jueves, 19 de noviembre de 2009

Y tal vez


A veces, recostado contra la encimera de la cocina y con una taza de café entre las manos, piensa que tal vez la felicidad absoluta no es un estado de ánimo, que tal vez la felicidad absoluta es la ausencia del deseo de ella, como los budistas que anhelan llegar al Nirvana cuando el Nirvana es la ausencia total de anhelos.

A veces pasea la casa solitaria, repasa mentalmente que hay que lavar las cortinas, darle un buen meneo al sofá, limpiara los cristales, y luego se prepara ese café que le transportará a esa calma y ese pensar que la felicidad incompleta es la más perfecta de las felicidades. Y luego vuelve al ordenador y a una historia que se le atraganta, que le abandona cuando más la necesita, que sabe que, como todo, tendrá un grado de imperfección que la hará más humana y al mismo tiempo más cruel. Se encerrará entre las cuatro paredes y los libros apilados en el suelo, se acordará de sus amigos escritores publicados y soñará despierto con ver la portada de alguna de sus historias en los escaparates de las librerías del centro. Quizá, luego cuando lo piense, se sonrojará al pensar que algún día se cruzará en el metro con alguien que lea su libro, y lo hará porque ese deseo le parece el más pedante de todos, el más vanidoso, la constatación de que se escribe por amor a uno mísmo.

Tal vez, escribirá unas líneas aprovechables y se dirá a sí mismo que esta vez sí, esta vez vuelve a estar conectado con la musa y volverá a leer una y otra vez lo escrito hasta que pierda todo el sentido y esa aureola de literatura de la buena que sabe que nunca alcanzará. Una vez acabado el plan estratégico de la página diaria (que no cumple ningún día) bajará al centro a repasar mentalmente donde colocarán su novela, una portada de dos manos de niño sobre un corazón de patata que pedirá a su autora si hace falta de rodillas, y verá el producto acabado, e irá al banco o a la estación, mirando a la gente que pasa camino de otros bancos y otras estaciones y se preguntará si alguien podrá adivinar la historia que lo llena y al mismo tiempo lo tiraniza, si entre ellos a alguien le interesará lo que su imaginación y su corazón esconden.

Luego, se irá de nuevo a casa, arreglará facturas y emprenderá proyectos que nada tienen que ver con la historia. Proyectos que no dejan lugar a la ensoñación ni al desaliento, que no dejan espacio a las dudas ni a la pregunta de si tiene o no talento. Se sumergerá en la calculadora y teclerará números y memorias en lugar de acariciar las teclas con los dedos. Y llamará a clientes y buscará direcciones de correo. Y será jueves por la mañana, y pensará en ella, y ella, tal vez le escriba "me acuerdo de ti" en un mensaje.



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7 comentarios:

- Inés y Yo - dijo...

No tendrás que arrodillarte, tan sólo invitarme a una taza de arco iris y café.. :)

(Me parece que hace mil siglos que no nos vemos, toni..)

Besos

Anónimo dijo...

Deverias ler o brasileiro caio fernando abreu, tens uma escrita como a dele...belamente melancolica, mesmo quando é otimista...me gusta
Eos

Espera a la primavera, B... dijo...

Siempre nos quedará el arco iris y las campanillas como a otros les quedó París. Y es normal que te parezcan mil años, porque lo son ¿no?.

Un Beso, mi niña.

Espera a la primavera, B... dijo...

Obrigado. Caio Fernando Abreu? Eu não li nada sobre ele. Procure seus livros.

Anónimo dijo...

Podes ver algo nesse link..ha muito de suas obras
Eos

Anónimo dijo...

perdon..ness link
http://semamorsoaloucura.blogspot.com/

Espera a la primavera, B... dijo...

obrigado