lunes, 24 de febrero de 2020

El océano de luz que hay al otro lado de los agujeros negros



Tiene que ser así. No creo que todo esto sea la realidad ni que acabe aquí. El universo tiene demasiados años y demasiado espacio como para que estemos cabalgando sobre la única línea temporal y física de algo con tantos sextillones de posibilidades. Ni tan siquiera sé si existe esa cifra o debería hacer mención ya al infinito, pero en todo caso, son tantas que soy incapaz de imaginar un 10 elevado a tantos unos seguidos de ceros.

En este universo en el que tú y yo estamos sobre la misma piel de este planeta rodeados de agua por todas partes, estoy seguro que el destino es el que nos llama. Que si es verdad eso de que el pasado y el futuro coexisten, ya estamos en otra parte, sintiendo la brisa en la cara en un muelle sobre un océano, oyendo sonar música de carrusel, puede que incluso viendo caer al sol a cámara lenta, quizá buscando el agujero negro que nos absorbe hacia el otro lado de nuestra historia.

Porque si las etapas tienen un final, detrás del agujero negro tiene que haber un océano de luz, con olas y todo, un cementerio de estrellas incandescentes como si de un cementerio de elefantes se tratara, al que van a vivir eternamente en un tiempo sin principio ni fin, en algo tan grande que sólo puede soñarse cuando se está profundamente dormido porque si se pudiera imaginar despierto no podríamos soportar tanta inmensidad.


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