viernes, 23 de septiembre de 2022

El abrazo inesperado.



En cuanto me pongo a escribir sé que no va a salir casi nada bueno. Las primeras frases de lo que sea que empiece no tienen rumbo ni destino. Es como si no supiera quién soy ni qué quiero y eso se trasladase a casi todo lo que hago. Cada instante es un inicio. A veces pienso que tengo un trastorno porque siempre que recuerde ha sido así, ya desde niño no podía planificar nada. Por eso hago listas. Las listas es lo más parecido a un orden que conozco. A veces hago listas de las listas que debería hacer. Tengo la sensación de vivir inmerso en un imprevisible transcurrir de acontecimientos que no tienen sentido. Soy incapaz de prever nada, ni de saber cómo se suelen comportar las personas que conozco, no entiendo algunas normas sociales y por encima de todo, no soporto que me toquen.

Y eso es una pequeña tragedia. Porque no entiendo el porqué, pero los demás, incluso los desconocidos, sienten una atracción inexplicable por tocarme, incluso diría que por abrazarme. Es algo que he compartido abiertamente incluso con mis amigos y confiesan que es así, que sienten la necesidad de que, cuando están cerca de mí, de acercarse lo máximo que pueden y ponerme la mano en el hombro como mínimo. Parece algo inocente, pero en ese momento algo dentro de mí se rebela, pasa de estar escondido a estar en alerta. No creo que tenga ningún trauma de niño, es algo que no me gusta. Por lo general no suelo confiar en nadie, así que no me gusta generar confianza en personas a las que no pienso poner a prueba en una situación en las que confiar en ellas. Porque sé que no la pasarán.




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