viernes, 21 de junio de 2019

Átomos que no regresan


No sé. Creo que lo hubiera dado todo. Hubiera sido una mala pareja, porque nadie cumple las expectativas acerca de algo que nunca tuvimos claro de qué estaba hecho. Porque dos personas son dos galaxias que colisionan, historias familiares que casi nunca encajan. Y bueno, yo... yo no sé ser otra cosa que lo que soy.

No sé si voy a estar muchos años más aquí. Quiero decir que eso en el fondo nadie lo sabe. Busco fórmulas para seguir adelante, pero eso no es lo mío. Si de algo estoy seguro es de que las cosas nunca salen como un oquiere y hay que tener un plan B. Y yo ya me he quedado sin planes hace tiempo. Bueno, no es del todo cierto. Siempre tengo una puerta abierta por la que salir huyendo.

Lo cierto es que ella llegó hace unos días a Barcelona y sentí la gravedad acentuarse en dirección al Este. Diría que mi cuerpo sintió que aterrizaba y salía del avión, aun a sesenta kilómetros de distancia; que algo se liberó en mí, que llegué a una especie de paz que ya no recordaba. En el fondo, todos somos prisioneros de los hechos que no controlamos. Me pasé diez años sin saber dónde estaba y ahora... ahora estaba aquí.

Si me hubiera llamado nada más bajar del avión creo que no hubiera podido soportarlo. Fue mejor así, que no lo hicera, pensar que pensaba mientras llegaba y que tenía verdaderas ganas de verme hubiera me hubiera dejado sin saber muy bien qué sentir. Hacía años que el rencor había desaparecido. Reconozco que sólo pude sentir tristeza durante mucho tiempo.

Me llamó al cabo de cuatro días. Y sí. Llegó el día y la hora en la que yo sentí que llegaba. A veces tengo la extraña sensación de que, en realidad, me apegué en exceso a ella y cuando se fue no le dio tiempo a volver a esa parte de mí que estaba junto a ella.

Quiere que nos veamos el jueves. En un lugar céntrico, una de esas avenidas para turistas que ya casi todas las ciudades del mundo han llenado de franquicias y tiendas de lujo. Me hubiera gustado que fuera en algún lugar del barrio donde vivimos juntos, pero porque a mí aquel barrio me gustaba de verdad, no sólo porque vivía con ella, sino porque me gustan las calles sin coches y la gente que acaba por sonarte de tanto verlas.

Dijo que tiene ganas de verme, y sé que es verdad porque aquella parte de mí que no volvió cuando se fue ha estado pegada a ella todo este tiempo.

Siempre lo supe.

Y no sé el porqué pero hoy el día es más oscuro, como si hubiera estas casi dos semana que pasarán entre que ella llegó y el jueves que viene fueran un misterio dentro del misterio en el que se convirtió cuando desapareció.

Dicen que no hay nada peor que la incertidumbre si ésta se mantiene durante mucho tiempo.

Y yo, todo eso, lo suelo llevar bastante mal.

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