sábado, 10 de diciembre de 2016

Cuando te vea


Al principio creí que esta vez las cosas iba a ser más fáciles, que el tiempo no caducaría, que volveríamos a ser lo que solíamos ser, pero luego me di cuenta que eso no iba a suceder, que las historias están para vivirlas y mientras las vives, para respetarlas. 

Supongo que no había otra forma más desastrosa de acabar con todo. No había nada más difícil de negociar que la soledad de los días que iban a llegar. Quizá por eso nunca te llamé ni supe qué decir cuando me escribías aquellos mensajes. Todo lo que soy es lo que demostré esos días.

Ahora las cosas van mejor, me va bien el frío y me va bien soñar de vez en cuando contigo, en lo que podía haber sido y en todo aquello que nunca nos dijimos porque yo me fui antes de que llegaras.

A veces pienso en ti, en cómo hubiera sido como padre, en cómo nos hubiéramos acurrucado juntos para ver la tele en el sofá, en tus primeras veces de todo y en el pequeño profesor que seguramente tienes metido entre ceja y ceja. 

El año pasado, cuando estuve en San Francisco, pasé por delante de una galería de arte donde se exponían unas pinturas de Margaret Keane y te imaginé así, como ese cuadro (luego supe que era la Margaret Keane Gallery) y creo que algo se movió dentro de mí. Algo que sabía que tarde o temprano nos encontraríamos.

Luego lo dejé ir.

Y hoy estoy aquí, tratando de no mezclar las cosas, tratando de no mezclar las personas, haciendo caso omiso a la cordura.

Dejando de creer que todo tiene un significado.

Buscando una salida digna a todo esto.

3 comentarios:

José A. García dijo...

Con los años se torna cada vez más difícil separar los recuerdos reales de lo que puedo haber sucedido... Más y más difícil.

Saludos,

J.

Ame dijo...

No sé qué es más doloroso, el "hubiera" o "los recuerdos", se hace difícil mantener la cordura cuando el alma se duele.
Un abrazo

Recomenzar dijo...

fascinante tu texto