viernes, 20 de noviembre de 2015

Siempre queda nada


Todas las historias terminan igual. Siempre parecen diferentes, pero en realidad, están cortadas por el mismo patrón. Todo acaba en una rendición. Alguien se rinde tarde o temprano, alguien deja de creer, y cuando alguien deja de creer, deja de tener sentido sea lo que sea que hubiera.

Todas las historias terminan porque no hay nadie que las quiera seguir escribiendo, ni leyendo, ni habitando.

Aunque nadie las haya empezado, aunque sólo hayan sucedido como sucede la lluvia: por que debe llover de vez en cuando, porque el mundo está programado para que el cielo moje el suelo.

Hace días que le doy vueltas a lo de escribir la novela. Lo que no sé es a qué obedece ese deseo repentino. A veces pienso que este tiempo de resituarme, en realidad, ha sido como una burbuja de tiempo en la que no he vivido del todo. De hecho, a veces pienso que no vivo al cien por cien, sino un cómodo setenta por ciento...

... como si fuera a vivir eternamente.

Dicen que la crisis de los cuarenta llega el día en el que te das cuenta que eres mortal, que el fin se acerca poco a poco, de forma inexorable.

Supongo que escribir esa novela es mi crisis de la mitad de la vida.

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