martes, 31 de diciembre de 2019

Echar de menos

La tierra media



La única verdad es que este año ha sido un poco la continuación del infierno. Me pregunto si el que viene va a ser igual o peor y sospecho que, dadas las circunstancias y la salud de las personas que me importan, y todo lo que conlleva la falta de inversor en esta fase de mi proyecto, va a ser un año catastrófico.

Me gustaría que las cosas hubieran cambiado, pero como siempre, en el último momento se torcieron.

Esta mañana me escribieron de la fundación del jeque de Dubai para animarme a que me presentara. Es alucinante, pensé. Pero luego me acordé que sólo soy uno más entre centenares de proyectos y que siempre me pasa algo a última hora.

A veces pienso que es mejor así, que de todos los que triunfan yo puedo ser ese otro porcentaje que no lo logran. Vivimos en la falsa creencia que con esfuerzo y constancia se logra cualquier cosa, pero no es cierto. Hay otros factores, como la suerte y los orígenes sociales de donde partes. La meritocracia es algo real sólo cuando tienes acceso a poder presentarte en ciertos círculos. Eso de la igualdad de oportunidades no es así.

Pero eso ya lo sabía.

El mundo está cambiando y el dinero está en manos de unos pocos que juegan. Para ellos todo esto es sólo un juego. Es como en la edad media, los señores feudales siguen siendo señores, los fondos de inversión son los castillos y las escuelas de negocios órdenes.

Todas las estructuras de poder se repiten.

El pez grande se come al chico.

O eres señor o eres vasallo.

No importa lo que hagas o lo que tengas. Puede que vivas una vida sin sobresaltos, que acabes teniendo algo así como un taller de artesanía que trabaje para un señor, pero todo es lo mismo.

Supongo que no estoy hecho para este mundo.

Echo de menos hablar contigo.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Terrazas



Me sigue gustando este vídeo. Me pasé años quedando a jugar en las terrazas...

domingo, 15 de diciembre de 2019

Después de un tiempo



Me gusta conducir. Es lo más parecido que conozco a dejarse llevar, a fluir.

Dicen que cuando sueñas que conduces, en realidad estás imaginando en una vida que te lleva y que si sientes angustia al no poder frenar es que en realidad has perdido con control. Pero, ¿quién cree en los sueños?

Llevo años sin soñar que voy en un coche por una carretera. En realidad lo hago todos los días en la vida real, así que ¿por qué debería hacerlo también mientras duermo?

Diría que las cosas han ido más o menos bien, pero en algún momento se torcieron, pero mentiría si dijera eso. Las cosas ya nacieron torcidas. Uno toma malas decisiones y trata de huír hacia adelante. Supongo que debería empezar en otra parte del mundo. Antes se podía hacer. Ahora es más complicado. Ser extranjero pobre es lo peor que se puede ser en este mundo. Esa es la realidad. No importa lo que pienses, es lo que piensan los demás.

Si pienso a largo plazo creo que este blog, en realidad, ha sido sólo un oráculo; una especie de isla a la que regresar a ratos. Siempre he sabido, desde muy niño, que mi habilidad no valía nada. El mundo es complicado y yo nunca lo he sabido leer ni me he sabido adaptar. Ahora ya casi no importa nada. Llega Navidad y todo va a ser más triste.

No sé qué va a pasar. Puede ocurrir cualquier cosa. Lo único que tengo claro es que por muchos años que viva siempre voy a sentirme así de inadaptado a mi entorno al tiempo que mi entorno no me va a aceptar.

Lo disimulo bien. El otro día fui la estrella de una reunión de ingenieros. Al acabar se me acercaron los organizadores y otros ingenieros a pedirme la tarjeta. Por dentro pensaba "vaya mierda todo. He hecho el ridículo" pero se ve que no, me dijeron literalmente que no se cansarían de escucharme. No lo entiendo.

Improviso a cada instante. Nunca sé lo que voy a escribir cuando empiezo una frase. La voy construyendo mientras pienso en algo. Supongo que es por eso que nunca escribiré esa novela y que nunca llegaré a acabar nada del todo. Me siento como un niño en un mundo de adultos al que todavía no he pillado el truco de cómo funciona, mientras aparento que sí lo sé y trato de imitar a los demás.

Sé que todo esto terminará mal si no encuentro mi lugar en el mundo. Me duele haber dejado tantos sueños atrás, haber involucrado a otras personas e ir decepcionándolas poco a poco. Yo ya sabía que no se podía confiar en mí y creo que lo he ido dejando claro a cada paso que he dado. No dejo de ser el personaje de la novela con la que empecé esto de Moriría por ella y como el mismo personaje también ella se irá en un coche rojo bien lejos.

No sé cuánto tiempo podré aguantar esto, ni cuándo llegará mi final. Intuyo que acabaré mal y probablemente solo.

Podría decir que no me importa, pero la verdad es que sí me importa.

Estudié, me saqué una carrera, inventé inventos increíbles y que despertaron la admiración en la meca de los inventos, pero nada más.

La derrota no es no haberlo intentado. La derrota siempre es haberlo hecho y haber perdido.

No me queda más remedio que seguir hacia adelante. La huída acabará cuando mi cuerpo o mi cabeza ya no aguanten.

Hasta entonces seguiré en la brecha, haciendo honor al poema If de Rudyard Kipling

Porque se trata al fin y al cabo de ser el hombre que siempre he querido ser.

Y eso lleva tiempo.

Nobleza obliga.

jueves, 5 de diciembre de 2019

La elipse infinita con la que sueñan los cometas


A veces creo que todo acabará pronto. Es decir, que despertaré del sueño y todo se habrá acabado. ¿Habrá otra vida en ésta o tendré que morir y encarnarme de nuevo? ¿Qué habré aprendido de mi paso por este planeta? ¿De qué me arrepentiré? ¿De qué diré ha valido la pena? ¿Podré ver a las personas que quise en el más allá o estaré completamente solo como en un primer día de colegio?

Hace tiempo que hace tiempo de casi todo. Los últimos cuatro años han sido un despropósito. Un viaje hacia donde me llevaba el alma del universo, un lugar desde donde ver la matriz de donde sale y está todo.

¿Crees en la magia?

Yo no creía.

Entonces apareció un hilo de tela de araña. Y en el otro extremo estabas tú.

Todo tan sencillo como eso, pero lo que no me di cuenta es que los hilos de tela de araña están hechos para atrapar. Y ahí estoy. Sin querer escapar. Rezando para que un día escribiera algo que llamara tanto tu atención que me dijeras algo.

Y aquí estoy, a veces me siento como uno de esos perros que ladran y persiguen a los coches que pasan por su calle. Sigo corriendo detrás de la estela de polvo que dejas como el que busca viajar al infinito agarrado a la cola de un cometa. Y la verdad no es que me importe, creo que en realidad nací para esta clase de devociones inalcanzables. Al fin y al cabo qué haría el perro con el coche si este se dejara alcanzar por él ¿acaso sabría cómo actuar ante algo tan inesperado?

Al fin y al cabo todo es buscar hasta el día en que morimos.

Hace días que ya no tengo miedo a la muerte. No sabría decir el porqué. Es algo que en cierta forma diría que me inspira.

Pasar por este planeta no era tan divertido como se podía uno imaginar al leer los anuncios de El autopista galáctico.

En realidad yo sólo vine por la chica.

En el fondo, este planeta es igual de gélido que el resto de la galaxia sin ti.



https://rakuten.tv/es/movies/guia-del-autoestopista-galactico

jueves, 28 de noviembre de 2019

Universe


No comprendo cómo puedo seguir viviendo con la certeza de que lo que soy no es una de las múltiples posibilidades de lo que podía haber sido, que los átomos que se reunieron en mí no son más que una maraña de casualidades, que todo lo que somos es, en realidad, un azar ordenado por unas leyes genéticas ambiguas, pero azar al fin y al cabo.

Y no puedo entender que de todo ese azar elevado a la máxima potencia no haya ningún universo donde podamos estar juntos ni tan siquiera un poco. Me pregunto dónde queda la voluntad en todo esto, qué me impide dejarlo todo e ir a donde estás y mirándote a los ojos, las múltiples decisiones de todos nuestros antepasados hasta Eva y Adán, hablaran por mi boca y dijeran que el final del camino estaba aquí, en este viaje y en este millón de átomos contemplando a ese otro millón de átomos buscando una respuesta.

Que el big bang fue el principio del comienzo, que toda esta multitud de galaxias son sólo el residuo necesario para tener la excusa para crear la Vía Láctea y en ella un sol íntimo que diera el calor suficiente a un planeta donde hacer crecer algo con voluntad de moverse de un lado a otro quién sabe si impulsado por un soplo en el alma y en el que hacer brotar miles de seres, durante miles de años, hasta llegar a ser eso que se parece tanto a ti y a mí en este preciso mismo instante.

Cara a cara, mientras me lees. Porque hasta aquí ha llegado la vida y la civilización, sólo queda el vacío insondable de lo que ha de venir.

Mañana habremos desaparecido sin dejar apenas rastro.

Un universo cuajado de bolas de gas ardiendo en un infinito océano a mil trillones de grados bajo cero.

Sin más motivo para existir a partir de ahora.

Como si ya nada tuviera sentido.







miércoles, 27 de noviembre de 2019

El último lugar de La Tierra



A veces me pregunto qué hice mal. Y probablemente la respuesta es que casi todo, que en el fondo siempre he saboteado todo lo que hago. Puede que ahora lo esté haciendo también, debería estar haciendo otra cosa, pero aquí estoy. Escribiendo sin saber muy bien a quién ni por qué motivo.

Me pierdo en el día a día. Me dejo llevar hasta el cansancio. Hago mil cosas que me parecen eternas y no doy con la palanca necesaria para que todo vaya un poco más deprisa.

Esta noche me he despertado con la sensación de que se había ido la mejor etapa de mi vida. En realidad, hace tiempo de eso, pero hoy me he dado cuenta. Al mirar hacia atrás (creo que lo he soñado) he visto a personas y momentos que nunca volveré a vivir y que será difícil que pueda encontrar algo o a alguien que me despierte esa misma emoción.

Me gustaría creer que todo esto ha tenido un significado, pero creo que no lo tiene. O es tan grande que debería dejarlo todo e intentar comprenderlo aunque sólo sea un poco.

Entonces me acuerdo que hoy hará diez años de algo. Y hay fotos de aquello.

Me da miedo mirar.

Creo que hoy me he dado cuenta, por lo que haya soñado, que lo único que importa es el amor. Ya sé que puede sonar cursi, pero no sé qué he soñado que ahora lo siento así.

Y lo peor que puede pasar es que se acabe.

Incluso antes de que la persona amada se vaya.

Lo demás es atrezzo. Supervivencia.

Y claro, me he venido abajo.

martes, 26 de noviembre de 2019

La vida es un muelle que al final se rompe



Si pudiera viajar en el tiempo iría hacia atrás hasta encontrarme de nuevo contigo, y esta vez no dejaría que ocurriese esa hecatombe en mi vida, esa en la que tú y yo sólo somos amigos que nos vemos de vez en cuando y hablamos de casi todo y nos reímos de nuestras ocurrencias y en la que tú no sabes que escribo por ti desde hace una infinidad y en la que a veces vuelvo a soñar con que un día todo cambie.

Nunca nada cambia. Es la ley inmutable de la distancia. Lo que está bien permanece así durante años. O sucede desde el principio o se queda todo en igual para siempre.

Siempre es una palabra que no me gusta porque cada vez que la digo en voz alta se escapa algo de mi vida, sale volando para no volver jamás.

El caso es que si pudiera vivir de nuevo aquel tiempo tengo la sensación de que las cosas no hubieran salido bien. Llevo años siendo una barca en una tormenta. Nunca me acabo de hundir, pero sigo sin rumbo.

A veces me pregunto qué hubiera sido de mi si te hubiera olvidado y hubiera conocido a otra mujer con la que vivir en pareja. Si hubiera podido sobrevivir a eso a cambio de un mal llevado orden cotidiano, pero entonces recuerdo que en el fondo yo soy uno de esos aventureros que salen sin muchos recursos en pos de El Dorado y les lleva la vida encontrarlo.

Sé que en el fondo eso ha sido una maldición aunque pensara que era una oportunidad.

Dicen que se puede medir la inconsciencia de una empresa por el tamaño del botín al que se aspira.
Me hubiera gustado creer que las cosas iban a salir bien, pero ya sabía que no sería fácil.

Si pudiera viajar en el tiempo hacia atrás quizá dejaría las cosas como están.

Pero tengo claro que si en mi vida, algún día, existe la posibilidad de encontrarnos, viajaría ahora mismo el tiempo hacia adelante para vivir ese momento ahora.

En un universo de infinitas posibilidades yo elegiría una sola.

Pero siguen siendo infinitas y el tiempo se va diluyendo en todas ellas.

Nos veremos en Coney Island.

En el muelle de madera. Sonará algo así



lunes, 25 de noviembre de 2019

zombies


A veces las cosas son como tienen que ser y otras son como las dejamos que sean. Este fin de semana he estado obsesionado con un tema raro. Últimamente me obsesiono con todo. Creo que, en el fondo, todos estamos igual. Nuestros cerebros no pueden con tanta información a su disponibilidad. Es algo así como un apocalipsis zombie donde los zombies no se han dado cuenta de que lo son. Creemos estar vivos, pero ya no lo estamos. 

Trabajamos para pagar deudas. El uno de cada mes ya debemos la luz, el agua, el colegio de los niños, la ropa, la hipoteca, el coche, internet, el teléfono... en eso consiste ser esclavo. En el miedo a no poder pagar y estar fuera. Fuera de todo.

Me planteo ir a vivir a un pueblo, recoger mi propia agua y colectar mi propia luz. Cada día estoy más cerca y más lejos de todo eso. Me gustaría ser lo suficientemente valiente como para dejarlo todo antes de que ese todo me funda con su rayo de la muerte.

No vivo, no creo, no soy. No existo.

Reconozco que soy un zombie.

Un maldito zombie en busca de otros a quienes morder.

Refugio


No ha sido fácil llegar hasta aquí. Creí que la herida era profunda y bueno, pensé que iba a morir cuando vi la sangre, pero al cabo de un rato dejó de sangrar. N sujetaba un trapo contra el agujero. Toda la vida siendo precavido y esta vez no lo vi venir, pero quién si iba a imaginar que el muchacho era de ellos y sabía manejar un cuchillo. Lo único que creo que me ha salvado es que no fuera lo suficiente hábil, aunque si he de ser sincero, cuando nuestras miradas se cruzaron creí ver un "no quiero matarte, pero lo necesito". Me estoy volviendo paranoico.

Ahora necesito un cadáver de mi misma complexión al que hacerle una marca como la del cuchillo y poder tirarlo al río. No será fácil. No voy a morir, pero he perdido mucha sangre. No creo que me recupere pronto, o por lo menos, los suficiente como para poder encontrar ese cuerpo que me sustituya aguas abajo.

N se ha quedado conmigo. No sabría decir el porqué, aunque sospecho que es porque no sabe a dónde ir y teme que los que la estaban reteniendo la encuentren si sale a la calle. En casa, bueno, en esta casa en la que hemos entrado, estaremos a salvo unos días. Estuve controlando el barrio y encontré esta casa. Los dueños pasan largas temporadas en otro país. Dejan las persianas arriba y tienen un temporizador de luces que se encienden y se apagan siempre a la misma hora. Espero que no hayan quedado con nadie que se pase a ver el piso de vez en cuando, o que si lo han hecho, éste no se tome demasiado en serio la tarea.

No hay mucha comida en la despensa. Latas de conserva y botes de fruta en confitada, un par de bolsas de legumbres. Podremos estar una semana sin tener que salir de casa. El botiquín tiene suficientes vendas y alcohol para desinfectar y tapar la herida con frecuencia.

Por la noche me sube la fiebre. Es normal. El cuerpo necesita quejarse de toda esta mierda a la que le someto. Me gustaría tener algún calmante de los míos, pero me tengo que contentar con los del botiquín. Afortunadamente uno de los dos sufre de migrañas y tiene algo fuerte. Muy fuerte. Esta noche dormiré sin dolor. Lo necesito. N revisa los cajones para encontrar cosas que nos puedan servir. Y quizá qué vender. Sospecho que sigue enganchada a algo. Eso significa que he de estar alerta. No existe nada ni nadie que pueda contener al animal enjaulado que lleva dentro; y entonces puede pasar cualquier cosa. Y cuando ocurra yo no tendré toda la fuerza que necesite.

Empiezo a pensar que me he equivocado, que no tendría que habérmela jugado por ella. Y menos, ahora que sé que ella era el cebo de una trampa en la que yo era la pieza a cazar. No me dice nada que pueda servir como explicación de por qué ha hecho lo que ha hecho. Nada. Puede que crea que yo lo sé todo y por eso no habla, puede que en realidad crea que había llegado a un buen trato con aquella gente y yo lo he estropeado todo.

Sus ojos sin vida, metaanfetas, el polvo del diablo. No hay nadie que salga con vida de esa mierda. No es común que a su edad alguien caiga en eso, es la droga de los que se quieren suicidar en vida. algo le habrá ocurrido. O algo la ha llevado a eso. Pero ya no importan los motivos. La N que yo conozco ha muerto y no va a resucitar en estas circunstancias.

Le digo que venga y que se quede a mi lado un rato. Hablamos en voz baja para que los vecinos no nos oigan. N no me mira a la cara. Sentados en el suelo para que nadie nos vea a través de las ventanas. La fiebre me hace sudar y a veces tengo escalofríos. Parece que N no se percata de lo segundo. Está a mi lado pero mantiene cierta distancia y evita tocarme, como si tuviera miedo de que tuviese una enfermedad contagiosa.

Hablamos de cosas banales. Cuando le pregunto que quiénes eran esa gente me dice que unos que conoció en verano. Al principio parecían legales, pero luego se enfadaron con ella y la retuvieron. Dice que me conocían y que sabían que ella me conocía a mí. Que les debía una mercancía y que me había quedado su dinero. "Pero nada más, lo juro".

Miente.

Cuando mientes y no sabes mentir estás perdido en todo lo que hagas. Porque un día dirás la verdad y no podrá compensar todas las falsedades que has ido sembrando en la relación con otra persona. Y entonces, aunque creas que esa verdad vale algo, no valdrá nada.

Estoy demasiado débil para irme de allí cuando esté dormida. Tengo miedo a que intente algo mientras duermo, que llame a esa gente. Antes de entrar en el piso observé que se quedaba con el nombre de la calle y el número. Sigue pensando en entregarme. Aún no sé por qué me siguió cuando salimos del bar por la puerta trasera.

El caso es que N solía ser buena gente, pero todos cambiamos con el tiempo y con lo que nos pasa. Somos barro moldeable que absorbe los golpes pero nunca vuelve a recuperar la forma original. Malditas figuras que nunca tendrán una forma definitiva.

A las ocho y media se encienden las luces y permanecemos sentados en el suelo. A las diez se apagan y quedamos completamente a oscuras. N va a buscar una mantas y nos tumbamos en el suelo de una de las habitaciones a dormir.

Dormimos separados. Creo que la fiebre aumenta por la noche porque me despierto de vez en cuando con escalofríos. Sobre las cinco, por fin, la fiebre remite y consigo dormirme.

Cuando despierto, N no está.


martes, 19 de noviembre de 2019

Llevarte bien lejos



A veces intento poner una pizca de cordura en todo esto, pero no puedo. Otra noche sin dormir. Siempre es por lo mismo y ya llevo así tres años. No creo que todo esto tenga muchas posibilidades de llegar a algún lado. Me gustaría creer que un día me despertaré y seré normal, no tendré que sujetar a los demonios que llevo dentro. Creo que es genético. Una malformación en algún gen de mierda que en el paleolítico me llevaría a ser un guerrero excepcional, pero no ahora. En esta época esto es todo lo pero que se puede ser. Todo va bien hasta que un día deja de ir bien y saco al monstruo a darse una vuelta cerca de mí. Sé que hay medicación para eso, pero no hay cura del todo. Todo la vida seré lo que soy y no cambiará. Un 99.999% de vida normal y un 0,001% de descontrol y todo se desvanece y a empezar de nuevo.

N me llama por la mañana. Con N todo era distinto. Hace días que no respondo a sus correos y está enfadada. Me pregunta si existe alguna posibilidad de que se solucione algo, pero le digo que probablemente no. Se enfada más y me manda a la mierda. No sé cómo lo hago, pero logro que se calme. Debe de ser cierto eso de que hay que sonreír incluso al hablar por teléfono, aunque el otro no te vea.

Quedamos para mañana en un bar del centro. Dice que lleve la mercancía y ella traerá el dinero. No sé por qué pero no me gusta ese cambio tan rápido del cabreo a quedar para un negocio. En toda historia siempre se detecta un fallo. Es como en las películas: no puede aparecer un personaje de repente que antes no te hayan presentado. Es de primero de narrativa: cuidado con los fallos de guión. Por lo visto hay un negocio y alguien oculto que lo propone.

La propuesta de N tiene un fallo de guión muy grande. Un agujero del tamaño del sol. Me pregunto si debo quedar o no presentarme. O ir con las manos vacías y no ir a por todo hasta que no tenga claro que no es una trampa. Al fin y al cabo N tiene la habilidad de andar siempre con gente peligrosa. No me extrañaría que se hubiera metido en algún lío, o peor aún, que la haya atrapado la policía y esté negociando un trato con ellos.

Ella es capaz. Es de esa clase de personas que no mira a los ojos. Además oí que no está del todo limpia, que ha vuelto a las andadas. No es de esas personas que se vayan de la lengua a las primeras de cambio, pero eso siempre depende del tamaño del lío en el que te hayas metido y de lo que te pueda llegar a caer de condena.

Me vuelve a llamar media hora más tarde. Me da instrucciones. Ahora ya es seguro que es una trampa. Esa media hora ha sido la que han tenido quienes sean para trazar un plan para prepararme una encerrona. Lo siento N, esta vez no puedo ayudarte. Esta vez se trata de ti o de mí. Y tengo demasiado estima a ir a donde quiera como para caer en algo tan burdo.

Le contesto que no sé de qué me está hablando y ella insiste. Me dice que ya lo habíamos hablado y me grita cada vez más nerviosa hasta que se derrumba. Entre sollozos me dice que no le haga eso, que está mal y noto que está a punto de confesar que está en un lío de los gordos.

Sigo en mi papel de no sé nada mientras ella se ahoga entre sollozos. Se me parte el alma pero hago los imposible para que no se me note. La conversación acaba cuando ella cuelga después de un rato en silencio. Se despide de mi con un adiós que suena muy para siempre.

Recuerdo cuando N y yo éramos algo así como novios. Las noches de fiesta y follar como jaguares, yo llegué a quererla más que a nada ni a nadie en el mundo, sólo que no me daba cuenta. Y ella a mí, de eso tampoco me di cuenta.

Si es la policía la que está detrás de la llamada seguro que pasará un montón de años entre rejas. No está hecha para ello; es una princesa con un mal hábito, demasiado libre y demasiado caprichosa para adaptarse a un agujero lleno de alimañas. Si es alguien a quien le debe dinero será peor. No me puedo imaginar qué le harán.

Salgo a la calle. Empieza a hacer frío. En esta época del año oscurece antes y al sol no le da tiempo a calentar ni el asfalto ni las fachadas de los edificios. Por suerte tengo un buen abrigo, regalo de un amable muchacho demasiado confiado. Bajo hasta el centro buscando las calles menos concurridas. Hay dos tipos de personas: las que evitan las calles solitarias y las que se sienten seguros en ellas. Yo soy de los segundos, no tengo miedo porque todos saben que a quien tienen que temer es a mí.

Antes no era así. Como todos el mundo yo también fui joven e ingenuo. Hay quien lleva la malicia desde que nacen. Yo no. Mi proceso fue otro. Que N se fuera fue parte de ese proceso.

Me cago en la puta. Sé que ahora no puedo permitírmelo, no puedo pensar en eso. N se lo ha buscado solita. Si estuviera conmigo o hubiera seguido mis consejos ahora no estaría así. Creo.

Llego al centro y busco un bar al que solíamos ir hace años. Pregunto por el baño y en el mismo pasillo sigue existiendo una puerta que da a una calle trasera. Intento abrirla y no se abre. Creo que no podría abrirla ni en un millón de años.

Me voy a la barra y le digo al camarero que si sabe quién era el antiguo propietario. Me dice que era su padre. Me gusta como ha cambiado el local, le digo. ¿Sabes? era muy amigo de tu padre, le miento. ¿Qué ha sido de él? le pregunto. Me dice que murió hace un par de años y le digo que lo siento de veras, que era un tío legal y le cuento que a veces nos abría la puerta de atrás cuando nos metíamos en líos cuando éramos chavales para escapar de una banda de otro barrio que bajaba al nuestro en busca de pelea.

Noto que le gusta escuchar cosas buenas de su padre. A todo hijo le gusta que le recuerden algo bueno aunque sólo sea por contrastar la realidad de una relación apestosa. Sólo valoramos a los que no están cuando antes no les hacíamos caso, eso es todo. Supongo que es una forma de luchar contra el olvido. Le pido una cerveza y brindo a la salud de la buena gente. Ya ha mordido el anzuelo.

Salgo del bar despidiéndome del dueño por su nombre de pila. Unos metros más allá agarro el teléfono y llamo a N pero no me lo coge.

Tres minutos después me devuelve la llamada.

- Mañana a las cinco en el bar con el toldo verde de la plaza del ayuntamiento, le digo.

- Mañana son las fiestas. Estará todo abarrotado. ¿No sería mejor en otro sitio más tranquilo? me pregunta.

Le cuelgo sin decirle nada más. Vendrá.

En el último momento le cambiaré de bar y la citaré en el que he estado esta tarde, sólo a unos pocos metros del otro con el toldo verde.

Sé que me estoy metiendo en un lío del que si no salgo bien, acabaré muy, pero que muy mal. Ni tan sólo creo que N se merezca una oportunidad por lo que estaba a punto de hacerme.

Pero recordé que a uno le hacen lo que se deja hacer.

Que en el fondo todos somos culpables del mismo delito.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Tristeza

Otra vez no sé nada qué escribir. Siempre hay un hilo de esperanza en todo lo que está por llegar. Ayer tuve una conversación con una bruja, dice que oye voces, que ve cosas, que hay un lugar en el que las cosas son de otra forma y que desde allí habla con lo ancestral. Hasta hace poco todo eso a mí me sonaba a locura, pero eso cambió el febrero de hace cuatro años. Ahora escucho y creo que, dentro de las infinitas posibilidades algo nos hace elegir una de ellas por encima de todas las demás.

Puede que sea el azar, o puede que sí exista una inteligencia que lo abarca todo. Me gustaría creer que esto no es una moda, si no que estamos llegando a un salto evolutivo donde tomemos conciencia y cambiemos el rumbo de la explotación salvaje del planeta.

Me oigo hablar y oigo hablar al niño que fui. No me preguntes el porqué, pero entonces ya sabía que haría todo "esto" y que me dedicaría a lo que me dedico.

Pero volvamos a la bruja. Me dijo cosas mientras yo sonreía. Acertó casi todo, me dio consejos y apenas me dio esperanzas en algunas cosas.

Me habló de alguien que vivía lejos.

Que esperara unos meses.

Que el año que viene sería mejor que éste porque es mi año ocho, que no sé lo que significa pero debe de ser bueno.

Luego yo le hablé de la teoría científica del desdoblamiento del tiempo y de las cosas que suceden en el mismo instante a cientos o miles de kilómetros de distancia, lo de la eternidad contenida en un segundo, le hablé de Coney Island y de que en unos meses puede que viva cerca.

Nada va a ser sencillo, me dijo. Lo que no sabe es que hace cuatro años aprendí a seducir al destino con su lenguaje.

Y que al destino le gustan los retos aunque estén a lejos y lleguen tarde, mientras pone obstáculos aparentemente insalvables.

Como en las novelas de aventuras de Stevenson o de Julio Verne.

Aprendí eso de niño.

Y pase lo que pase. Tenga lo que tenga que pasar, le doy gracias por vivir todo esto.



miércoles, 13 de noviembre de 2019

El único motivo



A veces me gustaría verte de cerca. Es decir, más de cerca de lo que hablamos. Abrir la puerta que da a la habitación de lo que hay más allá de las palabras. A unos centímetros de ti, esperando que suceda lo que tenga que suceder, intercambiándonos fotones de luz en cada latido.

Sospecho que la vida es eso: la llama que arde dentro nuestro, como un faro antiguo que guía a los que tenemos cerca a algún lado seguro. Sólo que nada es seguro.

Latidos que son un millón de átomos en cada sístole, y un millón de átomos más uno en su diástole. Imagino que es a base de perder ese átomo que vamos desgastándonos, al mismo tiempo que viaja hacia otro alguien que también pierde su átomo en cada latido. Y así siempre notamos que nos falta algo, vivimos con la sensación de que hemos perdido algo invisible que no está en nuestra vida sin saber qué es exactamente.

Y por eso buscamos sin tener claro qué buscamos.

A veces creo que te buscaba a ti, pero no sabía cómo ni cuándo aparecerías.

Es por eso que me gusta estar cerca de ti cuando sueño, porque en ese calor hecho de ondas y partículas de ti, me reinvento, quiero creer que en alguien mejor.

Pero últimamente no sé qué me pasa (bueno, sí lo sé) que no puedo concentrarme, a penas se me ocurre nada qué escribir. Sólo escribo cosas inconexas, me falta ese algo que intuyo que no encontraré en casi nada.

Y que en el fondo, tú y yo somos el átomo necesario para sobrevivir 70 veces por minuto, y a mí eso ya me vale, porque si nacemos donde queremos, con los padres y hermanos que queremos, yo elegí nacer aquí para un día encontrarme contigo.


jueves, 7 de noviembre de 2019

Como los niños


Cuando Manuel vio a Carmen por primera vez bajando por la calle vestida de primavera y el flequillo recogido a un lado, se le paró el corazón durante unos segundos. Supo entonces lo que era el amor, porque desde ese mismo instante ya no pudo pensar en nadie más que en aquella niña del vestido de florecitas amarillas.

Ya nunca nadie le hizo sentir nada igual. Podría decirse que, de alguna forma, quedó traumatizado por aquel golpe de belleza. Tenía seis años y ella dos más que él. Al pasar, Carmen le sonrió con la condescendencia con la que los niños miran a otros a los que aún consideran bebés, fue una mirada de qué niño más mono y el pobre ahí, con la boca abierta.

Años más tarde, cuando delante del cura que los iba a casar, recordó a aquel niño intensamente rubio y lo reconoció delante de ella, colocándole el anillo en el dedo. Manuel la miraba desde un lugar muy adentro de él a un lugar muy profundo de ella, como si alguien estuviera mirando, no a ella, sino a aquella niña que, por primera vez la dejaban ir sola a comprar algo a la tienda de dos calles más abajo de la suya.

Y al reconocerlo, sintió más ganas de quererlo, porque pensó que no hay nada más bello que la determinación de un niño por querer a alguien  y que ese querer venciera el transcurrir de los años, el sol y de lluvia, los días y semanas ensayando una frase para decirle cuando la volviera a ver y volverla a ver y no saber qué decirle, y luego el primer beso, de verdad el primero.

Y las mariposas en el estómago y la fiebre del deseo.

Y las noches en vela.

Y los días, demasiados días sin saber si al otro lado del universo, ella sentía algo parecido.


Demasiada luz



Un día conoces a alguien y todo cambia. Ya sabes. Entra en tu vida como un torbellino y lo arranca todo. Como si en realidad nada hubiera estado fijado al suelo y moverlo hubiera sido siempre más fácil de lo que parecía.

Si tienes suerte ese alguien se irá y dejará un buen recuerdo a largo plazo. Bueno, puede que en ese momento uno prefiera la muerte a que se vaya, que la vida tarde años en tener otra vez sentido, pero al final habrá sido algo que recordarás.

Si tienes mala suerte se quedará y el día a día acabara por crear una especie de cimientos sobre los que construir la gran rutina, pero entonces tal vez pienses en esa vida que transcurría sin todo eso y tal vez encuentres a otra persona, o tal vez el otro encuentre a otra persona. Y mentiras dentro de silencios, y medias verdades, y que no lo note... y dónde vendrá.

Si tienes mucha suerte el torbellino se irá cambiando de lugar, volverá con la estación de las lluvias y se irá cuando llegue el gran sol. Los cuerpos serán la excusa y las manos las que lean el mensaje que lleva el otro escrito en la piel.

Nunca he sabido qué preferiría, es decir, ya que voy a envejecer, no sabría decir con qué grado de suerte me gustaría que me llegasen los últimos años que voy a vivir dentro de este cuerpo.

A veces creo que podría adaptarme a cualquier cosa.

O que, en realidad, me adapté del todo a ninguna por cobardía.

Me hubiera gustado, al principio de todo, tener una luz que iluminase toda la vida que iba a vivir durante un segundo. Quizá me hubiera conformado con esto, o quizá hubiera hecho cualquier cosa para tener la oportunidad de optar a una de ellas con decisión.

Casi siempre digo que doy por bueno lo vivido. Otras veces digo lo contrario, que cambiaría casi todo.

Creo que, en el fondo es cierto y mentira al mismo tiempo.

Como si la vida, al recordarla desde distintos puntos de aceptación pudiera ser otra distinta aun con los mismos hechos porque el observador es, en realidad, otro. Como si viviéramos mil vidas iguales pero las percibiéramos distintas.

Como si en mi (otra) vida yo estuviera feliz sin añorar lo vivido juntos.

o sin darle importancia hasta olvidarlo del todo.

o no saber ni quién eras.

o no haber acudido a la cita donde sí nos conocimos.


lunes, 4 de noviembre de 2019

Bajo el mismo dios



Estos días me preguntaba cuántos átomos nuestros se habrán cruzado y si seremos tú parte de mí y tú algo mío también.

Si somos, en realidad, una microextensión del otro; de si, en realidad, las partículas elementales crearán un fractal que se extienda hasta lo infinitamente minúsculo del otro y lo contamine de su energía más elemental.

Me preguntaba si cuando los cuerpos se tocan no estaremos intercambiando algo más que piel o pelo, sino misiones colonizadoras como las que una raza alienígena envía de un planeta a otro, de una galaxia a otra, hasta no llegar a ninguna parte y a todas al mismo tiempo.

Y me pregunto también si al pensarte también estoy haciendo algo parecido. Dicen que un átomo es capaz de interactuar con otro que está a eones-luz de distancia y tener la misma reacción que el primero cuando se le provoca una acción. Al unísono.

Como si la distancia no existiera.

Como si fueran lo mismo.

Me gustaría creer que cuando pienso en ti y siento algo, ese algo es compartido de alguna forma que me acerca en la lejanía, que el universo creó estas leyes para este preciso momento, que cuando creó las leyes físicas y matemáticas las dotó de todo esto porque intuyó que un día habría vida y esa vida necesitaría algo no palpable con la que mirar la belleza del mundo invisible.

Casi siempre que escribo estoy pensando en que acabarás leyendo esto y que de algún modo se inventó la literatura para que alguien pudiera estremecer a otro alguien en ese mismo espacio y tiempo en el que los átomos sienten que otro átomo gemelo a siglos luz de distancia modifica su estado, como si todo el polvo de estrellas del que estamos hechos fuera, en realidad, un internet instantáneo de todas las cosas.

Una red invisible hecha de deseos e intenciones, donde la materia sólo fuera el cable que la transmite.

Y el ardor que sentimos fuera el fuego que lo prende, la energía necesaria, la pólvora, la luz, y todo los que sucede cuando está a punto de que ocurra algo.

viernes, 1 de noviembre de 2019

El tiempo pensado



Me pregunto si alguna vez piensas en mi como realmente soy. Es decir, si lo que crees que soy es en realidad como yo siento que soy. Al fin y al cabo sólo existo cuando tú me lees.

Reconozco que, a veces, intento escribir antes de que abras esta página, que intento adelantarme a ti, para que cuando me leas yo haya ido unos minutos por delante de ti pensando qué escribir sin que tenga la sensación de que sólo soy esto para ti, pero creo que no lo consigo. Me gusta creer que sí, pero en realidad sé que no.

No te imaginas lo que me gustaría dejar de ser un personaje para ser un ser de carne y huesos, uno que pueda mirarte a los ojos y saberse fuera de la esfera del mundo que inventas cuando observas el mundo. A veces incluso tengo la sensación de estar vivo como tú.

Pero cuando más lo deseo se acaba el post y desaparezco. Es por eso que llevo tantos años escribiendo, porque sé que me lees. Y de todas las existencias efímeras o reales, si tuviera que elegir una sola entre todas, elegiría ésta en la que tú me lees. Por mucho que todo lo demás no sea la mejor versión posible.

Elijo la posibilidad de que me elijas sobre todas las certezas.

Por encima de Coney Island y de todo lo demás.

Por encima del bien y del mal.

el sueño y la realidad.

jueves, 31 de octubre de 2019

Un trillón de trillones de soles brillan dentro de mí cuando tú me piensas



Me dice que la gravedad es la gran mentirosa, que el suelo sólo existe en el momento en el que un cuerpo interactúa con él, que es como aquello de que un árbol hace ruido al caer en el bosque cuando no hay nadie para escucharlo, que el observador lo es todo, que la realidad sólo se crea cuando nosotros la creamos con nuestra presencia.

Pero todo es mentira.

Lo sé. No me preguntes el porqué.

Sé que a pesar de todo eso entiendo que su gravedad es igual a la mía y que si fuéramos tan creadores como dice, la mía sería distinta a la suya.

No me ataría tanto. Estaría a tu lado en un salto, inventaría alguna trampa en el espacio-tiempo para haberte conocido antes. No sé, estoy seguro que mi observador haría trampas para rozar con la yema de mis dedos cualquier parte de la esfera de tu mundo que crea la percepción de esa observadora que eres cuando observas.

Como si empezar a leer este post no existieran estas letras hasta que las lees.

Como si en realidad yo no las estuviera escribiendo hace un rato a un trillón de trillones de átomos de distancia.

Si no que se crearan a través del deseo de leerlas y que expresen lo que estás leyendo ahora porque imaginas a alguien como yo haciendo algo como esto.

Pues bien, algo así me pasa contigo.

miércoles, 30 de octubre de 2019

La vieja sirena


Tengo la sensación de que me he equivocado en todo.

En todo.

Días que necesitan lluvia


No sabes cuánto te voy a echar de menos cuando todo se haya calmado y te hayas ido a transitar otras vidas y otros cuerpos, y tengas la vida que siempre quisiste tener o te tenga la vida que quiso tanto tenerte, porque en el fondo, nunca podremos saber si la vida nos pertenece o pertenecemos a la vida, al gran azar, a la inmensa costumbre.

No sabes cuánto te echo de menos. Ahora, cuando el hilo de tela de araña se rompe por el peso del rocío de este primer otoño de la guerra de los mundos. Ya te echaba de menos antes. La palma de mi mano sobre tu cintura, las luces apagadas y la luna vaciándose a través de la ventana, nunca creí que tendría que salir huyendo aunque siempre lo supe. No me preguntes cómo. Todo ha sido un recordar lo que tenía que pasar a cada instante. Vivir, hacer, salir corriendo... todo.

Estos años sólo fueron explorar caminos que recorrer durante la huida.

Hace tiempo que lo sabíamos.

Es por eso que te echo de menos, no porque no pueda verte ni tocarte, sino porque sabía que tarde o temprano serías mi ausencia. No hay camino de retorno para esto.

A veces pienso que esto empezó mucho antes.

Antes de conocerte, de intuir tus ojos mirándome de cerca, antes incluso de que mi alma se decidiera a venir a este mundo. Antes de que los átomos se conjuraran para dar un aspecto real a esta maraña de deseos que soy (que somos).

Otras veces pienso que, en realidad, somo el mismo plan interpretado en dos universos distintos. Tú al otro lado del hilo y yo en éste.

Que en el fondo no existes, sino que yo existo a través de lo que piensas y que tú eres fruto del pensamiento de ese yo que imaginas.

Y así siempre entrelazados, sin existir el uno sin el otro. Esperando a que el día comience cuando tú, a trillones de átomos de distancia empieces a necesitar que yo exista.

Me hubiera gustado ser más real, estar ahí antes de que abrieras los ojos.

Físico.

Adulto.

Océano.

Feliz.

Tu felicidad.

Como ropa seca después de todo un día de lluvia.

lunes, 28 de octubre de 2019

Vivir libres o morir


De veras que lo entiendo. No sé cómo encajarlo, pero comprendo el cabreo de la gente, las barricadas y las piedras. No sólo es algo generacional, es la globalización, es twitter e instagram. Nunca más ciegos ni sordos ni mudos.

De veras que lo entiendo. Es el Leviatan de Hobbes y es 1984 de Orwell. Nos quieren esclavos y nos quieren hacer creer que es por nuestro bien. La sociedad del bienestar siempre nos quiso dóciles y con miedo a perderlo todo.

Las generaciones futuras, por definición, no tienen miedo a perder lo que no tienen. Somos esa masa enorme de profesionales del baby boom que les cierra el paso, que les somete a una dictadura de los plásticos, los últimos que pudimos salvar el planeta y no lo hicimos porque no teníamos tiempo.

Cada x años una generación viene a cambiar las cosas, a renovarlas o morir, a tomarlas con sus propias manos porque saben que nadie las va a dejarlas en ellas.

Y cada cierto tiempo surgen los enemigos de la humanidad. Los que dicen que tú no. Siempre hay alguien en algún lugar que te verá como un extraño y se inventará una raza, una nación indestructible y un enemigo externo que viene a cambiar su forma de entender su mundo. Un mundo que se desmorona a causa del progreso.

Siento que esta vez los que perdieron la segunda guerra mundial aprendieron de ello y regresan con la lección aprendida. Y me da miedo.

Veo a las generaciones que nos siguen y siento lástima por ellos, porque nunca tuvieron ninguna posibilidad de ganar esto, como no la tuvieron los jóvenes de hace cien años.

A veces tengo la sensación de que todo está escrito y me entristezco.

Otras veces pienso que aún hay una posibilidad.

Creo que lo entiendo. De veras que, a veces, estoy a punto de entenderlo todo.

Pero entonces acabo por no amar la vida y a todo lo que merece la pena vivir.

Supongo que eso va con la edad y con el tener tiempo (no mucho) para pensar.

Dicen que la Historia se repite. Que todo es cíclico, que todo lo que emerge acaba por sucumbir.

Somos The Walking Dead y no nos damos cuenta de que los jóvenes son, en realidad, los vivos.

lunes, 14 de octubre de 2019

El objetivo más lejos

Todo se repite.

Todos creemos tener la razón cuando sólo tenemos razones. Nadie reconoce que su camino es el camino que excluye al de los demás, que vivimos en un lugar que no es nuestro, que sólo lo compartimos, que no es de nadie, pero en el que tenemos que convivir todos.

Nada "de lo tuyo es mío" por la fuerza. Cada quien que se gane el pan con su trabajo, no con el de los demás y por la fuerza.

Sospecho que se acercan tiempos muy difíciles y que a mí, como siempre, me pilla en el peor momento.

Veremos.





domingo, 13 de octubre de 2019

Todo es igual


Supongo que las cosas deben de ser así.

Me gustaría que fueran de otra forma.

Nunca controlamos nada.

No entiendo nada ni a nadie.

Espero sobrevivir a lo que está por llegar.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Desde arriba



A veces pienso que tenemos una oportunidad única. Es decir, que vivir es la gran oportunidad que como almas tenemos en toda una eternidad de tiempo.

Que vivir, encarnarse, es la ganar la lotería y pasar un temporada en un lugar donde sentir, crear, luchar, ser atravesado por una gran energía que nos conmueve.

A veces lo vivimos como una gran decepción. Como si todo esto, en realidad, fuera de otra cosa. Supongo que la decepción también es algo difícil de sentir si eres un alma.

Ahora que imagino que mi padre es un alma que está con otras almas y que se toma todo lo que vivimos como lo que probablemente es: un juego en el que una vez acabe todo volverá a ser como antes, no puedo dejar de pensar que todo merece la pena. Cada segundo es otra oportunidad.

Recuerdo que mi padre siempre sonreía estos últimos días, como si estuviera saboreando los últimos instantes de su paso por la Tierra.

Todo lo que vivimos, por dramático que parezca, guarda una paradójica belleza desde la perspectiva del alma que volveremos a ser cuando hayamos muerto.

No sé. Tengo esa certeza.

Puede que sólo sea un subterfugio para conformarme por su pérdida.

Pero, pensándolo bien ¿no es lo mismo?


lunes, 23 de septiembre de 2019

Por algo se empieza



Sigo sin saber qué decir. Soy una puta hoja en blanco hora tras hora todos los días. Leo y tengo que volver al principio del párrafo porque no me entero de nada.

En el trabajo llevo diez ofertas de retraso, sólo escribo para escucharme y sentir que, de alguna forma, aún estoy vivo, que soy capaz de pensar algo coherente. Estos días se agolpan un montón de ideas inconexas. Cuando soy capaz de dormir, sueño y recuerdo los sueños.

La primera canción de la radio de esta mañana fue ésta. Algo hizo un click dentro de mí pero no encendió luz alguna.

Pero hico click

Y por algo se empieza


domingo, 22 de septiembre de 2019

Sólo a ratos



Últimamente sin palabras. Me pregunto si siempre será así a partir de ahora. No tengo ganas de casi nada. Es extraño. Sigo por inercia y me doy cuenta que es algo que llevo haciendo desde hace años. Creo que nadie a mi alrededor lo diría. Lo mío es puro pedalear para no caerme de la bicicleta sin saber muy bien a dónde voy.

Hoy le he dicho a un amigo algo así como que me equivoqué en esta encarnación; que mi alma aceptó un reto que en realidad no quería aceptar. Sólo quería pasar tiempo con otras almas con las que ya había estado. Acepté esto. No me quejo, pero en realidad debería haber estado en otra parte, con otra gente, aprendiendo otras cosas.

Quizá me equivoque.

Es lo más probable. Al final todo es aprendizaje.

El otro día escuche un podcast sobre la ley de la atracción y la psicología postiva. Cada vez tengo más claro que estoy apostando por algo sobre lo que no debería hacer. Pero lo hago.

Por inercia.

No creo que la inercia sea algo malo. Es algo. No creo que me gustara caer y tener que levantarme de nuevo. Al menos aparento estar vivo. No sé si por mucho tiempo.

Siguen llegando visitas a casa de mi madre. Yo estoy muchas veces. Me duele pensar que todo sigue, que cuando no estamos no se nota la ausencia el cien por cien del tiempo. Sólo a ratos.


El silencio

Supongo que el tiempo lo cura todo.

Pero mientras tanto tenemos que comprender lo incomprensible y llegar a donde todo el mundo llega transitando caminos que nadie más que nosotros recorrerá.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El síndrome del corazón roto



Me hubiera gustado poder escribir algo que mereciera la pena.

 Sé que llegará el momento en que parecerá que todo fue un sueño, pero también sé que nada volverá a ser lo mismo

Vuelvo a sentir el bicho gritando dentro de mí, como en la novela que una vez intenté escribir.

Dicen que cuando rompes con alguien ha quien quieres de verdad hay como un efecto físico (un dolor en la zona del corazón) que al que lo padece le insta a pensar que el corazón literalmente se le ha roto.

Creo que sólo lo he sentido una vez. Quizá dos.

Con los años uno no se acostumbra a soltar. No estamos preparados para ello. El animal que somos es un mamífero que da y recibe calor de sus congéneres por contacto físico.

Sublimado en algo tan etéreo como el estar ahí en los malos momentos.

Saber que alguien duerme en la habitación de al lado.

Por eso la soledad forzada (el aislamiento) es uno de las perores torturas.

Todos tenemos la necesidad de pertenecer y ser aceptados.

Nietzsche tenía razón: Camello, león y finalmente niño en el camino a lo humano (aunque él lo llamara superhombre, más allá del hombre)

No me salen las palabras. Se me cruzan unas con otras. Espero poder escribir algo que merezca la pena.

Algún día...

Cuando todo acabe

Y empiece otra vida.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Y envejecer a tu lado


Seguir hacia adelante. Sentirse culpable de no sentirse lo suficientemente culpable por no vivir la dosis esperada de tristeza.

La paz que respira la casa.

Empezar a entender eso de lo que verdaderamente importa.

La patada de empatía que de repente te une a las personas que viven con la misma minusvalía que tú.

Renunciar.

Apostar por apostarlo todo a cosas que no te habías planteado antes.

Que lo que creías importante ya no importa.

Que todos tenemos una cuota de osadía que tiene fecha de caducidad y que esa fecha la pone uno, pero que al final, el azar es quien manda.

Saber que tenemos un tiempo limitado, unas fuerzas limitadas, un cuerpo que envejece y se desvanece, pero aun así somos alma, que trascendemos a los trillones de trillones de átomos que nos dan forma.

Saber que llevo millones de átomos de mi padre conmigo y que en parte eso es la esencia de la paz que vivimos.

Que todo lo bueno se hace por amor.

Que somos unos desconocidos.

Que escuchar es la mejor habilidad en algunos momentos

y que leerme es otra forma de escucharme.

que leerte es otra forma de entenderte.

jueves, 12 de septiembre de 2019

El amor pequeño.

(Hoy no hay foto)

Toda la vida pensando que cuando llegara el día sabría qué escribir. Y no sé.

Los últimos días de mi padre en la Tierra fueron como fue él en vida. Una mezcla de risas y de gestos humanos hacia los que estábamos cerca.

Se fue sin avisar (nunca decía dónde iba cuando salía de casa), pero todos tenemos la sensación de que no se ha ido muy lejos.

Es lo que tienen las personas que quizá no saben dar amor como el que estamos acostumbrados a leer en las novelas o a ver en las películas, si no más bien que lo crean como una especie de ambiente general en la vida de los demás, de esos que te envuelven durante todos los días sin darte cuenta. Un amor pequeño y tibio de sentarse a tu lado y hablar sobre nada.

Vinieron infinidad de personas a su entierro. Alguien preguntó al ver pasar a tanta gente por la calle de la iglesia de la Sagrada Familia que quién se había muerto que iba todo el barrio. Así era él. Calaba con la sonrisa sin decir nada relevante, probablemente por esa sencillez que desprenden, como una luz de una vela, algunas almas elegidas al azar por esa inteligencia que lo mueve todo para contrarrestar la maldad del mundo.

Creo que lo recordaré por dos cosas. Su eterna sonrisa y por aquello que me decía de que se moriría sin verme triunfar, como así ha sido.

El martes me llamaron de la gabinete de abogados donde me tramitan las patentes. Me dijeron que había sacado un 10 sobre 10 en la evaluación de una de ellas por parte del evaluador de la oficina europea de patentes y que la consideraban como estratégica para los intereses de la Unión Europea. El director del bufete vino a verme, porque en todos los años que llevaba sólo había visto dos más como esa. Sé lo que me hubiese dicho él: Si fuera tan buena te la quitarían de las manos, o estarías ganando mucho dinero. Así era él. Sólo creía en lo obvio.

Si he de ser sincero no estoy muy triste. Se fue en paz y rápido. Nos dio tiempo de estar a su lado. El día antes hablé con él y le preparé la cena que más le gustaba sin imaginar que ya no habría más.

Hablamos hace unas semanas durante un rato más largo de lo habitual. Tengo la sensación de que ese día me despedí de él. Es más, durante esa conversación, algo me decía que era así. Entonces no sabíamos que estaba enfermo (sólo lo supimos después), pero creo que él también sabía que no estaría mucho más tiempo entre nosotros.

Mi madre dice que lo tiene muy presente, que está allí con ella dándole paz.

No sé. Me cuesta creer que podamos seguir viviendo con normalidad después de algo así.

Supongo que hasta en eso hizo su pequeña labor de desaparecer de nuestras vidas poco a poco, para luego irse en un par de horas.

Allí dónde estés, los ángeles estarán encantados contigo, a tu lado se estaba bien.

Casi sin darte cuenta.



No le gustaban las canciones raras, pero la voz de esta mujer, en vivo, me da mucha paz.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Te veo en todas partes menos cuando estás delante



Supongo que es algo así como una maldición. Empezó hace mucho tiempo. Creo que hace veinte años más o menos. Dicen que hay una serie de televisión donde al protagonista le pasa lo mismo.

Supongo que poco a poco me voy quedando sin argumentos.

Ya queda poco.

Olvidar lo soñado


No suelo recordar los sueños, pero hoy sí lo he hecho porque he he soñado contigo. Bueno, en realidad salías en mi sueño. Un sueño con "siga a ese coche" y escena de reunión de banda amateur que planean un atraco en la cocina de casa.

Sí, formábamos una banda, no sé que tendrá el inconsciente ahí dentro, y planeábamos el asalto a un banco de esos con cámara acorazada como en las películas de Nicolas Cage. Yo me moría de ganas de que nos quedáramos a solas, pero siempre íbamos en coches diferentes.

Quedábamos en ir reuniones en las que nunca coincidíamos, Atardecía siempre yendo de un lado a otro. No había luz de día, casi siempre estaba nublado. Las calles eran feas, hacía frío, otoño tardío dijo alguien, creo que lo único que me hacía seguir dentro del sueño era conocerte.

No recuerdo el final del sueño de la misma forma que tampoco recuerdo el inicio. Dicen que soñar no tiene otro fin que traducir nuestras pulsiones en algo que sea amable a nuestra conciencia. No sé si comprar esa idea. Freud era un adicto a substancias no demasiado recomendables.

Me hubiese gustado que soñar contigo fuera como escribir en el blog. Que hubiera canción que añadir o película a la que referirse.

Hoy es uno de esos días en los que pude cambiar la suerte de alguien para toda la vida. Y bueno, no sé, aunque no sea extraño que soñara contigo, espero que me traiga buena suerte.


martes, 3 de septiembre de 2019

Estación central



Nunca digo lo que quiero decir

Es algo así como una constante en mi vida.

A veces creo que si dijera lo que realmente pienso todo se desmoronaría.

A veces lo dejaría todo y me iría lejos.

Como los personajes de Paul Auster.

Puede que mañana sea el día en el que cambie todo. Hay días en los que puede cambiar todo.

Mañana es uno de esos días. Este año he contado treinta y siete.

A veces puedo hacer cosas.

Me gustaría saber si son realmente ciertas.

Con la mente, quiero decir. Hacer cosas con la mente. Inventar historias. Me gustaría no ser un personaje de Paul Auster, no tender hacia esa maldita melancolía. No ser tan tolerante. Ni ir de allá para acá. Ser feliz de una vez. No narrarme a mí mismo lo que me pasa por dentro.

No tener que irme ahora.

A un lugar al que no quiero ir del todo.

Hacerte sonreír un rato, aunque sospeche que es difícil.

Hacer magia para hacer desaparecer los fantasmas con los que sueñan algunos niños.


Miss camiseta mojada


He de confesar que a veces tengo la fantasía de que escribo una novela. Es decir, escribo La Sombra del Viento, pero de otra forma, claro, desde mi limitado lenguaje y creando personajes que no saben tanto lo que quieren; es decir: como si Paul Auster escribiera La Sombra del Viento y la corrigiera Murakami poseído por Dovstoievski y Borges a partes iguales, pero notándose que soy más de barrio Sésamo que de Bob Esponja. O de barrio, así, simplemente.

Pero sólo lo haría por la fama, por todo eso de firmar libros. Por si un día de Sant Jordi se te ocurre pasar por Barcelona y vienes a verme firmar en los chiringuitos que montan las editoriales, aunque sólo sea por curiosidad, y entonces yo, que no sé ni cómo eres, te reconozco porque hablas igual que escribes, porque callas igual, porque miras igual a como sé que miras cuando lees, o cuando no miras.

A veces pienso que lo único que me haría escribir una novela es saber que existiera la posibilidad de que vinieras y todo eso.

Pero claro, eso es la gran excusa. No hacer algo para que ese algo no genere la posibilidad de que eso suceda.

Para la cobardía siempre existirán argumentos, habrá días nublados para salir y días demasiado buenos como para quedarse en casa.

En cualquier caso, tengo la intención de no morirme sin intentarlo.

Ya sabes. Escribir la novela.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Septiembre



Si el tiempo se detuviese ahora mismo ¿de qué te arrepentirías?, me pregunta.

Nunca sé qué contestar cuando me hacen una pregunta así. Creo que es porque no tengo nada claro. Tengo cuarenta y ocho años y sigo preguntándome qué quiero ser de mayor.

Le digo que probablmente me arrepentiría de no haber sido claro con ella y que, en el fondo, siempre supe que mi vida dejó de tener sentido el día en el que nuestros caminos dejaron de tener la posibilidad de correr paralelos.

O quizá no se lo dije, quizá sólo lo pensé y contesté otra cosa con sentido pero sin visos de ser nada personal, una de esas frases que aparecen en cualquier libro de citas. Cuidado con lo que deseas o algo así.

Tal vez la miré y le dije que me arrepentía de no haberla besado.

Hubiera perdido la cabeza por ella si no supiera que estaba tan lejos de mi alcance como la estrella que se ve más pequeña de todas.

Así que me conformé con esto.

Esto es mucho mejor que nada.

Una vez cada mil años recibo un telegrama. No sé en cuántas vidas se traduce eso, ocho o diez, tal vez. A veces oigo hablar de ti, como quien oye hablar de un imperio de oro al otro lado del océano y me dan ganas de dejarlo todo.

Otras veces te miro a los ojos (o me imagino que lo hago) y me dejo llevar por una corriente que no existe, que no me lleva a ninguna parte, pero que no deja de ser la única ocasión en la que, entre regresar o ir hacia ti, me plantearía no volver a donde pertenezco.

Sé que estoy empezando a cambiar de tercera persona a segunda. Siempre que intento hablar de ti como si fueras otra persona acabo volviendo a escribirte como si las fuerzas de atracción gravitacionales supieran más de mi que yo mismo y tú fueras un cuerpo celeste al que no puedo resistirme.

Y sigo escribiendo. Aunque hace mucho tiempo que sé que no sirvo para esto, sigo haciéndolo.

Hasta que el tiempo se detenga y seas la única cosa de la que me arrepienta.

No tengo mucho que contar



Estos días he ido soltando cosas. No sé si eso es bueno, lo que sí creo es que uno va recogiendo responsabilidades que tienen que ver con los demás y eso acaba en un vivir la vida de otros en lugar de la de uno. A veces es bueno aceptarlo y otras es bueno cambiarlo.

Estos días volé una comenta que se soltó y se fue a ninguna parte. Como otras veces. No importa, todo ocurre por algo.

Lo cierto es que durante estos días de reflexión me he dado cuenta de que tal vez me equivoqué en mis objetivos. Siempre digo que volvería a hacer lo mismo porque en el fondo quiero creer eso, pero no es cierto del todo.

Creo que le debo al niño que fui y al hombre que soy escribir una historia de verdad, y supongo que en todo ese proceso de darme cuenta siempre estuvo ella. Si no hubiera estado, nunca hubiera seguido escribiendo.

Sé que soy un escritor mediocre y que no tengo historias que contar que merezcan la pena. Pienso que más bien es un "ve a por ello" que un "ojalá". Tenía la intuición de que la vida iba más de lo que consigues de que lo que tienes que contar.

Nunca se me dio bien contar historias. Soy más bien de silencios y dejar pasar el tiempo.

Me hubiera gustado tener la energía para hacerlo todo, pero en realidad siempre he sabido que no la tenía.

Todo el tiempo



Quizá las cosas no fueran tan perfectas como hubiera esperado. Puede que, en realidad, no sean más que uno de esos capítulos que anuncian el final de algo que hace tiempo que sabes que se acaba. Como cuando lees una novela y cada vez quedan menos hojas.

Supongo que la vida es así. Un ir pasando hojas, un ir acercándose al definitivo final.

Creo que ha pasado suficientemente tiempo como para poder entender que todo o casi todo tiene un sentido.

Yo nunca supe qué hacer ni cómo tomármelo. Cuando llegue el día en el que muera esto no estoy seguro de que esté dentro de los "me hubiera gustado" o entre los "qué bien que lo hice", pero en todo caso, doy gracias por haber tenido la oportunidad de haber estado ahí.

Siempre fui de retos largos. No importa hasta dónde me llevaran ni lo difícil que fuera, a veces, mantener la calma. El tiempo siempre me trató bien. Pasé por esta vida relativamente bien hasta hace poco.

Daría lo que fuera por que ella me hubiera correspondido.

No sé. A veces creo que las cosas se vuelven difíciles porque no yo las hago difíciles.

Pero ahora es tiempo de seguir hacia adelante.

A pesar de la tristeza.

miércoles, 28 de agosto de 2019

El sonido de los colores



Quizá hubiera pedido más, hubiera cogido a tiempo alguna llamada de teléfono, me hubiese atrevido más.

Hubiera ido hasta ese confín del mundo en el que seguro que estarías tú.

Hubiera dicho que sí a menos cosas y no a muchas otras.

Casi todo y casi nada al mismo tiempo.

No sé.

No hubiera nacido de saber que todo iba a ser tan difícilmente fácil.

Quién



Llevo días pensando en que quizá sería un buen momento (es un mal momento en general) de escribir esa novela que llevo tiempo queriendo hacer.

Al fin y al cabo he vuelto a retomar el hábito diario de escribir algo, lo que sea, a veces sin sentido. Otras, con toda la intención.

Creo que ha llegado el día en el que he de pensar en que no voy a salir vivo de ésta y que, tal vez, me queden menos años de los que creía que viviría.

No sé si la escribiré en primera o tercera persona, aunque creo que eso no tiene demasiada importancia. Siempre me he perdido en los detalles, como si lo periférico tuviera más importancia que lo esencial hasta llegar a ahogarlo.

No sabría decir hasta qué punto eso ha determinado mi vida y la dejado varada en este punto muerto en el que siento que estoy ahora.

Si pudiera vivir otra vida paralela a ésta, creo que hubiera modificado tantas cosas que, probablemente, viviría en otra parte del mundo, con otras personas distintas a las que tengo alrededor mío, pero si sólo tuviera una sola (ésta) cambiaría pocas cosas o ninguna. Y aunque esto es algo que he dicho muchas veces en este blog, ahora lo "siento" así más allá de lo imprescindiblemente intelectual.

martes, 27 de agosto de 2019

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Martes


Tercera persona



Llevo días en los que no puedo escribir.

A veces me ocurre. Tengo tantas ganas que las palabras se apelotonan y no saben pasar por el minúsculo agujero que debe ser la salida de mi imaginación. Hace tiempo que lo sé y me siento a esperar mientras hago otras cosas. Creo que, entre otras razones, es el motivo principal por el que nunca escribiré nada largo.

Cuando pasa el tiempo, las historias se pierden, dejan de tener sentido. Todo lo que se escribe tiene un halo de continuidad que no puede romperse por una serie de días. Creo que quince es el número exacto. Dos semanas y zas! ya nada de lo que escriba tiene ni interés ni importancia.

Con la vida me pasa lo contrario. Puedo esperar diez o quince años. No importa. Soy de retos largos y difíciles. Tengo paciencia. Sé que un día escribiré durante los días necesarios para acabar una historia, solo que para entonces ya nadie leerá libros porque poco a poco hemos ido acabando con la cultura de tener cosas en las manos que nos cuente historias. Ahora todo son noticias. Destellos fugaces de algo en lo que nunca profundizaremos.

Ya casi nada tendrá el tiempo necesario para desarrollarse y dejarse ir. Vivimos tiempos difíciles para lo que no sea inmediato. No sé si me llega a importar. Puede que, en el fondo, todo esto sólo sea una prueba para ver hasta dónde estamos dispuestos a arriesgar por lo que creemos que somos.

Me gustaría poder tener tiempo, pero no tengo tiempo para tener tiempo. Es una locura. A veces lo detendría todo pero no sé cómo hacerlo. O sí sé, pero no se me hace difícil tomar decisiones. No es fácil seguir adelante por inercia. Intuyo que parar y empezar de nuevo debe ser igual de difícil o más, así que, de momento, prefiero la inercia.

He de confesar que este verano he estado a punto de hacer uno de esos cambios en mi vida en los que uno pone patas arriba su vida y la de los demás. Para mí es fácil. No tengo lo que se suele llamar una existencia ordenada. Hace tiempo que elegí un camino solitario y sin demasiadas cosas ni personas a las que atarme.

Creo que la relación más larga que he tenido es este blog. Y a decir verdad me gusta. Espero que algún día una inteligencia artificial lo encuentre buscando en el hipertexto y lo ordene y lo convierta en una novela en tercera persona.

Si hubiera escrito en tercera persona hubiera sido escritor. Estoy convencido. Pero no sé. Lo he intentado varias veces, pero los personajes se caen por sí solos. Cuando estudié en la Escola d´escriptors de l´Ateneu Barcelonès inicié varias historias, pero sólo podía continuar las escritas en primera persona. Eso es algo que da fuerza a un texto, podrías contar como te pintas las uñas de los pies y parecería una aventura, supongo que por eso escribo como si esto fuera un diario.

Ya casi nunca me releo. Me duele hacerlo. Es como estar en ninguna parte. Saber que estás pero no ahí, si no que eso es lo que podrías haber sido si hubieras decidido ir a por eso en lugar de a por lo que has ido.

A los cincuenta te pasa que te planteas si has hecho realmente lo que has querido en la vida, con la sensación de que no tienes tiempo para casi nada más. Ni salud ni fuerzas. Ya no están los que estuvieron siempre o te preparas para que dejen de estarlo. Es una maldita lucha silenciosa en la que el único que sale herido es el que está ahí.

A veces conectas con otra persona en la distancia. Te dejas llevar por un sentimiento próximo a renacer.

Crear expectativas. Renunciar a ello es lo que nos convierte en adultos.

Lo normal es que suelan renunciar a ti.

Aunque insistas.

Ayer una pareja de ancianos me contaron cómo él estuvo un año detrás de ella sin que ella le hiciera caso. Llevan más de sesenta años juntos. El tiempo es la medida de las intensidades de la vida.

Hay una brújula en algún lugar que señala hacia un lugar y una persona.

Me gustaría saber si alguna vez señaló en su dirección y yo no supe interpretar la cartografía de las líneas de su cuerpo y me perdí en el camino.

A veces creo que no estoy a tiempo de averiguarlo y otras es lo único en lo que pienso en todo el día.