lunes, 26 de febrero de 2018

Conocer a Bill Gates


Una vez hice un trato. Han pasado diez años y no podría decir si el resultado fue un desastre o lo que me llevó a tener una vida más o menos interesante. Lo bueno y lo malo son, en realidad, lo mismo, la misma jodida mierda. Todos acabaremos muriendo, algunos tendrán la suerte de vivir muchos años en los que añorar cuando eran jóvenes y pudieron hacer cosas que ahora no pueden hacer.

Reconozco que yo empiezo a pensar eso. Dentro de poco cumplo años. Maldita sea, soy una versión vieja de algo que fue un último modelo, ni siquiera soy un clásico. Soy como uno de esos coches a los que no se les repara porque no merece la pena, no sabes si quedan piezas, o si el precio del arreglo será mayor que el valor del coche.

Maldita sea, debería estar cuidándome y no partiéndome la cara. Creo que como mucho me quedan cinco años buenos, siete a lo sumo. Espero que todo vaya bien porque si no voy a acabar como uno de esos que deben vivir de la beneficencia.

Los tratos son, casi siempre, una apuesta. Un contrato es algo más formal, algo a lo que acudir cuando todos quieren ganar más de lo que le pertenece, pero un trato es un acuerdo entre dos personas, entre dos seres humanos, entre dos miradas.

Y yo ahora soy más de trueques, de cumplir sueños a base de cumplir sueños.

De hacer lo que se quiera hacer antes de que sea demasiado tarde.

No sé cuándo vamos a morir, pero me gustaría no arrepentirme de cosas. Sobre todo, de las que no hice.


1 comentario:

Pitt Tristán dijo...

Drama del hombre -son palabras de Jean Paul Sartre- que, sin apoyo ni ayuda, es condenado en cada momento a inventar al hombre.

Saludos.