martes, 4 de junio de 2024

Konsomol

 


Sé que no sabré hacerlo. No sabré llegar al otro lado sin que me arrepienta de lo que dejo atrás, de no haber sabido ser yo; de no haber escrito la novela que tenía dentro y que sigo sin saber por qué no soy capaz de que salga de dentro de mí. Me habré ido sin haber tenido un hijo, sin haber plantado un árbol y sin haber escrito eso que me hubiera acercado a ti sin que pudieras tú saberlo.

Anoche soñé contigo. Soñé que habías llegado a ser mi hija. Bueno, en realidad no fue del todo así. Soñé que leías mi libro y venías un día y yo, claro, sabía quien eras aunque tú no lo supieras. A veces me pregunto cómo eres y si existe una remota posibilidad de sepas que un día estuve a punto de ser quien te sostuviese en brazos una primera vez de muchas. Pero fue otro. Otro al que llamaste papá si es que pudiste hacerlo en la lengua de los hombres de más allá de la tundra, o en esta en la que ahora navegan tus pensamientos.

No me pregunto mucho. Es más, casi ni recuerdo el sueño. Los sueños son como velas que se apagan en la noche, como murmullos de voces de personas que pasan por la calle, el sonido de los coches que nunca sabremos a dónde se dirigen. Y aún así puedo asegurar que soñé contigo y juraría que sé que estás hecha de buena pasta. Necesito saber que estás hecha de un material sensible a los rayos cósmicos que borbotean en algún lugar del universo y que acaban haciendo pompas de jabón al contacto con los iones de nuestra atmósfera. Sé que tú también las ves.

Sé que lo que nos une es que podemos sentirlas como una fina lluvia casi invisible que nos atraviesa y deja rastros de luz en nuestros huesos. Somos la prueba viviente de que aún existe la magia porque si nos miras con detenimiento somos capaces de brillar casi imperceptiblemente entre tanta oscuridad.

Sé que un día nos encontraremos. No sé si sabré que eres tú. Probablemente no. 

Sólo sé tu nombre.

Me lo dijo tu madre un día cuando aún creía que podíamos ser amigos.

Es triste no poder creer que yo pueda ser amigo de alguien.

Todo tiene un porqué aunque no sepa entenderlo.




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