viernes, 29 de enero de 2010

Como un robot de madera


Añoro los tiempos en los que tenía algo que decir. Estos días me azotan como el viento a un árbol, me dejan sin energía. Estos días son como de plástico duro, como caramelos insípidos, es leerte y no saber qué decir, es no saber contestarte, es no descansar después de una noche de sueño, es añorarte mientras te miro el ombligo (tu cálido y suave vórtice, habré soñado con él tantas veces sin saberlo), recordar algo que sucedió ayer como si hubieran pasado treinta años. Me pregunto si vivir en este desequilibrio constante es una forma sádica de malabarismo y a veces me contesto algo que no sé si tiene que ver con lo que escribo, con el personaje, con la noche en que todo ocurrió u ocurrirá.

En cualquier caso, ¿qué importancia tiene? Quizá la tendría si cerrara los ojos y en lugar de esta negra noche pudiera verte a ti, pero no puedo, se me acercan-alejan los fantasmas y yo, los borro con manos de pintura negra. Y cuando todo está oscuro, mi alma regresa, el bicho se echa a dormir y la bolsa de plástico transparente se sienta a los pies de la cama, y las palabras por fin se desvanecen como en un sueño. Me hundo en un océano de madrugadas, dejando en la superficie una balsa de madera a contra luz de la luna.

Y se hace tarde y yo, aunque tú no lo sepas, en la distancia, es como si te estuviera viendo.

1 comentario:

Gata dijo...

:)
Yo te paso el aspirador y tu te pones con la caldera, vale?
mmuuuuaaa