domingo, 11 de febrero de 2024

Los besos...

 


Entró en la cafetería del hotel. Creo que me miró, y lo creo no porque nuestras miradas se cruzaran si no porque sentí que un escalofrío recorrió su espalda, nerviosa se giró hacia el hombre que le acompañaba y le dijo algo. Aceleró el paso y él la siguió en dirección a la recepción. Luego los perdí de vista y supuse que subieron escaleras arriba. Ya no pude pensar nada más, no oía lo que M. me estaba diciendo. El tiempo se fue introduciendo en algo parecido a gelatina hasta detenerse por completo y empezó a faltarme el aire. Me levanté y dije que iba al baño, pero en realidad fui al ambigú por si estaban allí tomando un copa, sentados en una mesa y hablando.

Los servicios de la cafetería están dentro del hotel y hay que atravesar casi toda la planta baja para ir hacia ellos. Creo que me detuve a pesar de que no tenía motivo para ello y sin disimular los busqué sin encontrarlos oteando las mesas como un ballenero el horizonte en busca de una señal que le dé sentido a su búsqueda. 

Recordé su beso; y en que ella vino y me lo dio. Me dijo "te voy a dar un beso" y yo no lo esperaba.  Podría decir que lo recuerdo, pero no soy capaz de hacerlo; no soy capaz de recordar cómo llegaba y me lo daba, sólo sé que necesitó hacerlo y que la vi todo el día buscándome con la mirada, tanto que la sorprendí varias veces.

Sé que le dije "me tengo que ir" y fui hacia donde estaba ella, me acerqué y luego vino la mamá de Raúl y me ofreció mandarinas para el camino. Fue entonces cuando me dijo que me iba a dar un beso.

Una semana más tarde hablé con A y le conté lo del beso. A tiene dos teorías sobre mí. Una es que escribo bien y debería escribir. Me alaga que alguien de su talento y que ha vendido millones de libros me diga eso, pero por otro lado sé que es mi amigo y sabe que escribir me hace feliz.

La la otra teoría es que no soy tan feo como creo que soy, ahí interviene de nuevo la amistad como factor de dilución de la realidad.

El otro día escuché un cd antiguo de cuando aún me bajaba canciones y las grababa. Era el romance de curro el palmo, de Joan Manuel Serrat. Una vez, entrevistaron a Eva Amaral sobre su canción "sin ti no soy nada" y le dijeron que era una de las canciones más bonitas sobre el el amor y el desamor en castellano y ella, tan natural dijo "para canción de desamor la del romance de curro el palmo" y con eso se ganó para siempre mi corazón. 

No importa donde esté, ni con quién, siempre he tenido la sensación de que esa distancia que siento con todo el mundo es la misma que los demás sienten hacia mí. 

Pero el caso es que después de salir del hotel y despedirme de M. no pude dejar de pensar en C. y en la tristeza de tener mi edad y sentir todavía algo vivo dentro de mí; algo que aún arde y calienta la sangre, como cuando todavía tenia esperanzas de que las cosas fueran a mejor.

Hoy no he salido de casa. He estado todo el día tratando de encontrar un motivo por el que seguir con todo esto.

Luego, he leído tu mensaje, y en que tú también solías decirme que no dejara de escribir y entonces he tenido que escribir esto y en que alguien en Innsbruck también solía decirme que escribiera. Y en F, que dice que un día me encerrará en una habitación hasta que acabe mi novela..

Y en aquella vez que un pez gordo de una editorial me ofreció un sueldo para escribir para una de sus autoras.

Si he de decir la verdad, en todos estos años escribía para que tú me leyeras y he acabado no sabiendo hacerlo de otra manera. Al final encontré mi voz, pero en realidad es tuya y creo que se va a quedar aquí para siempre. Me hubiera gustado saber contar historias inventadas, pero sé que no sé. 

Ahora sólo puedo escribir como Bandini, y con eso me basta.




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