miércoles, 4 de febrero de 2015

Es fin del proceso de incubación.



Sigo sin tener tiempo (ni talento) para escribir algo que tenga sentido. El otro día estuve en l´escola d´escriptors del Ateneu Barcelonès y estuve mirando cursos como el que mira un escaparate y sabe que no puede comprar nada hasta que llegue la paga extra. Una paga extra que nunca llegará porque siempre he vivido por encima de mis posibilidades intelectuales, al menos en lo que a literatura se refiere, podría enumerar muchas más cosas, pero como ya he dicho me falta tiempo y el que tengo no quiero malgastarlo.

Sigo con las nuevas patentes. Esta vez tengo todos los elementos, puse las cartas encima de la mesa y hay gente dispuesta a llegar hasta el final, gente importante, de prestigio mundial, hace unos años me hubiera asustado, hace unos meses me hubiera asustado de no estar asustado; ahora me da igual, siento el vértigo de, por fin, llevar los equipos hasta su fabricación. Nunca me moví por dinero, pero ahora es distinto, de repente he comprendido que el dinero sólo es un medio, no un fin. Y desde ese día, a mi escala de valores le ha dado un infarto.

Las cifras que se manejan son de lo que yo consideraba hasta ahora la puta estratosfera, la gente sonríe, me da palmadas en la espalda con sonrisa nerviosa... pocas veces me he sentido tan deseado... y nunca antes había tenido la necesidad de buscar algo de verdad a lo que aferrarme, algo lo suficientemente sólido como para que el viento no se me lleve, lo suficientemente ligero como para que flote sobre este océano antes en calma. Por primera vez en muchos años no tengo miedo de tener miedo.

Por primera vez en muchos años siento que estoy frente a una primera vez de algo.

Y he vuelto a leer. Hacía tiempo que no podía encadenar noches de lectura... tengo tiempo para leer y tengo tiempo para imaginar nuevos equipos. Radicales, inflamables, de los que cambian la vida de la gente... para bien.

Y hoy no quería escribir, pero ha nevado y creo que he cogido frío. Noto que tengo algo de fiebre y quizá la confundo con esa otra fiebre que hace que me hierva el cuerpo cuando no puedo domar al bicho, a la alimaña que se alimenta de mí y de la que, a su vez, se alimenta el genio de la lámpara que me susurra lo que dibujo y experimento.

Me gustaría que no acabara nunca y al mismo tiempo que llegara a su fin cuanto antes.

No quería publicar un post.

A cada uno le puede su propia contradicción.

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