lunes, 13 de noviembre de 2017

Vacío



Átomos. Somos átomos. Una bandada de electrones revoloteando alrededor de un árbol en cuyas ramas nunca nos posaremos, que nos repelerá cuanto más cerca de él queramos estar; átomos buscando un objeto donde pasar la noche, solos entre trillones de trillones de trillones de otros átomos como nosotros.

Somos una infinitésima probabilidad de ser finitos, frías cargas eléctricas tratando de buscar un inestable equilibrio. Estamos llenos de vacío; sabiendo que somos parte de algo mucho más grande pero sin poder ser nunca serlo, y sin saber que pertenecemos a algo que vive, que tiene conciencia, una pieza de Lego de una construcción gigantesca en forma de Vía Láctea; dejándonos la piel en averiguar si queremos ser onda o materia, en si pertener o ser, en si ser la metáfora de un sueño o de si tomar la forma de un destino que, tal vez, ni tan siquiera sea el nuestro.

Avellaneda, no sé si sabe que, en parte, yo quise ser destino por usted. Yo iba para sueño y me detuve para estar a su lado y ya me no pude dejar de ser ese roce que acaba en cariño, ese intervalo,  esa tierra de nadie en la que se uno se queda orbitando como un cometa de hielo asido a la gravedad de un planeta que no entiende de elipses.

Supongo que poco a poco se va haciendo a la idea de que usted y yo tenemos átomos intercambiados. Lo sabemos en silencio, cada uno a millones de metros de distancia, en las habitaciones vacías que habitamos y nos habitan, en el silencio de las tardes, en la soledad de las cosas que no se dicen, en la música que usted es y a la que me acostubré a escuchar tan de tarde en tarde.

Música de oleaje y de después de la tormenta.

Y es que así suena usted. Mágica y vibrante.

Como un átomo.

Bandadas de electrones revoloteando un inmenso vacío.

Minúsculas notas de voz.

Mi pieza de Lego favorita

Simbad el marino.

Julio Verne.

Dios.






No hay comentarios: