viernes, 24 de julio de 2015

Lo imposible de lo imposible


La noche en que leí su correo había estado pensando en ella por la tarde. No hay nada de mágico en ello. Simplemente una indicación de la autopista me daba la oportunidad de cambiar mi destino y llegar hasta donde vive. Siempre que por mi vida se cruza su ciudad no puedo dejar de pensar en ella. Da igual que mis tíos y mis primos vivan allí, hay lugares que pertenecen a alguien que nos nos pertenece, y siguiendo esa asociación de ideas, en la imaginación de otros, nosotros también pertenecemos al lugar donde vivimos.

Sé que el tiempo ha sido el mejor aliado posible, que el destino a veces acierta, que un día alguien toma la decisión correcta o no toma la decisión equivocada, pero eso no quita que haya personas que siempre serán (por contacto directo) la mejor época de la vida de uno, porque coincidieron con (o propiciaron) días completos. Existen personas que con sólo pensar en ellas dejarás de fruncir el ceño y respirarás mejor, a veces incluso puede que te preguntes qué pudo haber sido. Da igual el tiempo que haya (o no) pasado. Sigo creyendo en la teoría de que el tiempo no existe, que todo pasa al unísono y nuestro ser lo ordena para que tenga un mínimo sentido.

El caso es que cuando llegué al hotel abrí el correo y ahí estaba su mensaje. Lo leí como veinte veces y puede que tardara dos horas en responderle. Todo de lo más formal, como debe ser con esas personas por las que lo hubieras dado todo, pero ese todo acabó en nunca.

Aún así, a veces, el tiempo se desordena, pierde solidez, se desmigaja hasta crear un rastro que conforma un camino que hasta entonces no te habías dado cuenta que habías dejado atrás. 

... en el que tú también te quedaste atrás en la vida de otra persona.

Que todo quedará circunscrito a las coincidencias, a los nombres escritos en las indicaciones de las autopistas o las vacaciones a destinos cercanos. 

Y si he de ser sincero, eso me entristece, no porque las cosas deban estar mejor así, sino porque en cierta forma siento que vivo sin una parte de mí; la parte segunda parte de la mejor época de mi vida, hecha de palabras y de sueños, de noches cerradas y cervezas con amigos; y luna llena, y sentados en un muro bajo, con los pies colgando, compartir eso que sólo existe porque ambos existimos.



No hay comentarios: