jueves, 17 de diciembre de 2009

Recuerdo nº 129



Dices que me recorre las venas un viento helado, que tengo los ojos de niebla, que son de lobo mis huellas, que la nieve es mi tierra. Dices que, a veces, puedes escuchar cuando estás junto a mí el silencio de la noche en el bosque y que eso, en lugar de darte miedo, te da calor y confianza; que eso, precisamente, es lo que más te une a mí.

Hace tiempo, cuando aún soñaba todas las noches que caminaba descalzo, tenía la extraña sensación de que vivía por inercia. Aquellos años fueron, sin yo saberlo entonces, una prueba, algo así como un camino iniciático, algo que, más tarde, me acabaría moldeando hasta llegar a esto que soy ahora. Si bien entonces odiaba aquella vida, hoy no podría concebirla sin aquellos días de zozobra. Creo que uno templa sus sentimientos en la soledad, en el mirar por la ventana los campos a través de la bruma, uno se hace fuerte a base de saberse débil, de sentir la escarcha por la mañana crujir al posarse sobre tu cuerpo.

También sé que con la fuerza del bosque no hay suficiente, que la verdadera fuerza sale de compartir la hoguera con otros como tú, saberse a salvo no es vivir a salvo sino saberse parte de una tribu de otros forjados por el mismo fuego, por las mismas inquietudes. Quizá fue esa la primera intención del blog, quizá fue la única razón por la que uno escribe: el saberse acompañado, escuchado, hasta querido.

Luego, por supuesto, todo acaba pareciendo otra cosa. A veces uno sueña con lo que nunca fue por mucho que pudo haber sido.

Hoy me he cruzado con mi profe de Matemáticas de C.O.U. Hemos hablado un buen rato. Me gusta ese hombre afable. Me gusta que un día me explicara que fue capitán de barco y lo dejara todo por Rosa, su mujer y se hiciese profesor para estar con ella. Fue él, con sus historias, el que me insufló la idea de estudiar ingeniería naval y poder así ver mundo, algo que no hice. Para entonces ya me habían arrebatado las letras. Siempre supe que yo lo que quería era que me contaran historias. Todo lo demás ha sido circunstancial en mi vida, ahora soy lo que queda en el fondo una vez se decanta un líquido durante años, tras la calma y el silencio.

Sin embargo, con cada sueño, con cada historia que me lleva, en cada frase distinta a las otras frases que leo, en todos y cada uno de los puntos y aparte en los que por fín respiro, está conmigo todos los hombres que he sido y todos los que probablemente seré. No puedo decir qué seré al fin ni si algún día cumpliré mi destino, sólo diré que desde hace varias noches tengo un sueño recurrente, un sueño en el que, por fin, puedo ser quien siempre he sido.

Y no me malinterpretéis, pero a veces, echo de menos aquellos días en los que todos los sueños tenían el denominador común de que en todos iba descalzo. Y no porque el pasado sea mejor sino porque sé pienso que no debe ser bueno llevar zapatos en los sueños, debe ser porque pienso que uno hasta protege sus pies mientras duerme, pensando que alguien debe haber hecho hostil el suelo, como si ni en sueños, uno pudiera estar del todo a salvo.

Y divago y divago. Como siempre, como antes. Perdido en esta tarde de casi invierno, demasiado oscura, amenazando nieve sin atreverse. Demasiados asuntos pendientes, demasiadas tareas que se me acumulan.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

por cierto, esta noche he soñado con usted... me ha hecho gracia porque al fin y al cabo hacía mucho que no nos veíamos... y esta noche sin quererlo ni proponerlo ha ocurrido... y nada, solo decirselo...

Marnie Johansson dijo...

ains, anónimo no... soy marnie la ladrona... de sueños y no empiece con comentarios suyos de que seguro de que si he soñado con un usted no habrá sido un sueño sino una pesadilla y bla bla bla...

Fiebre dijo...

Y a mí me sigue gustando como escribes...

Después de un día azaroso, siempre dejas paz en mi noche.

Espera a la primavera, B... dijo...

Srta. Johansson, usted siempre pensando bien de mí y yo... en fín, ya sabe, mereciéndomelo sólo a medias. Dicen que soñar con alguien es alargarle la vida. Le agradezco a su subconsciente que soñara con aquél que fui aquella última vez que nos vimos. Probablemente he cambiado, ya sabe que el tiempo es un enemigo íntimo que nos ancla a un universo de costumbres obsoletas e inservibles.

Me gusta tener noticias suyas, espero que escriba, y espero que Tokio siga igual.

Espera a la primavera, B... dijo...

A veces la ausencia de Fiebre es el síntoma de que algo no anda del todo bien. Me gusta saber que un fino hilo todavía nos une y nos calma la noche insomne.

Un abrazo