miércoles, 12 de junio de 2013

Usted pone la felicidad y yo el vino



A mí me gustaría que se viera como yo la veo. Le puedo asegurar que no la veo a través de los ojos de un enamorado; a mí el amor siempre me sentó mal en los huesos, pero supongo que ya estoy vacunado, al menos me pincharon unas cuantas agujas. Alguna gripe agarro de vez en cuando, no se lo voy a negar y desde esa realidad le puedo asegurar que yo la veo desde mi rincón con la febril delicadeza de un tallador de diamantes. 

Siempre he pensado que el diamante perfecto no existe y que los que los trabajan, a fuerza de no ver jamás ni uno solo puro del todo, deben adquirir algo así como un sentido estético de las imperfecciones, geométricas o no, presos de una particular obsesión por lo único. ¿Sabía usted que en Japón la belleza está en la casi perfección? ¿En los detalles que se escapan? ¿En lo viejo y en lo manchado? Ellos lo llaman  Wabi-sabi y los objetos que lo son, tienden a la asimetría, a la aspereza, a la sencillez o ingenuidad, a la modestia e intimidad, les recuerda, además, un proceso natural, rústico.


Usted es wabi-sabi porque yo soy el observador y usted la observada. Al revés, no sé qué seré yo para usted, supongo que no me mirará desde el mismo criterio. Yo soy más canalla, menos austero, yo soy más de esos brutotes que se quedan con la boca abierta ante algo delicado y no se atreven a tocarlo por si lo rompen, pensando que no nacieron para el cristal de Bohemia o las porcelanas de la Isla de la Cartuja. Usted es una bailarina y yo un motorizado ángel del infierno.

Usted es wabi-sabi porque me provoca la necesidad de intimar con su cuerpo y beber vino con su alma y viceversa.

A mí me gustaría que se viera como yo la veo, aunque usted crea que soy el zafio patán que probablemente soy, pero ya le dije que no quiero que se vaya, aunque lo diga con flores y primaveras, con canciones que saben a humo, con palabras deshilachadas porque mis gatos las arañaron. Usted dice que yo escribo ya por costumbre y que lo mismo le escribo a usted, a cualquier otra que pasara le escribiría lo mismo. 

Pero yo sé que no es así, no puedo transmitírselo pero tenga por seguro que no le miento.

Me pregunto si sabrá que estas palabras son enteramente suyas. Enteramente tuyas.

Eternamente tuyas.


Usted es este texto y yo soy esta canción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oiga...
Es que hay días como hoy, donde usted ya está dormido y yo no, en los que me gustaría leerle y leerle sin parar, imaginando que la avellanada soy yo, mientras me pierdo en mi Selva, y me vuelvo a perder, para encontrarme con el sentido de mi vida y desearle más inspiraciones a usted par que yo le pueda leer...
...eternamente...

Le mando besos, y te abrazo desde aquí.

S