sábado, 11 de marzo de 2023

Amar también es fingir que no te duele tanto que hayan dejado de quererte




C se fue definitivamente de mi vida. Lo hizo de una forma elegante y discreta, claro que yo ayudé en lo que pude; no volví a llamarla. Me dijo que lo mejor sería que hubiera un tiempo prudencial en el que no nos comunicáramos y comprendí que había decidido que el tiempo y la distancia hilaran una tela de araña donde atrapar cualquier amago de buenos recuerdos. 

Hace años, cuando holandesita me dejó y fui a ver a una psicóloga me dio una pauta que al final fue acertada: tres semanas sin hablar, sin llamar, sin hacerme el encontradizo y todo se calmaría. No funcionó para mí. Seguí echando de menos a holandesita al menos tres años, pero a ella le vino bien para desengancharse de mí. 

Así arda en el infierno aquella psicóloga de la que ya no recuerdo ni su nombre.

Funcionará para C, que necesita ese tiempo para olvidarme. A mí me quedarán otros meses más, quizá algún año. No se me da bien desprenderme de las personas que quieren desprenderse de mí. Por el contrario, se me da bien olvidar a quien no me importa, por lo que llego a la conclusión que a C ya no le importo.

Y hace bien (si es que eso fuera una acción).

Al final las cosas vuelven al lugar al que pertenecen. Dentro del caos siempre hay un orden invisible en el que vuelvo a estar solo.

Ahora más que antes.

Podría decir que eso no me importa, pero es que ya no me importa casi nada...


Hoy es mi cumpleaños y C me llama para felicitarme. Ha roto la regla de las tres semanas. Me dice que me echa de menos, que no sabe si va a poder vivir sabiendo que yo sigo existiendo en otra parte y no vamos a volver a hablarnos.

Le digo llegará un día que no se acordará de mí, como no se acordaba de su ex cuando estaba conmigo, que hay un punto de saturación de recuerdos, un número finito de personas a las que podemos tener presentes, que un día tendrá hijos y todo quedará reducido a un puñado de personas-satélite orbitando su día a día y que es lo que suele organizar el tiempo cuando va teniendo espacio para ello.

"Somos el amor imposible de alguien que ni siquiera sabe que existimos" le digo "o que ya no se acuerda de nosotros". Me gustaría pensar que a mí me pasará lo mismo. "Un día yo también dejaré de pensar en ti" le miento. "Somos hijos del presente".

Me sorprende que sea yo quien hable de olvidar cuando estoy siendo yo el que más tiempo libre tiene. Al fin y al cabo ella sigue con su nuevo novio, y sólo me llama para que seamos amigos, para que yo pueda fingir que no me pasa nada y así ella pueda estar segura que no me ha hecho tanto daño.

A veces amar es fingir que no te duele tanto que el otro deje de amarte.

Creo que C no se irá para siempre, creo que lo intentará una y otra vez hasta que ya no le importe, que poco a poco se espaciarán más las llamadas, hasta que quizá tenga hijos, hasta que un día se olvide de felicitarme por Navidad o mi cumpleaños. Olvidarse de algo importante es como un catalizador que inicia una irrevesible reacción en cadena de olvido.

Existimos mientras nos parecemos a los que un día fuimos. Luego, pasamos a ser otro ser irreconocible y que no soporta la comparación. Se olvida a aquél, no al personaje en que nos hemos convertido. Éste no es posible olvidarlo porque no se tiene nada en común.

Sólo es cuestión de tiempo que acabe sustituyendo al que fui.

Entonces habrá terminado todo.

Quizá por eso haya quien se suicide, para ser siempre el mismo. Hay quien entiende qué es lo que ocurre y no está dispuesto a cambiar.


1 comentario:

Jo dijo...

Existimos mientras alguien nos recuerda ... y yo siempre fingí hasta el ultimo momento no darle limportancia que no me escribiera, qu eno me llamara, que no me buscara qu eno me hablara aunque estuviera de seguidor mio en una red social...


a fingir se aprende mejor...