lunes, 5 de marzo de 2018

¿Qué nos deparará el futuro?

Hace un año

No tengo muchas ganas de hablar. El Mobile World Congress fue una fastidio. Le digo a todo el mundo que fue maravilloso y que todos estaba encantado de mi proyecto y que querían invertir en él y... pero me cansé un montón, iba de un lado para otro, yo creo que en centro de vigilancia de cámaras de la feria decían "mira, ya está ese tipo otra vez aquí dando vueltas. No le quites el ojo de encima". Pero básicamente iba despistado y me ponía a hablar con cualquiera y me daba igual todo. No soporto el exceso y en la feria había mucho traje de más de doscientos euros y mucho lujo y mucho pavellón exclusivo.

En el fondo son directivos de escuelas de negocio, si no exisitieran los teléfonos móviles montarían una feria de otra cosa y harían lo mismo pero sobre esa otra cosa. No creo que ninguno de ellos le dé valor a lo que realmente merecen la pena. Igual simplifico, pero creo que el mundo se va por el desagüe cuando se gasta tantísimo dinero en algo tan supérfluo. Ya está, ya lo he dicho.

Me fui a visitar pavellones pequeños, estuve hablando con un señor mayor que hace enchufes. Su hija me miraba como diciendo, "papá, éste es un muerto de hambre, estás perdiendo el tiempo", pero el hombre fue muy amable y aprendí bastante de él. Luego me lo encontré por el pasillo y me saludó, lo que me dio a entender que en realidad los chinos no nos ven a los occidentales como todos iguales, algo de lo que no estaba seguro.

Luego estuve hablando con la técnica de la generalitat que me metió en la feria a precio de vagabundo y le estuve hablando un buen rato hasta que me di cuenta de que no me estaba escuchando, así que le dije cuatro idioteces para comprobar si realmente me estaba escuchando y no, no lo estaba.

Conocí gente interesante, un sueco llamado Pontus y un chino americano de nombre impronunciable que va a hacer un negociazo muy pronto y dos ugandeses que eran más espabilados que diez occidentales juntos y una maltesa con apellido polaco, y una italiana con apellido italiano, y un señor de Naciones Unidas y poco más.

El viernes me entrevisté con el delegado de la Generalitat en Silicon Valley. Es más espabilado que diez de los ugandeses que conocí en la feria juntos. Siempre me da buenos consejos, pero en realidad, es de los que piesan que soy un desastre y que la Generalitat nunca recuperará lo poco que ha invertido en mí. Pero se equivoca.

Sé que se equivoca.

Últimamente tengo miedo a morirme de repente. No sé. Creo que es influenciado por las noticias, pero empiezo a pensar que tengo que cuidar mi salud mucho más de lo que lo hago.

No me gustaría dejar este mundo sin mi proyecto acabado.

Espero vivir aún muchos años.

Pero no descarto que, con lo desastre que soy, lo deje todo a medio hacer.

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