viernes, 25 de octubre de 2013

treinta años de guerra en el bosque


La guerra sigue. Los cadáveres se amontonan y pronto no quedará un rincón en mi corazón donde enterrarlos. Hace tiempo que ya no siento casi nada, sólo el deseo de ser el próximo; ese deseo se ha convertido en un sentimiento, algo que ha sustituido a la alegría y a la tristeza, a los rayos de sol, a la serena bajo la luna.

No me acostumbro a enterrar seres queridos, hace tiempo que me digo que no voy a querer a nadie más, nunca jamás, pero luego llegan las bombas y paso días enteros en refugios con gente que apenas conozco y con quienes comparto el miedo y el hambre. La guerra hace extraños compañeros de celda. Luego llega la tregua y salimos a recoger los restos de la batalla, recolectamos hierbas y caracoles, compartimos la cena, pero cuando vuelven a sonar las sirenas nunca coincidimos en el mismo refugio.

Y vuelven las caras nuevas, y las bombas fuera, y los días, y la sed, y la oscuridad y el deseo de que todo acabe. Pero la guerra nunca acaba.

Cuando cesa la piedra y el hierro llega el momento de enterrar a los muertos. A veces me toca enterrar a alguien a quien apenas reconozco. La guerra es así, nunca le toca a uno hasta que es demasiado tarde y ve pasar por delante a los amigos acérrimos y a los enemigos íntimos, después de algo así me quedo un tiempo pensativo y me importa todo un poco menos, en ocasiones camino con las manos en los bolsillos bajo una fina lluvia de acero y pólvora pero nunca me llevo ni un rasguño, creo que me protege un ángel de la guarda cruel y vengativo que me condena a vivir como castigo a algo que he hecho en el pasado y que no recuerdo.

Pero lo que peor llevo es tener que acompañarlos con las manos atadas a la espalda al bosque y dar la orden de fuego.

3 comentarios:

Daltvila dijo...

De la misma manera en que hay muerte, nace vida, es el ciclo natural en todo.
Deja atrás la tristeza, no la mires, hazme caso ;)

Espera a la primavera, B... dijo...

Mirar a la tristeza es el primer paso para añorar la alegría... y salir a buscarla.

Me estoy pegando un hartón de ver monólogos del club de la comedia, que me están saliendo hasta abdominales de la risa.

Pero es difícil conseguir el equilibrio.

Un beso,

Toni

Daltvila dijo...

Qué bueno!!!