sábado, 8 de diciembre de 2012

El palacio de hielo


Dormimos enroscados el uno en el otro, cambiando con cuidado de postura para no despertar al otro; su pelo huele a una mezcla sutil de champú y colonia de hombre. Dormimos agazapados, escondidos del resto del mundo, en una habitación helada, calentándose sus pies en los míos, abrazados el uno en el otro, con la vida al otro lado de una alambrada invisible, con el corazón latiendo rápido dentro de unos cuerpos lentos y torpes. Cansados. Cansados de ir de un sitio para otro, cansados de buscar algo que buscar.

Llegó por la mañana, aún no había amanecido, clareaba quizá, el frío se había vuelto escarcha dentro del piso y la humedad de las paredes se había vuelto hielo, llamó a la puerta y al dejar la manta se me entumecieron las articulaciones como a un viejo; abrí y no entró hasta que no le dije "pasa", me miró como miran los que piden permiso para todo. No supe qué decirle, sólo que pasara, pero pensé que necesitaba un abrazo. Uno de esos abrazos que no cuestan nada para el que los da y que son impagables para el que los recibe, digo mal, un abrazo no se recibe a menos que dejes los brazos caídos y ella me envolvió con los suyos, y entonces me di cuenta también que yo era algo más bajo que ella y que me había adelgazado mucho, me sorprendió la imagen que me devolvía el espejo de su cuerpo, había empezado a perder hasta los músculos, me sentí casi tan desvalido como ella. No sabría decir el porqué ni tan siquiera cuándo había perdido la noción de mí mismo, pero le abrí el abrigo y la abracé de nuevo debajo de él, y he de decir que el calor de su cuerpo me reconfortó lo suficiente como para ser yo mismo de nuevo, el mismo que era hasta hace sólo unos meses.

Trajo algo para desayunar, galletas y café con leche caliente en su termo. Había pasado por una cafetería donde sí la dejaban entrar y había pedido dos cafés con leche y los había metido en el termo. Comí con hambre y el café con leche me devolvió un calor vigorizante. Le pedí que se quedara a dormir conmigo, una osadía teniendo en cuenta que el piso era una nevera y que me habían cortado la luz, el gas y tal vez, para cuando amaneciera también el agua.

Se quitó el vestido y se metió rápido debajo de la cama, y al quitárselo fue como si le bajaran una cremallera desde la nuca, siguiendo la columna vertebral hacia abajo hasta las últimas vértebras y se le cayera como un vestido de novia, y sentí como si la piel de la mujer que conocía hasta entonces se quedaba pegada al interior de ese vestido invisible y apareciera ella de verdad, la mujer sin adjetivos, sin etiquetas, la muchacha sin maquillaje, la que iba a ser cuando dejó el instituto y algo truncó ese destino y le obligó a vestirse con una capa de sarcasmo contra un mundo forrado de cristales rotos, donde todo te puede cortar, donde es mejor ir con cuidado, donde las varitas de las hadas madrinas deben templarse como el acero y deben, sobre todo, dar miedo.

Dormimos abrazados, como dos niños agarrados a su peluche favorito para que le dé seguridad, me sentí como un osito y abracé su cuerpo desnudo. Nuestra respiración despedía un vaho blanquecino casi imperceptible. Tardé en dormirme, lo reconozco, y esperé a que se durmiera para darle un beso. Y pensé en lo mucho que sentía haber fallado a todo el mundo, como también lo acabaría haciendo con ella, pensé que no tenía ningún futuro, que había más posibilidades de que ella cuidara de mí que yo de ella.

Me dormí preguntándome qué podía hacer, cómo podía salir de ésta. Cómo podríamos salir de ésta.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito compartir lo poco que se tiene con ese cariño.
Besos,
Blau

Marina dijo...

Jo, me gustan mucho estas escenas tan íntimas. Me ponen nostálgica. Me ha encantado lo de "tardé en dormirme, lo reconozco, y esperé a que se durmiera para darle un beso". Dice mucho sin decir demasiado.

No importan las posibilidades. Al final todos cuidamos de todos, porque a todos nos hace falta que nos cuiden.

Un abrazo fuerte.

Helena dijo...

Es realmente precioso. ¡Me encanta!

Espera a la primavera, B... dijo...

Recuerda que el límite siempre es el cielo... y tras él, las estrellas... y tras las estrellas... lo que uno se atreva a soñar.

Besos azules

Espera a la primavera, B... dijo...

A todos nos hace falta que alguien nos cuide, que nos devuelva a ese lugar donde nos arropaban con algo más que con las sábanas y una manta.

A veces, si nos planteamos hasta dónde hemos madurado, nos podemos encontrar con la sorpresa que lo hemos hecho frente al mundo, frente al trabajo, frente a las responsabilidades que se corresponden con nuestra edad, pero poco o muy poco con respecto a nosotros mismos.

Dicen que la gente normal nos realizamos siendo útiles a los demás, que si buscas un trabajo que pueda llenarte, deberías hacer algo que incidiera en el bienestar de otras personas. Aunque no sepan que has sido tú quien lo ha hecho.

No creo que ella fuera consciente del beso de él, pero sí estoy seguro que el subconsciente lo registró todo y que, algo dentro de ella se destensó, se volvió más cálido y blando. Y a él le ocurrió lo mismo.

Cuando hayamos alcanzado el fin del universo y hayamos conocido todo lo que se puede conocer, cuando el intelecto lo abarque todo, nos daremos de bruces con la realidad de que sin la ternura no nos sirve de nada.

Por eso la mostramos tan poco, porque es lo más valioso que tenemos, para que no nos la roben, para que nadie sepa cuán vulnerables somos en realidad.

Besos

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias por el piropo, hace unos días que me di cuenta de que la musa no iba a volver, así que salí a buscarla, no sé dónde está ni cómo puedo encontrarla, pero sé que todo lo que he hecho, todo lo que me ha pasado, ha sido consecuencia de ponerme en acción.

Y como soy un cuentista, la musa viene a visitarme en las historias en las que finjo ser otro, pero con la misma esencia que he de suponer que tengo.

A veces estoy cerca, lo sé, de que me la encuentre al franquear una frase o doblar la esquina de un párrafo, pisoteando los adoquines de las calles del un barrio recordado e inventado.

Sigue escribiendo, yo hubiera dado cualquier cosa por escribir como tú a tu edad.

Abrazos