miércoles, 15 de agosto de 2012

La cita (es un pelín largo pero creo que merece la pena)


Como no quería parecer ansioso por quedar demasiado bien pensé que no debería vestir mis mejores galas, así que me apañé una ropa tipo casual: unos pantalones azul de piloto de aviación y una camisa blanca con topos rojos que le pedí prestada a mi vecina (como no estaba en su casa la cogí del tendedero del patio de luces y le dejé una nota que decía: requisada por el bien del amor).

Salí de casa bañado en (V)Barón Dandy despertando la admiración de todo con el que me cruzaba y provocando el desmayo a mi paso. Ya sólo me quedaba por resolver la cuestión de las flores. Como no tenía dinero para comprar un ramo extraordinario (un hombre debería gastar más en flores que en cualquier otra cosa si quiere llegar a gentlemen) pensé que quizá lo más adecuado sería recoger un ramo variado por los jardines particulares que me encontrara camino de la plaça de Sant Jaume, pero ante la costumbre que han desarrollado los barceloneses de tener perros guardianes y electrificar las vallas (hijos de puta, ja podían poner un cartel o algo) en sus jardines, me tuve que conformar con escalar la fachada hasta un primer piso y robar dos macetas de geranios y regatear con la frutera de mi barrio la compra-venta de una docena de alcachofas. Dos hojas de palmera y papel de plata (que llené de agua haciendo un jarrón la mar de aparente) completaron mi obra artística. 

En este punto el lector puede llegar a pensar que el ramo podría quedar algo cutre pues todos los componentes del ramo eran verdes. Como yo también pensé lo mismo, entré en una librería y compré un bote de témperas de color amarillo. Así, de lejos, parecía que fuera un ramo de tulipanes, si bien de cerca parecía lo que realmente era: una docena de alcachofas pintadas de amarillo canario.

Llegué a la plaça de Sant Jaume media hora antes de la hora acordada. La plaza estaba a rebosar pues había una manifestación en contra de las medidas de la Generalitat sobre no sé que gasto (o falta de gasto) en la sanidad pública. Respecto a este tema lo tengo claro: lo mejor es una huelga a la japonesa. Yo colapsaría los servicios de emergencias en lugar de protestar con pancartas delante del Palau de la Generalitat. Y para darle mayor credibilidad propagaría alguna epidemia real tal como el tifus, la malaria o la peste bubónica (o todas al mismo tiempo). De esa forma, por mucho que quisieran recortar no podrían y se darían cuenta de su error. Claro que también cabe la posibilidad de que nos dejen morir como a perros antes de salirse del déficit previsto.

En fin, me adentré entre la muchedumbre con mi ramo provocando la alegría y la sonrisa de los manifestantes a los que apartaba para llegar al otro lado de la plaza. 

Entonces la ví. Llevaba una peluca rubia y tacones de aguja pero ese culito respingón lo reconocería en cualquier parte.

- ¡Hola mamá!- dije con alborozo.
- ¡Hostia puta, el meu nen!- dijo mi madre girándose rápidamente y escondiendo algo a sus espaldas. Como se giró con tanta rapidez, la peluca no le siguió el movimiento (no al menos completamente) y quedó frente a mí con la peluca ladeada y tapándole un ojo. Mi madre esbozó una sonrisa, me miró a la cara, luego miró el ramo, luego otra vez mi cara y sólo entonces se percató de mi elegante camisa de topos.
- Hola, ¿què fas aquí? - me preguntó nerviosa.
- He quedado con una chica - le dije casi con orgullo - oye, ¿qué has escondido?
- No em canviis de tema - dijo - això que portes ¿són escarxofes pintades com si fossin tulipans?
- Sí. Y eso que has escondido a tus espaldas ¿no será un porro? - dije a sabiendas que no podía ser otra cosa.
- Vinga, no em controlis. 
Entonces llegó un tipo de casi dos metros vestido como si fuera un ángel del infierno con dos latas de cerveza en las manos.
- ¿Te está molestando este panoli? ¿Le meto? - dijo con voz atronadora.
- No, es mi hijo.
- ¡Hola! - dije yo levantando la mano con la que no sujetaba el ramo - ¿Vas a ser mi nuevo padre?
El hombre me miró de arriba a abajo, la camisa, el ramo de alcachofas, mi sonrisa magnífica y luego miró a mi madre con su peluca ladeada y dijo:
- Voy a por tabaco, ahora vuelvo - y desapareció entre la multitud.
- ¿Veus que has fet? - dijo mi madre.
- Lo siento, mamá, me puede la ansiedad - lo cierto es que echo de menos una figura paterna.

En ese momento alguien me empujó por la espalda y me aplasté el jarrón que había hecho con el papel de plata y que había llenado de agua contra mi cuerpo, empapándome todo y deshaciendo el ramo.

- Mierda - dije mirándome la desastrosa mancha en camisa y pantalones. Levanté la vista para preguntarle a mi madre qué hacía pero había aprovechado para desaparecer.

Como no sabía qué hacer y el ramo se me deshacía pensé en apartarme de la multitud y en algún lugar tranquilo componer de nuevo el ramo. Me fui hacia el espacio que había entre la manifestación y los mossos antidisturbios que guardaban la puerta del Palau de la Generalitat, que estaban tapados con pasamontañas, casco, escudo y escopeta con cañón (del gordo) apoyada en la cadera.

Aquí me encontré con un dilema, si ponía las alcachofas pintadas en el suelo, estas se ensuciarían pues no se habían secado todavía. Así que me fui para los mossos con una sonrisa y les dije:

- Sólo será un momento - y les fui metiendo las alcachofas una por una, en los cañones de las escopetas, ante los aplausos de los manifestantes y la cara de perplejidad de los mossos.
- ¿Qué hago? - dijo un mosso a su jefe de escuadrón.
- No abandonéis vuestra posición y no hagáis caso de las provocaciones.

Al llegar al último mosso, me sorprendió que era más bajito que el resto. Me miró de reojo y luego inmediatamente hacia el frente. Cuando me fui acercando noté que se ponía nervioso, como queriendo mirarme pero sin atreverse.

- ¿Amor meu? - le dije.
- ¡Merda! - dijo mi mossa. Me había convocado a una cita estando ella de servicio (armada) para que la viera desarrollar sus habilidades. Aquello me conmovió. Nadie había tenido un detalle así conmigo en mucho tiempo. No pude evitarlo, la abracé. Aquello provocó un "Oooooh!" de los presentes en la plaza.

- ¿Però que fas? Deixa´m anar - dijo ella con fingida molestia.

El resto de manifestantes, se empezaron a acercar a los mossos lentamente, con flores en las manos y con sonrisas en sus bocas. ¿Lo llamarían la primavera de las alcachofas? ¿El verano del amor?
En ese instante, dada mi efusividad, perdí el equilibrio y mi mossa y yo, abrazados caímos al suelo. Como yo estaba cayendo encima de ella y, por tanto, ella de espaldas y para evitar que se hiciera daño, durante la caída la volteé para caer yo debajo, lo que bien pudiera interpretarse como una llave de judo. 

En ese instante, los manifestantes estaban a un metro de los mossos. Todos: mossos y manifestantes se nos quedaron paralizados mirando a mi amada y a mí. Y luego, al unísono todos dirigieron sus miradas al jefe de escuadrón, que perplejo sólo atinó a gritar:

- ¡Disparad al aire!

Una lluvia de pétalos de alcachofa cayó grácilmente sobre la muchedumbre enloquecida buscando una salida de la plaza, y yo, abrazado a mi poli mala "Fill de puta, deixa´m anar. Treieu-me´l de sobre" contemplaba la belleza carnavelesca de los últimos pétalos verdes y amarillos que se despositaban lentamente sobre la superficie casi desierta ya de la plaça de Sant Jaume.

Llegué a atisbar al president de la Generalitat detrás de una cortina, observándolo todo y comiéndose un polo de limón. En ese momento llegó Jordi Pujol y dijo algo. El president me señaló a mí y el molt honorable me miró, abrió los ojos como platos, dijo algo que bien pudo ser "jo a aquest tio el conec". El president me miró fijamente sin dejar de churrupetear el polo y frunció el ceño.

Espero que mi posterior detención no sea motivo para que le impidan a mi amada policía seguir viéndome.





2 comentarios:

Las Espirales de Brígida dijo...

Me gustó!!!!

Anónimo dijo...

Estos textos son mis favoritos: me gustan, me divierten y me dejan perpleja!

Marnie J.