martes, 12 de enero de 2010

de Moriría por ella




La frontera. Todo lo peor está tras la frontera, todas las fronteras del mundo separan lo limpio de lo sucio, lo extraño de lo conocido, la seguridad de la violencia, lo malo de lo infinitamente peor. La llevaba allí sabiendo que podría esconderla sin problemas, que sería fácil cruzar esa línea imaginaria que la policía difiende como si en lugar de ser invisible, pudiera tocarse y olerse. Conocía la frontera desde hacía muchos años y no tuvimos ningún inconveniente al cruzarla. Cuando llevas toda la vida huyendo todo se convierte en demasiado fácil, en especial, convertir todo lo que te rodea en la misma sombra que tú mismo eres. Quizá por eso sé que las fronteras no existen y que no separan nada de nada, sólo uno cambia por el mero hecho de estar en uno u otro lado. El sol es el mismo a los dos lados pero ilumina a dos hombres totalmente distinos y sometidos a leyes distintas.

Cuando nos supimos a salvo ella me miró con una mezcla de agradecimiento y alivio. Era por esa habilidad mía de sacarla de problemas que me había llamado la noche anterior. Sabía que aunque sólo fuese por lo que hubo entre nosotros, yo acudiría a su llamada y la sacaría de donde estuviese y no pararía hasta llevarla a un lugar seguro. Hubo un tiempo en que no era así. Hubo un tiempo en el que ella se sentía siempre a salvo junto a mí y, si bien a su manera, me quería. Se puede ver, oler, palpar, cuando alguien te quiere de verdad y cuando no. Ella me quiso, sí. Una vez a salvo volvió a mirarme con la distancia con la que mira alguien que se sabe en deuda y no tiene ni la menor intención de pagarte. Te mira y sabe que tú sabes que es así, que no hay nada porque hace ya mucho tiempo que no queda nada. Y uno nota el desprecio en el rictus de su cara al sonreírte sin ganas porque todo lo que hay dentro del coche está podrido, que no quedaba nada de lo que hubo, sólo quedaba alguien que se aprovechaba de otro y ese otro perdido en el recuerdo de una vida mejor junto a ella; una vida que analizada con detenimiento se revelaría un infierno, un infierno de cosas que no se dicen y lealtades traicionadas, una vida y un recuerdo que uno sólo necesitaba tener para llenar un gran agujero, para fantasear con la idea de que uno puede merecer volver a vivir algo parecido. A veces un recuerdo no es más que una esperanza y esa tarde yo necesitaba que las esperanzas fuesen inalcanzables.


4 comentarios:

Marnie J. dijo...

que ganas tenía de volver a leer algo sobre moriría por ella, no sabe cuantas...

Espera a la primavera, B... dijo...

Estaría bien que yo pudiera tener el placer de tener noticas de su Lola.

Bonita fotografía en fotogramas. Ya vé que las casuladidades son para los osados.

Marnie J. dijo...

la nueva imagen de Lola en messenger...

* Sine Die * dijo...

Sigue, sigue, sigue...

:))

Besos arcoiris, toni