lunes, 16 de abril de 2012

De cómo me convertí en algo parecido a una sombra


Creo que fue hace dos años, una tarde (no me acuerdo el mes, quizá era septiembre) de esas en las que empieza a refrescar y a las ocho piensas en qué bien te vendría una chaqueta; volvíamos en metro hasta tu casa escuchando en tu iphone las canciones que te grababas de mis recopilatorios, me dijiste "házte así en el pelo" porque el aire me había despeinado y yo me miré en el reflejo de la ventanilla y te ví a ti pero no a mí. Disimulé como pude y me aplasté el pelo. Sonreíste "anda, trae" tenías manos cariñosas cuando me tocabas la cabeza, y me arreglaste el flequillo.

Cuando llegamos a tu casa fui al baño y el espejo me devolvió una imagen difuminada, sin contornos, como si un campo electromagnético desvaneciera la cohesión de mis partículas y las dispersara no demasiado lejos del núcleo que debía de formar mi ser. Me asusté porque yo hasta entonces tenía una imagen más concreta de mí. Preparamos la cena y cenamos, descansamos en el sofá, vimos la tele, nos fuimos a la cama sin ganas ni expectativas. Antes, pasé de nuevo por el baño para confirmar mi desestructuración corporal o comprobar si había sido una mala pasada del cansancio de los últimos meses. Estaba definido y eso me tranquilizó. Pensé en ponerme a hacer abdominales a partir del día siguiente, salir a correr antes de que vinieras, comer menos porquerías, ir a revisarme la vista en cuanto tuviera los sesenta euros de la visita.

Intenté dormir abrazado a ti pero entonces ya había advertido que no te gustaba y que me dejabas ponerte las manos encima porque te tranquilizaba. Recuerdo que soñé con mi propia desnudez y la vergüenza de mostrarla en plena calle, uno de esos sueños en los que en un momento determinado sólo te queda pronunciar la pregunta "¿y ahora qué hago?" y que no es otra cosa que la forma que tiene tu conciencia de decirte que ella y tú estáis perdidos y que hay que encontrar una salida.

Por la mañana, al mirarme en el espejo, antes de entrar en la ducha, pude comprobar que no sólo no había sido fruto de mi imaginación, sino que durante la noche había empeorado y apenas reflejaba una imagen translúcida en tonos grises que me daban aspecto de enfermo terminal. Pensé que me había convertido en un fantasma y cerré la puerta para que no pudieras entrar, por si tú tampoco me veías reflejado en el espejo y te asustabas.

Bajé antes que tú a la calle para evitar compartir contigo el espejo del ascensor y el vestíbulo, y en el coche el espejo retrovisor negaba mi existencia dejando al descubierto el reposacabezas.

A media mañana, me di cuenta de que de niño, en casa, no sólo no había espejos sino que mi madre trataba de evitarnos, a mi hermana y a mí, todas las actividades que requirieran de una autoinspección ocular. Ella nos peinaba, nos arreglaba la ropa, nos llevaba y traía a todas partes y evitaba que fuéramos a casa de otros niños a jugar con excusas que ahora empezaban a cobrar un extraño sentido. Llamé a mi madre y sin rodeos le dije lo que me estaba pasando. Después de un prolongado silencio, soltó un enigmático "Tarde o temprano acabarías por darte cuenta. Tienes que dejar a esa chica antes de que sea demasiado tarde". No supe qué más decir ni preguntar, porque era como si ya lo supiera y sólo tuviera que hacer el esfuerzo de recordarlo. Pero no quise recordar porque no quería enfrentarme a algo que tuviera que ver con esa sensación de no pertenecer a mi entorno y que siempre había creído tener hasta entonces. Estuve evitando los espejos durante todo el día y cuando volví a tu casa por la noche y me preguntaste si estaba bien, me rebelé contra todo "eso" que, innombrable y sin sentido, me había estado persiguiendo no sólo durante el día sino (ahora me daba cuenta) durante toda mi vida.

No evité espejos y no te evité a ti, busqué con mis manos el tibio otoño que se reflejaba debajo de tu ropa hasta acabar enredados por el suelo, desordenados como una madeja de lana que ha caído en manos de un gato y nos dejamos arrastrar hasta ese dulce infierno en el que convertíamos el hueco de mi cuerpo sobre el tuyo, quemándonos en esa llama sin dolor que prendía mi deseo en tu mirada.

Por la mañana, al despertarme, la fiebre aún no se había extinguido en mi cuerpo y al quererte coger los pechos, como si la noche sólo hubiera sido un descanso entre dos asaltos, me miraste con cierto temor y apartes mis manos. "Las tengo sensible, Toni, ayer me mordiste con fuerza, si no te importa, hagámoslo despacio". Te abracé por la espalda y te mantuve cogida con toda la suavidad que supe, pero dentro de mí, algo fiero y caliente quería utilizar tu cuerpo, desgarrarlo y devorarlo. Reconozco que después de un rato, cuando, invisible, salí de la ducha me di miedo a mí mismo al rememorar lo que había sentido. Cuando me puse a trabajar, te llamé sin otro motivo que escuchar tu voz, decirte que te quería.

A mediodía, me discutí con un idiota en la cola del restaurante de la esquina por una tontería, pero sentí la necesidad de despedazarlo y dejarlo todo perdido de sangre, me contuve porque estaba en el restaurante de siempre, con la gente de siempre y algo dentro de mí detuvo es furia sin motivo.

Seguí trabajando temiendo la hora de salir y llegar a casa, por si había alguna posibilidad de conflicto. "Tienes que calmarte" pensé. Y antes de llegar a casa pasé por una floristería y compré un ramo de flores silvestres.

Aquella noche no pasó nada, venías cansada y yo pude engañar a ese calor interior arreglando el mueble que hacía días que queríamos restaurar. Te sorprendí mirándome desde el marco de la puerta, mirándome con esa admiración que sienten algunas mujeres por los hombres con un destornillador en la mano.

Dormiste... pero yo no pude pegar ojo.

La luz de la mañana entraba por los ventanales que dan a la terraza de la oficina donde trabajaba. Lo bueno que tiene el eixample, es que las oficinas tienen vocación de vivienda familiar y los edificios conservan balcones y terrazas. A media mañana, consumido por la falta de horas de sueño, decidí que necesitaba cinco minutos para despejar la mente. Y casi sin pensarlo, entré en google y escribí algo así como insomnio, fuego interior, ganas de hacer daño...

... la primera línea de búsqueda decía "¿Eres un vampiro? jajaja" Me dio por reír, y por curiosidad cliqué para leer el resto.

Esto es lo que habían escrito "Querido Toni, si estás leyendo esto es que ha empezado a ocurrir lo que temía que acabara ocurriendo, si haces lo que te digo que hagas aún estarás a tiempo de evitar a otros, y evitarte a ti mismo mucho sufrimiento. No te estás convirtiendo en un vampiro, no al menos como los de las películas, podrás soportar la luz del sol y no serás inmortal, no te alimentarás de sangre ni vivirás por las noches, pero dentro de ti despertará el animal que llevamos dentro y no sabrás controlarlo. Si ha empezado el proceso ya sabrás de qué te estoy hablando. Irá a peor y, por tanto, lo mejor es que te vayas despidiendo de las personas que quieres, a partir de ahora sólo convivirás con el bicho, y a veces te dominará hasta un punto que no puedes llegar a imaginar. No tardes en hacerlo, no debes alargarlo por el bien de los quieres, crees que podrás dominarte pero te aseguro que no vas a poder.

Siento ponerme en contacto contigo así después de tanto tiempo.

Te quiere

Tu padre".

No podía creer lo que había leído. Llamé a mi madre por teléfono pero no me lo cogió. Ya no me lo cogería nunca más. Años más tarde fui a visitarla, entré en el barrio en el que me crié, la vi de lejos, pero no me atreví a mostrarme. Creo que fue la última vez que lloré, puede que también fuera la primera. No lo recuerdo.

Después de leer el texto escrito en google estuve varios días esquivándote, sintiendo dentro de mí un fuego agrio y doloroso, creo que dije o hice cosas que me perdonaste pero me daba cuenta que llegaría el día en el que haría algo que no podrías perdonarme. A mediados de octubre, después de una fuerte discusión en el trabajo, me senté delante del ordenador y posicioné en google un texto que espero que nunca leyeras bajo la etiqueta "hombres a los que quieres y que desaparecen en los espejos poco a poco hasta que desaparecen de verdad y para siempre".

Hacía un sol radiante, en cuanto acabé la carta y la encripté en el buscador, supe que mi padre mentía en lo de que no sería inmortal porque la vida sin ti me iba a parecer que sí lo era, y con los últimos rayos de la tarde, bajo el cielo rojo y azul de la puesta de sol, me convertí en polvo y me esparció el viento tan lejos que ni yo mismo sé a dónde llegué.

Busqué una buhardilla y una conexión a internet, me compré un ordenador de segunda mano y empecé a vivir en él, por él, de él. Escribí algunas novelas que me pagaron tarde y mal, y viví de generar algunas patentes fruto del delirio de mis horas de soledad y de insomnio. Con el tiempo aprendí a dominar a la bestia, y pensé que mi padre no tenía razón cuando decía que iría de mal en peor. Quizá es porque vivo solo y porque nada me perturba. No sé, quizá después de todo no soy como los demás de mi especie.

Excepto el viaje que hice para ver a mi madre, nunca salí de la ciudad en la que vivo. Escribí un blog, este blog para ti, con la esperanza de que un día me encontraras por casualidad y me reconocieras, pero a ti nunca te gustó leer tanto como para perderte en los blogs. Así que no creo que leas esto.

Imagino que has rehecho tu vida. Esa era la oportunidad que te brindaba al irme. Si me has encontrado, sé que después de tanto tiempo no tengo un hueco en tu vida; si es así olvídame.

Pero si no es así... y estás dispuesta a compartirme con el fuego y con la noche, si eres capaz de imaginar una vida entre montañas de papeles y de sueños afilados, entonces hazme una señal.

Aunque la escondas entre millones de entradas de millones de blogs la encontraré, no te imaginas qué largas son las noches ni hasta dónde soy capaz de llegar por recuperar lo que un día fui.

8 comentarios:

Kaoki dijo...

A veces me dejas sin palabras... y no es fácil...

Muxu bat

Espera a la primavera, B... dijo...

Ya lo sé, estoy como una cabra.

Ya sabes que admito sugerencias...

Abrazos

Toni

Kaoki dijo...

Y... esteee... es contagioso??

Muxu bat

Espera a la primavera, B... dijo...

Sí, mucho. Y se transmite por vía ocular.

Kaoki dijo...

Lo tendré en cuenta…

Espera a la primavera, B... dijo...

Ahora no dejes de leerme...

Kaoki dijo...

Sin duda... o todavía no te has dado cuenta de que yo también estoy como una cabra?

Porque mira que no lo disimulo...

Espera a la primavera, B... dijo...

LA verdad es que no lo disimulas... tienes razón.

No había querido decirlo antes, pero ya que tú lo dices...jeje.

Un abrazo loco

Toni