempre tuve la sensación de que los primeros ochenta fueron algo así como una época de inocencia programada. Y que éste fue como un himno a lo superficial, pero pasado el tiempo, creo que fueron años de ocultar lo sucio y feo bajo la alfombra. En el fondo, me gustó crecer en aquella época, y supongo que todo idealismo necesita de un tiempo pasado así.

4 comentarios:

g dijo...

Me has volcado de nuevo en los 80, y en mis rarezas de hija única, también con problemas de socialización pero muy buenas notas.

Aún me cuesta la gente, digamos que la madurez me da la cara dura de plantarme ante ella y ser como me dé la gana en cada momento.
Aún siento inocencia, pero ya no es lo mismo.

hécuba dijo...

A mí me volvía loca esa película por el principio. Musas patinando. Yo antes patinaba mucho, me encantaba. Y creo que desde niña he querido ser la musa de alguien, ser la razón por la que alguien sintiera la necesidad de crear algo.Fui a ver Xanadú al cine con mis amigas (la primera vez que fui al cine con mis amigas. (Mmm, me acaba de venir una idea para una entrada en el blog). Tengo muy buen recuerdo de los ochenta, supongo que, en cierta manera, he ido ocultando bajo la alfombra todo lo malo.

Espera a la primavera, B... dijo...

G, Imagino que la madurez te da la posibilidad de ser quien realmente eres, o al menos mostrar la máscara que nos hemos ido fabricando a lo largo de los años. En cualquier caso, me gustó que regresaras a los 80, en el fondo, la inocencia siempre está ahí, en forma de recuerdos de infancia, en cada una de las cosas que asociamos a un pasado feliz.

Espera a la primavera, B... dijo...

Xanadú fue la primera canción mía propia. Antes las canciones eran las que mi hermana mayor escuchaba y ésta me gustó a mí y no a ella. Supongo que el timbre de Olivia Newton-John no era para todos los gustos... pero tenía algo de E.L.O y de Alan Parsons projects que me gustaba. No he visto la película. Creo que fui a ver Flash Gordon con banda sonora de Queen.

Los ochenta fueron un poco el amable american way of life y el principio de algo que se percibía como una oportunidad de algo inmaterial. La vida como algo más fácil de lo que realmente era. Supongo que vivimos el paso de la niñez a la adolescencia en unos buenos años.

¿Realmente la tecnología ha mejorado el mundo?