domingo, 9 de junio de 2019

Todo empieza ayer


El tiempo ha ido pasando y aquello desapareció como si no hubiera existido nunca. Pero este fin de semana me vi de nuevo ahí, en ese momento en el que estoy convencido de que cambió mi vida y que he borrado de mi cabeza, porque cuando era sólo un niño decidí que lo iba a olvidar. Desde el mismo instante lo borré. No creo ni que durara un día.

Creo que dije que me había caído.

Creo también que fue mi primera mentira de verdad.

Y también creo que me convertí en la persona que soy ahora, por omisión. Porque hay cosas a las que no les puedes hacer nada una vez sucedidas.

Somos una hermandad que nos reconocemos en los silencios. Sólo tienes que hablar y el otro entiende sin decir nada. Hay olvidos comunes, patrias chicas de las que uno siempre será un expulsado, heridas que cicatrizarán mal y que transmitiremos a otras generaciones queriendo protegerles del sinsentido del mundo.

Hay días en los que uno se descubre siendo una persona distinta a la que cree que es y se pregunta qué hubiera sido de haber continuado con lo que iba a ser, saber de ese universo paralelo donde no nada de aquello ocurrió.

Cerrar los ojos y llenar los pulmones y ensoñar con ser el niño que creció sin mentir a su madre del porqué lloraba.

Pero todo se cura. El terror y quedarse quieto mientras se acercan.

Con el tiempo he vivido solo, he viajado solo, he intentado creer que podría hacerlo todo por mí mismo. Peo es mentira. Sigo en el mismo sitio y dependo de lo mismo. Soy aún aquel niño que mintió sin saber muy bien por qué.

Quizá debí dejarme ir y soltar el peso y salir volando.

Ver el deseo en los ojos de los adultos. Ahora entiendo la sobreprotección de mi madre hacia mí. Y cómo ha cambiado el mundo, cada vez com más información de todo lo malo. Creo que hoy entiendo y me he pasado años mirando hacia otra parte.

Hoy he entendido el deseo como terror y la luz como oscuridad.

Me hubiera gustado poder contar las cosas de otra forma.

Esta noche tuve un sueño. Una perrita había dado luz a un montón de cachorros del tamaño de un dedo. Eran grises y estaban en medio de la calle, en un asfalto irregular que los hacía casi invisibles. Entonces llegó un coche y ví que no los veía. Y quise pararlo pero no me hizo caso y les pasó por encima y los aplastó. Los fui recogiendo uno por uno y empezaron a corretear como si estuvieran vivos, pero no tenían ojos. Sólo sobrevivieron dos, los que estaban con la madre. El resto siguieron moviéndose y crecieron, pero en realidad yo sabía que no estaban del todo vivos.

A veces uno toma decisiones y otras la vida las toma por uno.

A veces olvidamos.

A veces sólo salimos adelante.

Y sin embargo, hay algo tan fuerte dentro nuestro que puede con todo.

No sé lo que es, pero le doy las gracias por sostenerme.


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