domingo, 22 de septiembre de 2024

El lenguaje mudo de los abarrotados espacios infinitos

 No sé si algún día leerás esto y si sentirás la sensación de que lo escribí para ti. No sé si alguna vez hablaremos de ello o si sólo seremos un recuerdo del uno en el otro, un pasado tras una puerta cerrada con llave. No sé si para entonces te habré dicho que hubieron señales aquella tarde de sábado, porque las señales existen y hablan a través de un lenguaje universal tan sutil que sólo se presenta a veces en forma de pluma que cae, de letra de canción que dice lo mismo que tú, al mismo tiempo o en el silencio acogedor en el que te muerdes el labio durante un microsegundo. 

Las palabras hablan de algo que no existe, nacen para describir un mundo al que podamos adherirnos sin caer en el vacío. Porque estamos hechos de vacíos, de huecos que llenar con los agujeros igual de vacíos de otros. Luego están los átomos y las estrellas, pero orbitan la nada, nadan como peces con lo poco que vibran dentro de esa nada.

Estos días pienso en que resulta extraordinario que sea lo sea que seamos, que nos hayamos encontrado en este infinito inhabitado que parece una marabunta cuando lo observas con la perspectiva de una distancia creada para obviar que apenas existimos. Me pregunto acerca de todo eso del destino, de si hay una única realidad que es esta o hay otras en las que aún, tal vez, no nos hayamos conocido, o en el que no nos conoceremos nunca, o en el ya nos hayamos conocido y no nos dimos cuenta de que recortando los bordes todo el mundo puede ser la pieza del puzzle que encaje en la del otro. 

Estos días estoy leyendo a Auster. Leer a Auster me pone melancólico, es la consecuencia lógica de leer a alguien que sabía de qué se iba a morir y aproximadamente cuándo. Eso me lleva a pensar que la vida no es más que obviar que un día dejaremos de ser átomos para ser otra cosa y que aún así seguir queriendo hacer planes y buscar la trascendencia en lo hacemos con lo que nos sucede. Me gustaría creer que cuando nos llegue ese día nos recordaremos con cariño, porque todo se resume en eso: en querer y haberse sentido querido, se resume en que en el momento que llegue el tránsito en el que nos releamos a nosotros mismos quienes fuimos y qué hicimos sentir, nos provoque la necesidad de dar gracias por haber vivido.

Y yo sé qué probablemente lo sienta al evocarte.

Suceda lo que suceda.

Porque un sábado hubo momentos en los que el lenguaje mudo de los abarrotados espacios infinitos me miró de frente con toda clase de señales una detrás de otra y pensé que el mundo era mejor con personas como tú en él.




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