Yo odiaba a mi padre por morirse de aquella manera. Por irse de repente sin avisar. Por ser buena persona y dejar a todos sin esa buena persona en su vida, por dárnoslo todo y dejarnos ante el abismo de perderlo poco a poco. Sólo tenía quince años, los suficientes como para saber lo que es odiar sin sentido a la persona a la que más has querido, los suficientes como para prometerme a mí mismo que ya no querría nadie más en mi vida, y mucho menos depender de nadie.
Ahora sé que odiar a veces es otra manera de huir. Odiamos y huimos hacia cualquier parte que nos recuerde que el amor se acabó y no volverá. Entiéndeme, no utilizaría nunca la palabra amor para describir eso, pero la verdad es que me importa una mierda lo que piensen los demás. No hay nada peor que olvidar de lo que uno se aleja con todas sus fuerzas, si lo haces acabas perdiéndote. Tan importante como odiar es saber a qué o a quién odias aunque no sepas el porqué. Con suerte, con los años acabarás comprendiéndolo si sobrevives a lo que te espera ahí afuera, porque salir corriendo hacia cualquier otra parte es ir a un lugar desde el que quizá no puedas regresar.
2 comentarios:
El padre de un amigo se murió… y eso que uno vivió ya, vuelve a pegarte en la cara. No sé como sigue uno avanzando en el mundo sin su papá en el, pero la verdad es que mi orfandad ya no conmueve a nadie desde hace mucho aunque yo lo siga padeciendo y añorando.
Hay un club ne los huerfanos pero no lo comprendes hasta que llegas a pertenecer a el
Es cierto. Y no hay palabras que lo describa.
Ánimo!
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