viernes, 24 de mayo de 2013

Sigo releyendo La Tregua


Yo sé que usted se va y que las cosas que deja conforman, si lo meto todo en una caja de zapatos, nada más que un puñado de recuerdos que con el tiempo se harán cada vez más viejos y harán que nada de esto (ni siquiera estas palabras) tenga sentido, porque el tiempo juega a su favor y para mí ya son demasiadas cosas que me juzgan en contra como para que le discuta al tiempo su papel de destructor de momentos.

Yo sé que usted no tiene la mirada con que yo la miro, ni entiende lo que yo entiendo, ¿sabe? uno llega a una edad en la que todo le parece lo mismo, como cuando chico uno compraba cromos de futbolistas y acababa siempre con un mismo jugador (nunca el más valioso) seis veces repetido, porque casi todo se repite, aunque eso usted ya lo sabe; uno se acostumbra a que las cosas se rompen casi siempre por la misma antigua fractura, la misma grieta, la misma debilidad invisible, supongo que lo difícil es luchar contra la gran costumbre, detenerse y contemplar todas y cada una de las ramas del árbol antes de subirse a él, pero también es cierto que uno vive sin que haya lugar a retrocesos. Algún día usted se dará cuenta que yo no la cambié por todo eso que usted cree que lo hice, sino que, en realidad, huí hasta que mi cuerpo se volvió polvo de camino, que lo que hice fue dejar de ser yo para convertirme en ese otro que me gustaría ser, solo que nunca supe en qué dirección ir; ya sabe, a veces, lo único importante es mantenerse en movimiento.

No sabría decir el porqué, pero desde que me convertí en personaje de blog, todo empezó a cicatrizar mucho más lentamente, quizá porque escribir es otra forma de enfermar y de perder, a velocidades del trueno, la capacidad de curarse a uno esta enfermedad que es vivir todos los días, uno detrás de otro casi siempre sin un sentido en sí mismo sino que pertenece a un fin postrero, como esas horas que trabajamos al día para cobrar a fin de mes, solo que aquí no hay fin de mes que valga, en fin, ya me estoy liando.

Lo que quiero que entienda, musa querida, es que mientras escriba, mientras sea personaje de este blog, no me van a faltar cielos estrellados por las noches, ni campos de trigo mesados por el viento, ni el sonido que hace el agua de un arroyo en el silencio de la montaña, no me va a faltar inspiración con la que "desasfaltar" cualquier camino para llenarlo de piedras y baches, y charcos, y polvo, y de usted.

Yo sé que usted se va, aunque en realidad sea yo el que se vaya, y sé que no es a causa de que las musas no existan, sino precisamente por eso: porque para que existan han de ser inasibles.


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