lunes, 23 de abril de 2012

Cuando la oveja blanca es la oveja negra


Hace ya unas horas que ha caído la noche. Si pudiera elegir viviría durante la oscuridad y dormiría por el día, como un vampiro. No me gusta la gente, no me gustan sus trabajos ni su ropa, no me gusta encontrarme a alguien por la calle y que te salude y debas devolverle el saludo. Hace tiempo que nada me importa nada, y no tengo paciencia para escuchar cosas que no me interesan porque no son interesantes ni siquiera para quien te lo está contando. Sí, me he convertido en aquello de lo nos reíamos.

Me gusta que te guste cuando soy abstracto y pasional, me gusta que me lo digas. De hecho, eres a la única persona con quien me atrevería a dormir esta noche. El cielo está completamente tapado y su sábana gris refleja la claridad de la luna. En el piso de al lado un niño delira por la fiebre, creo. Volaría a tu lado pero sólo si pudiera viajar solo, pilotando una avioneta, ayudándome de mis propias ansias de abrazarte esta noche.

Si supiera dónde estás exactamente, creo que me plantaría un día en la puerta de tu casa como en un truco de magia, desaparecería de mi casa y aparecería en la tuya.

Es una suerte tener insomnio. No tienes la culpa de él, nadie la tiene. Un día llegó y empapó toda la casa de una humedad eléctrica y molesta. A veces daría lo que fuera por dormir tranquilo y otras doy las gracias por haber descubierto este bendito silencio que le da tanta vida.  Si pudiera elegir entre una noche insomne y un día cualquiera, creo que casi siempre ganaría la noche.

Me doy cuenta de que mi vida ha transcurrido, en muchas ocasiones, más allá de las doce de la noche. Creo que hasta este blog empezó una madrugada.

Recibo un correo tuyo, no sé qué quieres ahora, juro que me gustaría ser de otra forma, y no tener que convertirme en eso que ahora mismo soy para ti, pero es mejor así. Créeme, no soy lo que crees que soy, o tal vez lo sea demasiado.

El tiempo corre rápido cuando tienes que dormir para levantarte temprano por la mañana. Empieza a vencerme el sueño, pensar en ti me salva de una forma que no puedes imaginar que lo hace. Te estaría muy agradecido pero yo sólo sé pagar con el desagradecimiento y tú no te mereces esto.

Me levanto, bebo algo fuerte que ya no me lo sabe tanto, y vuelvo al teclado, escribo cosas inconexas y me dejo llevar por el tono del personaje de esa novela que sigue estancada, en la que yo sólo soy otro personaje más y en el que tú no te imaginas a qué personaje te asocio, de lejos, ahora me estoy dando cuenta.

Hay mucha luz esta noche en todo el cielo, tanta que puedo recordar una noche en la que nos envolvió algo parecido. Creo que algún día, al echar la vista atrás coincidirán nuestras miradas como las de dos desconocidos que se miran al unísono en un vagón y se avergüenzan de esa curiosidad que les ha llevado a mirar indiscretos hacia alguien en concreto.

Aunque no lo creas sabes que eres parte de mi vida y que todo esto es una mierda, pero debes entender que yo soy un lunático de los peores: los no peligrosos.

Crees que me conoces.

Sabes mi nombre y cómo soy.

A qué me dedico.

Incluso podrías acertar al describir lo que siento.

Pero no puedes hacer nada destensar el hilo de nylon que estira mis nervios, ni convertirme en una buena persona, o en hacer que me guste la gente con sus trabajos y sus corbatas. No puedes salvarme ni siquiera cuando me salvas.

Porque soy la oveja negra que no quiere pertenecer al rebaño de ovejas blancas. Porque quizá me parezca más al lobo que a ellas. Y eso es pedirte demasiado ¿no crees?

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