martes, 29 de julio de 2014

Oh, mi estrella fugaz.


Hace un tiempo inventé un método para inventar. He de decir que, a mí me da buen resultado, tengo siete patentes a la espera de que se me financien. A este método lo llamé el paradigma de la bicicleta, no porque fuera un paradigma sino porque ahora la palabreja se ha puesto de moda y todos los modernos te escuchan si la oyen de tu boca.

En realidad es una tautología, pero si la llego a llamar la tautología de la bicicleta me hubiesen tomado por un idiota o por un raro. Ahora, si la llamo el paradigma de la bicicleta, al oír bicicleta también me toman por idiota pero como he dicho paradigma, ah!, se quedan a ver qué pasa.

No voy a desgranar en qué consiste el método. Te tendrás que comprar el libro (o bajártelo de internet pirateado) pero creo que una vez sea publicado la humanidad avanzará científicamente en un año lo mismo que en los treinta anteriores.

Puedes llamarme modesto.

O arrollidarte ante mí.

Como prefieras.

Es coña. No puedes elegir.

El caso es que después de escribir y registrar mi método voy y me encuentro con una conferencia (en youtube o vimeo) de Bill Gates en la que dice lo mismo que yo.

El muy cabrón me había robado la idea treinta años antes. ¿Qué significa eso? Pues claro! El muy hijo de puta, en el futuro inventará una máquina del tiempo para adjudicarse mi descubrimiento!

Así que, sin perder los nervios y adoptando esa templanza (¡me cago en su padre!) y espiritualidad (y en dios) que me caracterizan he decidido inventar una máquina del tiempo con el propósito de que Bill Gates no pueda inventar una máquina del tiempo. ¿A qué es una idea buenísima?

Ves como el método funciona...

Me voy a dormir que hoy me he pasado bebiendo gin tonics.

Fin del comunicado, único lector(a) que me queda.

PS: Lo de escribir arrollidarte en lugar de arrodillarte lo he hecho a propósito ¿por qué? Para ver si te dabas cuenta la primera vez.

PS2: Ahora sí. Fin del anexo al comunicado y por tanto fin del comunicado.

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