miércoles, 22 de marzo de 2023

Sé que no hay un destino, pero te juro que daría lo que fuera para que existiese uno y poder gastarlo junto a ti.


Ya hace días que C ha dejado de llamarme, puede que sean dos semanas.

Y tres días.

Y una hora.

Y diecisiete minutos.

No lo sé con certeza, sólo he hecho un cálculo mental rápido. Soy así, detallista cuando ya no hay remedio, cuando se ha acabado la época de tener detalles con las personas que deben importar porque en realidad importan. Lo de siempre: querer estar en otra parte cuando has estado ahí y querer haber estado ahí cuando estabas buscando estar en esa otra parte que nunca encontraste porque no existía.

N me llama casi todos los días. Dice que tiene ganas de verme, que tengo que salir y que me dé el aire. N tiene una idea de mí que no se corresponde con quien soy en realidad. Con N siempre estoy en tensión, tengo miedo de decir algo que le moleste. Nunca hemos discutido, pero creo que discutir con ella es una mala decisión. Hace años estuve colado por sus huesos, la amaba hasta que me dolía todo el cuerpo. Siempre pensé que estaba fuera de mi alcance, nunca pensé que ella acabaría insistiéndome para que saliéramos los dos solos, como en una cita. Solía pensar en que ella tendría cosas mejores que hacer, así que nos hicimos amigos. Creo que en el fondo sí hubo una atracción mútua al principio aunque yo no me lo acabase de creer, entonces apareció aquél chico alemán y se hicieron novios casi de inmediato. Recuerdo que me invitó a la fiesta en la que lo conoció y yo no fui porque me sentía poco para ella, que creía que los demás pensarían que qué hacía una chica como ella con alguien como yo.

No sé qué decir al respecto, creo que podría escribir mucho acerca de ello y no cambiaría nada las cosas. Ahora nos vemos de vez en cuando, intento pasar poco tiempo con ella con alguna excusa, creo que es de esas personas de las que uno no debe volver a tener esperanzas, en realidad me pasaría la vida en tensión, queriendo ser alguien que no soy para gustarle, alguien que sufriría por perderla. No se puede perder lo que no se tiene, no se puede tener lo que no se desea tener aunque lo hayas deseado con tantas ganas que te temblaban las piernas, no podías dormir, y quizá llorabas algunas veces por no haber ido a aquella fiesta con ella.

Hace días que sé que tengo que llamar a N y disculparme por no haber ido a su casa cuando le dije que sí iría. Creo que ella ya sabía que no lo haría, en el fondo piensa que no me importa, pero no es eso, es que deseo que no me importe. A veces me pasaba algo parecido con C. Me gustaba la forma en que me quería aunque yo no supiera el porqué, pero al mismo tiempo tenía miedo de que alguien como ella se diera cuenta tarde o temprano de que no merecía la pena estar con alguien como yo y acabase por tirar la toalla.

No sabría decir por qué pienso esto acerca de mí, pero es algo que siempre he pensado, que no merezco que nadie pierda el tiempo conmigo, que por mucho que me esfuerce acabaré tirándolo todo por la borda, que no puedo dar nada de mí que dure en el tiempo. Es algo que he ido asumiendo a base de fastidiar relaciones una detrás de otra. Nunca cumplo las expectativas, no puedo mantenerlas en el tiempo.

Me pregunto si todo esto vale la pena o no.

Mientras duermo algo me susurra al oído que no.

Tan seguro estoy que no existe un destino como que éste me alcanzará cuando menos me lo espere. Esa voz que no es mía y que oigo a veces me dice que el tiempo se está acabando, que todo se quedará en un sueño, en una posibilidad que nunca termina de concretarse, en un quizá o en un ojalá que no llegará a ser un Sí o un No. 

A veces me duele físicamente no haberlo ntentado con todas mis fuerzas, en no haber creído lo suficiente que podía quererme de verdad, en creer que en realidad sí que existe un destino en el que estaba gravado su nombre junto al mío, un destino con ella y conmigo cogidos de la mano, con más días de fuego que días de hielo.

A veces pienso que se me ha ido la vida limpiando el desagüe por donde se me drenaba aquello con lo que se construye lo que sea eso en lo que nos convertimos cuando llegamos a adultos, cuando llegamos al tiempo en el que dejamos de preguntarnos quienes somos porque ya no importa la respuesta o porque ya no la necesitamos.

Echaré de menos esta lucidez, volveré a sumergirme en un lugar y tiempo impreciso. Quizá conozca a otra C que no será C y seguiré haciéndome preguntas mientras la vida transcurre. Y aparentaré ser de piedra y acero, y seguiré dando respuestas improvisadas que confundan a la realidad (aunque nunca lo que está por venir) y me permita creer que los días no son una cuenta atrás hacia el olvido.

Como si para salvar la capacidad de recordar y así reconocerme tuviera que engañrme a mí mismo y a los demás todos los días; que esa falsedad sea lo único estable y verdadero que tengo que ofrecer, la que me mantiene a este lado de la frontera que me separa del más allá.





2 comentarios:

Jo dijo...

y te leo, y me busco por dentro...

Espera a la primavera, B... dijo...

Siempre he pensado que sólo conectamos con las personas que tienen algo nuestro...

Como he viajado a México puede que se captara algún átomo que algún día te perteneció.

Dicen que la probabilidad que tengamos en el cuerpo algún átomo de personajes históricos es alta desde un punto estadístico. Cuanto más de alguien contemporáneo...

Buscamos lo que ya tenemos, de igual modo que a veces tenemos lo andamos buscando

Besos