jueves, 22 de febrero de 2018

Un gato blanco llamado Romeo


Creo que nunca tuve ninguna posibilidad, que fue el enésimo intento baldío. Si hay algo a lo que estoy abonado es a repetir las mismas historias en todas las facetas de mi vida. A veces tengo la impresión de que no aprendo, de que sigo y seguiré orbitando enternamentelos mismos temas, la misma idea perfecta. No importa demasiado, desde que me he dado cuenta que somos tan finitos y que ya he rebasado el ecuador de mi vida (y ni tan siquiera sé cuando) me he vuelto más impaciente.

Escribo esto en una cafetería abarrotada al lado del departamento de Industria y son las ocho y pico de la tarde de un jueves. He renunciado a volver a casa sin darme un rato para mí, no me gusta en lo que se ha convertido mi vida, pero tampoco me atrevo a pensar en qué quiero que se transforme. Siempre he dicho que estoy viviendo mi sueño y que, en el fondo, todo esto, no es más que una aceptación tácita de que me equivoqué hace mucho tiempo y que he seguido por inercia mientras me digo que lo hago por convicción, pero en realidad, no creo que pudiera hacer todo esto sin la certeza de que vivo un tiempo que no es mío.

Que es tiempo prestado.

Que debí morir en un accidente hace veintitrés años. O en otro hace doce. O que podía haber muerto en aquella insconsciente huída hacia adelante en la India.

Hoy he tenido una reunión con un posible inversor indio. No nos hemos entendido. Es necesario entenderse con alguien a la primera.

Dicen que sabes que una persona va a ser importante en tu vida al cabo de siete minutos de estar hablando con ella.

Yo no lo creo. Yo creo que, en realidad, las personas somos animales enterrados en bloques de hielo esperando a que llegue alguien que quiera gastar su calor en derretirlo.

Pero no nadie llega.


2 comentarios:

hécuba dijo...

No estoy muy segura de eso de los siete minutos. Últimamente no estoy muy segura de nada. Hasta incluso pienso que siempre se tienen posibilidades.

Espera a la primavera, B... dijo...

No hay nada en el mundo que desee más que haya algo más que esos siete minutos y que, en realidad, nada esté predeterminado.