lunes, 9 de abril de 2012

En otro mar


Me gustaría tener una fotografía en la que pareciese un hombre interesante en lugar de todas esas en las que parezco un niño sonriente, pero no puedo evitar que cuando alguien me dice que pose siempre me salga una sonrisa abierta de par en par. Sé disimular bien la tristeza en el cara a cara, quizá porque estar con gente me alegra, o porque la tristeza sólo va de la mano con la soledad.

Un buen amigo me dijo que admira esta capacidad mía de vivir en soledad, y que si aprendiéramos todos la convivencia sería mucho más humana porque no tendríamos miedo a quedarnos solos. Esa noche no dormí; agarrado a mi almohada, y aterrado, oí al menos diez veces abrir la puerta de la calle, a alguien entrando en la oscuridad de mi habitación y acercarse a mi cama para hacerme mucho daño. Hizo frío. Toda la noche. Por la mañana entré en tu blog y leí tantas entradas que se me secó la vista, aunque tal vez eso estuvo de más porque hace tiempo que tengo claro que escribimos para poder ser otros dentro de nuestra misma piel.

Me gustaría poder haber tenido coraje cuando el coraje era lo único que importaba, o saber tener la boca cerrada cuando la verdad era tan evidente como fácil esquivarla, pero no he nacido con el temperamento adecuado ni he querido templarlo para convertirme en un esclavo.

Resulta una paradoja que por evitar ser uno más he acabado por ser siempre uno de tantos y que mi vida transcurre por los estrechos márgenes de la miseria rumbo a un océano de abundancia, lejano, tanto que a veces creo que lo sostiene el mito de El Dorado y nada más. He llegado a ese punto en el que los sueños necesitan un punto de no retorno y en el que los sucesos que han de acontecer son tan necesarios como el respirar. Antes siempre había algo que me mantenía a flote, siempre ocurría algo que me salvaba en el último instante. Así han trancurrido cuatro miserables años, pero la inercia siempre me empujaba en dirección al precipicio, el destino se convirtió en una huida hacia adelante y me temo que he llegado al borde del precipicio.

Alas. Me he ido construyendo unas alas, una patente y una máquina que, antes de solucionar los problemas de agua en el mundo, han de sostenerme ahora que llego al final de precipicio. Sinceramente, creo que no merezco volar, merezco estrellarme contra las rocas de ahí abajo. Pero mi caída arrastraría a otros que no lo merecen, así que pienso volar y volar tan alto como pueda, ya he sido Ícaro y ahora me toca ser más comedido. El deseo es lo único que nos hace libres, quizá por eso hemos llegado, como sociedad a la barbarie financiera y una futura nueva esclavitud. Un hombre no merece diginidad si no se la gana y yo la estoy luchando y perdiendo, la pierdo con cada adiós, la gano con cada adiós.

Quería escribirte algo que te gustara, en serio. Quería escribir algo que pudiera llegarte, que te hiciera sentir un escalofrío y que al leerlo tuvieras una imagen más amable de mí. Pero no creo que vuelva a ser el hombre que he sido hasta ahora, ni siquiera el que soy en estos momentos, tal vez, dentro de unos meses, si todo sale bien, me encontraré en condiciones de pensar que me gustaría pasar una tarde contigo, tal vez cenar en el puerto y tomarnos un mojito en una terraza a la luz de una vela de té. Quizá el tiempo sea más benévolo y pueda ocurrir todo eso este verano, o tal vez estés conmigo una tarde, en otro puerto, más lejano y más cálido, embriagados por el susurro de las ondas salpicando el casco de los barcos amarrados, cautivos del embrujo de la luz vacilante de una vela de té, con la luna acribillando la superficie del mar, no éste de ahora, sino otro mar en el que ya nadie muera por nadie, en el que podamos sentir que estamos a salvo, que por fin hemos llegado a nuestro lugar en el mundo.

7 comentarios:

Maeve dijo...

No sé. Yo escribo para saber como soy yo dentro de mi piel. Ya sabes, la mirada demasiado cercana deforma la imagen.

Igual te estás (siempre) mirando desde demasiado cerca.

Es una idea. Pero yo soy bastante idiota.

Espera a la primavera, B... dijo...

Tranquila, nunca se es lo bastante idiota. Lo digo por mí, jeje.

Yo me miro de cerca porque mirarme al espejo me devuelve una imagen que chilla, se pone las manos en la cara y va corriendo a buscar la versión turbo de la dieta dunkan dhu!

(pero me he puesto de mona hasta el borde superior de las orejas).

Cristina Polidura Varela dijo...

Hola!hace mucho que no te comentaba, me siento super identificada con esta entrada Toni...=(

Ojalá puedas tener esa tarde con aquella chica en el puerto y tomando un mojito...una mezcla apasionante!!!

un abrazo,

Tulipán amarillo

Maeve dijo...

Entiendo, como una versión michelinera del Grito de Munch.

Para eso lo mejor es la versión telescopio. Mirarte a través de los ojos de un amigo lejano que te mire bien ;)

Espera a la primavera, B... dijo...

Ya no podrá ser, tulipanes, quizá con otra chica y otro mar, tal vez.

Las agujas del reloj giran veloces, el tiempo nos deja ir... ojalá nos atrapase.

Espera a la primavera, B... dijo...

Amigos lejanos que te miren bien a través de un catalejo (telescopio)... si es una adivinanza ¡Jack Sparrow!

Si no es una adivinanza... no hay confirmación todavía, no sé si es el reflejo de la pantalla del portátil en la cama pero creo... que me han crecido tetas.

Anónimo dijo...

Quizás? Ojalá!

Marnie J.