miércoles, 7 de marzo de 2012

Tiempo y arena




Me llama para decirme que no me echa de menos y yo sonrío desde esta parte del teléfono y pienso que eso es una incongruencia, que es como si un ladrón entrara en una tienda, apuntara al dependiente con una pistola y le dijera que se puede meter el dinero por el culo, que él no lo necesita, pero acabara llevándoselo y pegándole un tiro a quemarropa. Sonrío porque desde que dejo de escuchar lo que me dice la gente y me fijo sólo en lo que hace me llevo menos sorpresas, quizá por eso que cuando oigo su voz a través del teléfono siento mis manos dibujando el contorno de su cintura y noto como su piel se eriza, noto de qué forma sigue reaccionando a mis intenciones antes que a mi contacto. Sonrío aunque me llame para decirme que soy una mal bicho, un egoísta y no sé cuántas cosas más...

"Pero me has llamado" sigo pensando con la palma de las manos sobre sus caderas desnudas, me ha llamado para decirme que si no está conmigo es porque es imposible estarlo, que si yo cambiara, si me hiciera más tolerable, seguiríamos estando juntos, que la pelota está en mi tejado y que debería ser yo quien hiciera algo al respecto; me da el poder de decidir: de cambiar y que todo vuelva a ser como antes o no cambiar y estar lejos el uno del otro.

Se queda callada, no me gustan sus silencios, sus silencios duran el tiempo en que enciende una mecha y llega la explosión, es el silbido de la bomba de mortero sobre la trinchera, y mi seguridad desaparece en un instante porque sé que va a soltar algo que va a hacer saltar todo por los aires.

"M y yo nos hemos ido a vivir juntos" dice por fin. "Creí que M y tú sólo erais amigos, por lo menos eso es lo que me habías dicho hasta ahora" me doblo sobre mí mismo como si me hubieran dado un puñetazo por debajo del estómago.

"Y somos amigos" se defiende torpemente... "El chino de la tienda de abajo y yo somos amigos, pero no me imagino irme con él a vivir juntos..." digo con rabia. "Es lo que hay" dice tajante, pasando el mal trago de golpe; dicen que las cosas duelen menos si se dicen de un tirón. Y aunque ya lo sospechaba tenía la estúpida esperanza de que me siguiera queriendo.

"Pero M tiene un ligero retraso mental" le digo.

"Eres un gusano" me dice. Me lo dice porque sabe que es cierto, que incluso estuvieron a punto de darle una paga. "Es una buena persona".

"Sí, pero el que ahora se siente Forrest Gump soy yo" pienso. No digo nada, me duelen los dientes, se me seca la boca, creo que estoy empezando a marearme. Ahora mismo daría lo que fuera para no haber sido tan egoísta, ni tan idiota, ni tan... un momento, yo no lo soy, es ella que ha puesto esa excusa para justificar todo esto. Lo que decía, se lleva el dinero y me dispara a quemarropa. Lo de mirar los gestos en lugar de escuchar las palabras parece ser que no sirve siempre. Soy un iluso. Un iluso que pierde demasiada sangre por una herida invisible.

Le grito mil cosas de las que sé que me arrepentiré toda mi vida y que son como las piedras que sellan la gran pirámide para que nadie pueda pasar por ahí nunca más. Ya no hay vuelta a atrás posible.

Cuando acabo me pregunta que si quiero que sean esas las últimas palabras que queden dichas entre nosotros y yo le respondo que qué pensaba que diría cuando supiera que me había estado ocultando la verdad durante todos estos meses. Me dice que no me ha ocultado la verdad, que las cosas sucedieron sin premeditación.

"Es lo mismo que le dijiste a D cuando empezamos a salir tú y yo" y él tuvo la misma reacción que yo. Ahora yo estoy en el otro lado y D. debe estar riendo al leer esto. Siento náuseas, me mareo, el teléfono se me escurre entre los dedos, pero no se cae porque lo aprieto en el último instante.

Me dice que a pesar de todo tendrá un bonito recuerdo de lo que vivimos. No me puedo creer que esté haciendo esto.

No digo nada. Cuelgo.

Me vuelve a llamar. Descuelgo.

"¿Es así como quieres que acabemos?"

Le digo que para mí es como si hubiera muerto. Y vuelvo a colgar.

Para siempre.

Abro un blog, lo titulo Moriría por ella. Morir por alguien que sólo vive en el recuerdo se me hace duro durante mucho tiempo: años. Con el tiempo me voy oxidando, como un barco varado en una playa esperando a que lleguen a desguazarlo.

Luego, va pasando el tiempo y se hace cada vez más difícil reconocer en este esqueleto las costillas del barco, la figura oscura que se deshace sobre la arena, a causa de la luz infinita del sol, el agua salada del mar y la constante abrasión del viento.

Y un día despierto, y nada tiene que ver con nada. Y todo lo escrito hasta entonces me parece como salido de un sueño.

Y llega la primavera, Bandini.

Llega la indomable primavera.

Y vuelven los cantos de sirena a devolverme las ansias de navegar bajo la bandera pirata.

Y entonces, como si ella lo intuyera, me llama de nuevo, desde el lugar desde donde deben de llamar los fantasmas.

1 comentario:

Speedygirl dijo...

Cómo no, los fantasmas siempre llaman en el peor momento. Pero no les sirve de nada si ha llegado la primavera de verdad. ;P